Diplomacia en tensión: Petro, Trump y el delicado equilibrio entre Colombia y EE.UU.
Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos atraviesan su momento más delicado en décadas mientras crecen las tensiones políticas, diplomáticas y económicas.
Las tensiones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos han alcanzado uno de los puntos más críticos desde los años 90. En el centro del huracán se encuentra el presidente colombiano Gustavo Petro, quien ha protagonizado una serie de declaraciones y acciones que han puesto en jaque la histórica alianza bilateral cimentada durante décadas de cooperación en la lucha contra el narcotráfico.
Desde acusaciones de intentos de golpe de Estado hasta disputas por vuelos de deportación, pasando por un intercambio de cartas con el expresidente Donald Trump y el retiro mutuo de embajadores, la relación ha pasado de ser estratégica a estar marcada por la sospecha, el distanciamiento y la desconfianza.
Acusaciones cruzadas y cartas diplomáticas
Todo se precipitó en junio cuando, durante un discurso el día 11, Petro aseguró que un presidente vecino le advirtió que el senador estadounidense Marco Rubio lideraba una conspiración para derrocar su gobierno. Sin embargo, días después el mandatario se retractó parcialmente enviando una carta confidencial al entonces presidente Donald Trump con el objetivo, según expresó, de aclarar sus declaraciones.
“Deseo aclarar que cualquier expresión mía que pueda haber sido interpretada como una acusación directa sobre participación de Estados Unidos en un intento de golpe en Colombia nunca tuvo la intención de señalar a nadie personalmente”, escribió Petro en la misiva fechada el 23 de junio.
Pero el daño ya estaba hecho. La carta fue filtrada el lunes siguiente a medios colombianos, desatando una tormenta mediática y política. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, dijo que no estaba segura de si Trump había leído la carta. Por su parte, Petro se mantuvo en silencio ante los cuestionamientos, aunque su canciller Laura Sarabia confirmó que el documento formaba parte de un esfuerzo para “fortalecer” la relación entre ambos gobiernos.
Un pulso diplomático con consecuencias
Ante la ola de declaraciones y la filtración de la carta, el Departamento de Estado estadounidense reaccionó retirando a su principal diplomático en Bogotá. La decisión fue justificada señalando “declaraciones infundadas y reprobables del más alto nivel del gobierno colombiano”. El gobierno de Petro respondió recíprocamente retirando a su embajador en Washington.
Colombia argumentó que la medida tiene como fin revisar y reevaluar su relación bilateral con Estados Unidos, especialmente en temas como el cambio climático, la inversión en energías limpias y el combate a las finanzas internacionales del narcotráfico.
Más allá de la coca: un giro en la agenda bilateral
Desde la toma de posesión de Petro en 2022, Colombia ha intentado marcar una nueva agenda en su política internacional. La tradicional subordinación a los intereses estadounidenses en seguridad y lucha antidrogas se ha visto reemplazada gradualmente por una visión enfocada en el medio ambiente, la paz total y la justicia social.
Sin embargo, este cambio de enfoque ha generado tensiones con Washington. En marzo de 2025, Colombia se negó a recibir dos vuelos de deportación procedentes de EE.UU., alegando que los compatriotas a bordo sufrían tratos inhumanos. Trump amenazó en respuesta con aplicar aranceles del 25% a exportaciones colombianas, pero el conflicto se resolvió con rapidez tras un acuerdo para que Colombia enviara sus propios aviones a recoger a los deportados.
Relación histórica: una alianza bajo presión
Colombia ha sido históricamente uno de los principales aliados de Estados Unidos en América Latina. Fruto de esa relación, el país sudamericano ha recibido más de 13 mil millones de dólares en ayuda estadounidense desde el año 2000, principalmente destinados a la lucha antidrogas en el marco del Plan Colombia.
La cooperación incluyó desde programas de erradicación forzada hasta operaciones de inteligencia y entrenamiento militar. Esta estrategia logró disminuir la violencia de los carteles durante la primera década de este siglo, pero no logró erradicar la producción de narcóticos.
Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2023 Colombia alcanzó una cifra récord de cultivos de coca: 253,000 hectáreas, lo que representa un aumento del 40% con respecto a 2020. Esta expansión complica aún más la narrativa de éxito de la política antidrogas apoyada por Washington.
Problemas internos, fricciones externas
El desgaste en las relaciones también se explica por una creciente desconfianza interna. En junio, Petro acusó públicamente a los congresistas estadounidenses Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart de participar en una conspiración para destituirlo. La base de su acusación proviene de audios filtrados en los que el ex canciller colombiano Álvaro Leyva supuestamente discute un plan para derrocar al presidente junto a una fuente anónima. Tanto Giménez como Díaz-Balart negaron rotundamente cualquier implicación.
Los fiscales colombianos ya investigan la veracidad de las grabaciones y prometen esclarecer el caso, mientras aumenta la preocupación sobre un posible golpe blando orquestado desde sectores conservadores con apoyo externo.
¿Se avecina una cumbre continental?
A pesar de todos los roces, en su carta Petro propuso una idea ambiciosa: que tanto él como Trump lideren una cumbre EE.UU.-América Latina para tratar en conjunto temas clave como la migración, la transición energética y la seguridad regional.
Una cumbre de esta índole, en tiempos de crecientes tensiones ideológicas y diplomáticas, podría constituir una oportunidad para reconducir las relaciones deterioradas y avanzar hacia una colaboración renovada.
No obstante, muchos analistas ven con escepticismo tal propuesta, considerando las diferencias ideológicas entre Petro (un exguerrillero que promueve el socialismo del siglo XXI) y Trump (conservador con posiciones antimigratorias y críticas a América Latina). Aun así, en política, todo acuerdo improbable puede volverse posible si están en juego intereses estratégicos.
El factor geopolítico
Colombia no puede ignorar que el contexto internacional es cada vez más competitivo. Mientras intenta redefinir su alianza con Washington, China ha intensificado su presencia en América Latina a través de inversiones en infraestructura, préstamos estatales y acuerdos comerciales. El propio Petro ha abogado por una relación más fuerte con el gigante asiático y otros actores extrahemisféricos.
Estados Unidos, por su parte, ve con recelo esta “balanza diplomática” que se inclina hacia potencias como Rusia y China. Para Washington, perder influencia en Bogotá puede significar perder terreno en una región clave para sus intereses de seguridad, control migratorio y comercio.
¿Un nuevo capítulo u otro retroceso?
Hoy la relación entre Colombia y Estados Unidos está en una balanza inestable. Petro quiere autonomía e integración regional, pero necesita del mercado y el respaldo norteamericano para sostener su economía. Estados Unidos desea reducir el flujo de coca y migración, pero no puede imponer su modelo unilateralmente como en décadas anteriores.
Como dijo una vez el diplomático Henry Kissinger: “Los países no tienen amigos, tienen intereses”. En ese sentido, quizás ha llegado el momento de que Colombia y EE.UU. renegocien su relación sobre nuevas bases, aunque ello implique tensiones, fricciones y reproches en el camino.
Mientras eso ocurre, los ojos de América Latina observan expectantes cómo se desarrollará esta novela diplomática con sabor a realismo mágico y geoestrategia global.