¿Resucitar especies extintas? El plan de Peter Jackson y Colossal para traer de vuelta al gigante moa de Nueva Zelanda

El cineasta detrás de 'El Señor de los Anillos' une fuerzas con genetistas para reimaginar al ave prehistórica, abriendo un nuevo capítulo en la biotecnología y la ética ambiental

La pasión secreta de Peter Jackson: Huesos de moa y ADN antiguo

Peter Jackson, reconocido mundialmente como el director de las películas de El Señor de los Anillos, tiene una fascinación que pocos conocen: los moas, aves gigantes no voladoras de Nueva Zelanda que se extinguieron hace unos 600 años. Jackson posee una de las colecciones privadas más grandes de huesos de moa y ha canalizado esta afición hacia un ambicioso proyecto biotecnológico: la "resurrección" genética del moa.

Este proyecto es liderado por Colossal Biosciences, una empresa biotecnológica cuya misión parece sacada de una novela de ciencia ficción: revivir especies extintas. Con una inversión de 15 millones de dólares proporcionada por Jackson y su socia Fran Walsh, la compañía propone usar tecnologías genéticas avanzadas, como CRISPR, para crear animales con características similares a las del moa gigante de la Isla Sur, un ave que podía alcanzar hasta 3,6 metros de altura.

El moa: la historia de una extinción acelerada

Los moa habitaron Nueva Zelanda durante casi 4.000 años antes de ser exterminados, principalmente por la caza excesiva realizada por los primeros pobladores. Eran animales herbívoros, sin alas, más rápidos que un humano promedio, y con una capacidad de adaptación notable, ocupando diversos hábitats desde las montañas hasta los bosques costeros.

Su desaparición marcó un hito en la historia ecológica del Pacífico: una extinción masiva provocada exclusivamente por humanos antes del impacto de la colonización europea. El moa se convirtió en símbolo de la pérdida ecológica, y para muchos neozelandeses, también en una leyenda nacional.

Biotecnología de frontera: el objetivo de Colossal y los desafíos técnicos

Colossal Biosciences ha emprendido varios proyectos de "desextinción", incluyendo al mamut lanudo y el lobo terrible. En cada caso, el equipo busca extraer y comparar el ADN antiguo con el de especies vivas que estén evolutivamente emparentadas. Luego, se utilizan herramientas como CRISPR-Cas9 para editar genéticamente las células vivas de estas especies modernas con el fin de introducir rasgos arqueogenéticos.

Para el moa, el proceso comienza con el análisis genómico de huesos preservados. Jackson ya ha acumulado entre 300 y 400 piezas fósiles. Los científicos planean comparar el ADN extraído de estas muestras con genomas de aves actuales como el tinamú y el emú, considerados parientes evolutivamente cercanos.

Sin embargo, hay múltiples retos científicos: a diferencia de los mamíferos, los embriones de aves crecen en huevos, lo que complica el uso de fertilización in vitro (IVF) y transferencia embrionaria. Crear una criatura que se parezca al moa no solo implica modificar el ADN, sino también recrear condiciones de desarrollo embrionario aviar nunca antes probadas.

“Hay muchos desafíos científicos, y estamos en las primeras fases del proyecto”, explica Beth Shapiro, directora científica de Colossal.

¿Dónde encajaría un moa hoy?

Incluso si se logra crear un animal similar al moa, surge la gran pregunta: ¿dónde y cómo reintroducirlo? El ecólogo de Duke University, Stuart Pimm, es escéptico sobre las posibilidades de reintegrar especies extintas en ecosistemas actuales:

“¿Se puede reintroducir una especie en un hábitat donde fue exterminada? Lo veo altamente improbable en términos prácticos y éticos.”

Los límites éticos, ecológicos y sociales son complejos. Reintroducir un animal de más de 3 metros que nunca interactuó con humanos modernos podría generar dilemas de convivencia territorial, alterar ecosistemas actuales y provocar riesgos de conservación mal calculados.

La voz del pueblo Māori: tradición y ciencia

Un aspecto clave del proyecto es la participación del Ngāi Tahu Research Centre, un centro de estudios Māori de la Universidad de Canterbury. Para muchas comunidades indígenas, el moa no es solo un animal perdido, sino un elemento cultural sagrado, presente en la mitología y en las pinturas rupestres ancestrales como las halladas en el Pyramid Valley.

El arqueólogo Māori Kyle Davis, experto en huesos de moa, ha señalado que el proyecto ha revitalizado un interés académico y cultural en las tradiciones de su pueblo:

“Nos ha hecho volver a explorar nuestros mitos y relatos orales desde una perspectiva científica y moderna.”

La participación indígena también garantiza que la mirada no sea meramente colonial o extractivista, sino que incluya una ética de restauración y respeto a la cosmovisión de quienes cohabitaron históricamente con el moa.

¿Una distracción de la conservación real?

Algunos científicos cuestionan el valor de la desextinción frente a la conservación de especies en peligro de extinción actuales. “¿Tiene sentido invertir millones en tratar de revivir al moa mientras especies como el kakapo o el kiwi están al borde del colapso poblacional?”, se preguntan investigadores como el zoólogo Mike Dickison.

Esta crítica no es menor. En un contexto en que la biodiversidad global sufre una sexta gran extinción (según datos de la ONU), muchos consideran que la atención mediática y financiera debe enfocarse en proteger lo que aún existe, antes de intentar reconstruir lo que ya se ha perdido.

La respuesta de Colossal es que ambos esfuerzos pueden coexistir. Su enfoque promueve lo que llaman "bioinnovación regenerativa": usar tecnologías para restaurar ecosistemas y concretar avances científicos que podrían beneficiar incluso la conservación de especies vivas.

El futuro de la ciencia ficción hecha realidad

Lo cierto es que vivimos una nueva era biotecnológica, donde grandes avances en edición genética, inteligencia artificial y computación están moldeando innovaciones potenciales que eran impensables hace tan solo una década.

Proyectos como el de Colossal son una señal clara de que la humanidad está explorando límites nuevos entre la ciencia, la ética y la imaginación. Y si esta iniciativa resulta exitosa, no solo se recuperará parte de un linaje extinguido, sino que el mundo se verá forzado a replantearse el rol del ser humano como arquitecto de la vida.

Como diría el propio Jackson: “Las películas son mi trabajo, pero el moa es mi pasión”. Y quién sabe, quizás en un futuro cercano, las reservas naturales de Nueva Zelanda alberguen otra vez una silueta imponente que hasta ahora solo ha vivido en fósiles, cuentos y sueños genéticos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press