Trump, Netanyahu y la guerra en Gaza: entre presión diplomática y ambiciones políticas
Un análisis del nuevo intento de alto el fuego entre Israel y Hamas, el papel de Estados Unidos y la incómoda alianza entre dos líderes bajo fuego político
La Casa Blanca fue escenario de una reunión cargada de tensiones, intereses geopolíticos y urgencias humanitarias. Donald Trump y Benjamín Netanyahu, dos líderes que han guiado sus políticas exteriores con mano de hierro y un enfoque transaccional, volvieron a encontrarse para discutir uno de los conflictos más prolongados y devastadores del siglo XXI: la guerra entre Israel y Hamas en Gaza.
Una guerra sin fin y una tregua con reloj de arena
El conflicto entre Israel y Hamas ha llegado a su mes número 21 desde su última gran escalada. Más de 35,000 palestinos han muerto, según cifras del Ministerio de Salud de Gaza, mientras que la devastación de infraestructuras, hospitales y zonas residenciales alcanza niveles alarmantes. En Israel, los ataques de Hamas han dejado decenas de muertos y secuestrados, con imágenes de horror que aún retumban en la opinión pública.
En este contexto, Trump busca pasar a la historia como el "pacificador". Su propuesta, actualmente en discusión, pretende una tregua de 60 días. Durante este tiempo se liberarían algunos de los 50 rehenes restantes —20 de los cuales se sospecha que siguen vivos—, se abrirían canales de ayuda humanitaria a través de la ONU y comenzarían negociaciones para terminar la guerra de manera permanente.
Pero el problema no es solo logístico o político, es existencial. Hamas exige un alto el fuego permanente y la retirada total de Israel de Gaza. Netanyahu insiste en que solo pondrá fin al conflicto cuando Hamas se rinda, entregue sus armas y abandone el territorio. Difícil imaginar una fórmula que concilie esas dos posturas.
Trump y Netanyahu: aliados unidos por la necesidad
Ambos mandatarios atraviesan momentos críticos en sus respectivas trayectorias. Trump, quien busca consolidar su imagen como diplomático global camino a las elecciones, ha jugado cartas fuertes. Incluso llegó a interferir en el juicio por corrupción que enfrenta Netanyahu, lo cual ha sido interpretado por analistas como una señal de que espera reciprocidad.
Del lado israelí, Netanyahu está contra las cuerdas. Su coalición de gobierno depende de partidos ultraderechistas que se oponen vehementemente a cualquier cese al fuego y consideran una victoria solo la desaparición completa de Hamas. Así, Netanyahu se debate entre el pragmatismo internacional y el extremismo interno.
"Trump piensa que Netanyahu le debe una", afirma Eytan Gilboa, experto en relaciones EE.UU.-Israel de la Universidad Bar-Ilan en Tel Aviv. “Y si Trump cree que se debe terminar la guerra en Gaza, entonces eso es lo que Netanyahu estará presionado a hacer”.
Un plan en evolución constante: ¿alto el fuego o estrategia electoral?
El borrador del acuerdo contemplado, al que tuvo acceso la prensa israelí y mediadores estadounidenses, incluiría:
- Un cese al fuego de 60 días.
- La liberación en fases de 10 rehenes vivos y la recuperación de 18 cuerpos.
- La excarcelación de prisioneros palestinos detenidos por Israel. Aunque no se dio una cifra exacta, tradicionalmente las proporciones han superado el 1 a 10.
- Un retiro parcial de tropas israelíes a zonas de contención cerca de las fronteras con Egipto e Israel.
- Intensificación de la asistencia humanitaria bajo control de la ONU.
La verdadera incógnita yace en lo que ocurrirá después del día 60. El documento actual es vago en sus proyecciones a largo plazo. Trump insiste en que este acuerdo inicial “conduzca a una solución permanente”, pero no se explicitan los pasos concretos para llegar a ello.
El contexto geopolítico más amplio: Irán y la región
Este nuevo episodio en la diplomacia medio oriental no puede analizarse sin considerar el contexto mayor. Trump y Netanyahu gozan de una ola positiva tras el operativo conjunto que neutralizó instalaciones nucleares iraníes. Para sus seguidores, fue una demostración de fuerza bien orquestada; para sus detractores, una peligrosa escalada que podría incendiar aún más la región.
Ahora, los dos líderes exploran una línea más diplomática. Trump apunta alto: quiere que nuevos países se unan a los Acuerdos de Abraham. Tras haber acercado a Israel con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos en su mandato anterior, sus ojos están puestos en Arabia Saudita, para muchos “la joya de la corona” diplomática en el mundo islámico.
¿El problema? Los saudíes han dejado claro que no normalizarán relaciones sin avances significativos en la causa palestina. Y eso, mientras Gaza arde, parece una ilusión.
Los rostros invisibles de la negociación: las familias de los rehenes
Mientras Netanyahu cenaba con Trump, en las afueras del Capitolio decenas de familiares de secuestrados por Hamas alzaban pancartas y clamaban por una liberación total. Para personas como Ilan Dalal, padre de uno de los rehenes, aceptar un acuerdo parcial significa “una sentencia de muerte” para los que quedarían en los túneles de Gaza.
Este dilema moral resalta la perversidad de los escenarios de guerra: para lograr una parte de la justicia, se debe resignar parte de la justicia. ¿Rescatar algunos o esperar todos? ¿Aceptar lo posible o insistir en lo justo?
¿Diplomacia o teatro electoral?
Trump ya ha dicho en múltiples ocasiones que debería haber recibido el Premio Nobel de la Paz por sus logros en Medio Oriente. Este acuerdo con Hamas, si se concreta a tiempo, sería el trofeo perfecto de campaña. Netanyahu, por su parte, ganaría oxígeno político y una puerta de salida a un conflicto que ha minado su popularidad y ha puesto a Israel bajo fuego de la crítica internacional.
La historia reciente, sin embargo, obliga al escepticismo. En conflictos anteriores, los anuncios de tregua han sido titulares esperanzadores que pronto se transforman en filas más en cementerios. Las promesas de renovación diplomática caen ante los misiles y los titulares de horrores repetidos.
Como dijo Trump hace unos días ante los periodistas: “Soy optimista. Pero esto cambia de un día al otro”.
¿Estamos al borde de un nuevo capítulo o simplemente repitiendo el viejo guion?
Más allá de acuerdos impresos, comunicados de prensa y declaraciones grandilocuentes, el terreno sigue controlado por la pólvora. En Gaza, los suministros médicos escasean, los alimentos se racionan y miles viven en tiendas improvisadas. En Israel, el miedo persiste y el trauma de los atentados y secuestros cala hondo en su tejido social.
Sin un enfoque holístico que combine tregua, reconstrucción, justicia y autodeterminación, cualquier alto al fuego será eso: una pausa, no una solución.
Desde Washington, las palabras vuelan. En Gaza, las bombas aún caen. Y entre ambas realidades, hay una región entera esperando que la política haga algo más que actuar para las cámaras.