Ashura en tiempos convulsos: fe, resistencia y tensiones geopolíticas
La peregrinación anual a Karbala reúne a millones de chiíes mientras el Medio Oriente enfrenta una nueva ola de cambios políticos y conflictos
Una de las mayores peregrinaciones del mundo chií
Decenas de miles de fieles shiíes llegaron a la ciudad iraquí de Karbala este sábado, en vísperas de Ashura, el día en que se conmemora el martirio del Imam Hussein, nieto del profeta Mahoma. Esta peregrinación es una de las más importantes del islam chií y tiene un profundo significado espiritual, histórico y, cada vez más, político.
En un contexto de altas tensiones políticas y geopolíticas en la región, la conmemoración de este año ha cobrado una nueva dimensión. Ashura marca la batalla de Karbala en el año 680 d.C., cuando el Imam Hussein y sus seguidores fueron masacrados por negarse a jurar lealtad al califa omeya Yazid I. Este evento fundacional selló la ruptura entre las ramas suní y chií del islam, y con el tiempo se ha impregnado de un ethos de resistencia frente a la opresión.
La dimensión espiritual y social de Ashura
Durante la celebración, las calles de Karbala se tiñen de rojo y negro. Devotos vestidos de luto realizan rituales de duelo que incluyen la recitación de elegías, el golpeteo del pecho y procesiones en círculos. Se ofrecen comidas y bebidas gratuitas, como signo de hospitalidad y solidaridad con los peregrinos, provenientes de todas las regiones de Irak, así como de Irán, Líbano, Afganistán, Pakistán y países del Golfo.
Los principales lugares de reunión son los santuarios de Imam Hussein y su hermano Abbas, epicentro espiritual del chiismo. Muchos peregrinos caminan durante días desde otras ciudades o incluso desde otros países para alcanzar Karbala. Según estadísticas oficiales, en ediciones pasadas la peregrinación ha reunido a más de 20 millones de personas, convirtiéndola en una de las mayores concentraciones religiosas del mundo.
Una celebración en tiempos turbulentos
Este año, Ashura coincide con un panorama regional particularmente volátil. A principios del año se intensificaron las tensiones entre Israel e Irán, tras una breve pero devastadora guerra. En diciembre, cayó Bashar al-Assad en Siria, un aliado crucial de Teherán. A esto se suma el reciente asesinato de Hasan Nasrallah, líder histórico de Hezbolá en Líbano, lo que para muchos chiíes representa un golpe directo al llamado "Eje de la Resistencia".
Bandas y carteles con mensajes de apoyo al "Eje de la Resistencia"—compuesto por Irán, Hezbolá, grupos iraquíes como Kataib Hezbolá y el Gobierno sirio—pudieron verse en las calles de Karbala, al tiempo que retumbaban consignas contra Israel y Estados Unidos.
La conexión entre la devoción religiosa y la resistencia política ha sido característica de Ashura, especialmente desde la revolución iraní de 1979, que reinterpretó el martirio de Hussein como símbolo contra la tiranía moderna.
Seguridad reforzada en Karbala
Debido a la magnitud del evento y las amenazas recurrentes de grupos extremistas sunitas, como el Estado Islámico, las medidas de seguridad se han intensificado. El ministro del Interior iraquí, Abdul Amir al-Shammari, llegó a Karbala y activó un comando conjunto con inteligencia militar, fuerzas policiales y las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), una coalición integrada en su mayoría por milicias chiíes alineadas con Irán.
Los ataques durante Ashura no son inéditos. En años anteriores, atentados suicidas y explosiones han causado decenas de muertos. El grupo EI considera a los chiíes como apóstatas y ha atacado sus celebraciones en repetidas ocasiones. Solo entre 2003 y 2016 se documentaron más de 50 ataques durante Ashura en Irak, con más de 1,000 muertos.
La polémica sobre el rol de las milicias
En medio de la efervescencia religiosa, se reaviva también un debate nacional sobre el papel de las FMP. Aunque oficialmente integradas al aparato de seguridad del Estado iraquí desde 2016, algunas de estas milicias operan con autonomía, generando sospechas tanto dentro como fuera del país.
Abu Ali al-Askari, portavoz de la Kataib Hezbolá, afirmó durante un discurso con motivo de Ashura: “Las armas de la resistencia son las que protegieron Irak, y no se entregarán bajo ninguna presión, interna o externa”.
Declaraciones como esta provocaron reacciones por parte del gobierno regional del Kurdistán iraquí, que recientemente acusó a miembros de las FMP de lanzar drones cerca de Erbil con la intención de fomentar el caos.
El ejército iraquí respondió con un comunicado rotundo, calificando la acusación de infundada y advirtiendo sobre el riesgo de alimentar agendas externas que buscan desestabilizar la nación.
Una fiesta religiosa convertida en termómetro político
La conmemoración de Ashura ha evolucionado de una simple tradición religiosa a un evento profundamente político. En sus orígenes, era una expresión de dolor colectivo por la injusticia cometida contra el Imam Hussein. Hoy, sigue siendo eso, pero también una plataforma desde la cual los sectores chiíes expresan sus luchas contemporáneas—desde la ocupación y guerra en Irak, hasta la confrontación geopolítica entre Irán, Israel y Occidente—usando la simbología religiosa como eje de su narrativa.
Tal como señala Fouad Ajami, académico y autor chií libanés: “Ashura encapsula la permanente noción chií de que el mundo está en una perpetua necesidad de justicia, y que cada generación debe encontrar su Karbala”.
Implicaciones para un Medio Oriente en transformación
Que Ashura ocurra en un contexto de reconfiguración del orden regional tiene implicaciones significativas. Con la caída de Assad, la muerte de Nasrallah, y un Irán cada vez más presionado internacionalmente, muchas piezas del status quo chií están en juego. Ello ha generado efectos también en países como Yemen y Bahréin, donde las comunidades chiíes enfrentan represión política.
En Irak, la pugna entre sectores progubernamentales, milicias armadas y partidos laicos continúa, mientras el país intenta equilibrarse entre su soberanía, la influencia iraní y las presiones de Occidente. Desde las calles de Karbala hasta los edificios del Parlamento en Bagdad, la historia y la política se entrelazan de una forma cada vez más intrincada.
Ashura, con su tono sombrío pero esperanzador, representa para millones de chiíes una promesa: resistir ante la injusticia, como lo hizo Hussein. En tiempos convulsos, esa promesa resuena más fuerte que nunca.
Fuentes y lecturas recomendadas:
- Ajami, Fouad. The Vanished Imam: Musa al Sadr and the Shia of Lebanon. Cornell University Press, 1986.
- International Crisis Group. "The Shiite Militias of Iraq: Identity, Ideology and Politics" (2020)
- Brookings Institution: Iraq’s Shia Militias and Their Evolving Role