Basura, sudor e indignación: la crisis de la huelga en Filadelfia
En medio del calor veraniego y toneladas de desechos en las calles, la lucha por mejores salarios enfrenta a los trabajadores de la ciudad con una alcaldesa que no cede
Una ciudad bajo presión: basura, calor y conflicto laboral
Filadelfia atraviesa uno de los momentos más caóticos de los últimos tiempos. La huelga del Distrito 33 del sindicato American Federation of State, County and Municipal Employees (AFSCME), que involucra a casi 10,000 trabajadores municipales, ha paralizado múltiples servicios desde hace más de una semana.
Montones de basura se acumulan en las calles de vecindarios como East Passyunk, mientras las temperaturas alcanzan los 34,4 °C (94 °F). Los cierres de bibliotecas, el colapso de los centros de recogida y la interrupción parcial de servicios esenciales como el aeropuerto o el 911 —a pesar de decisiones judiciales para reincorporar trabajadores— acrecientan la tensión social.
¿Por qué están en huelga?
Los trabajadores del Distrito 33 están luchando por un aumento salarial digno. La alcaldesa Cherelle Parker, demócrata, ofreció un incremento salarial del 3% anual durante tres años, sumado a un 5% otorgado previamente como gesto de buena voluntad cuando asumió el cargo.
Pero para muchos trabajadores, esto no alcanza. “40,000 dólares no alcanzan para vivir en Filadelfia”, declaró Jody Sweitzer, propietaria del bar Dirty Frank’s, ubicado en el centro de la ciudad. “Ni siquiera se puede alquilar un apartamento con ese sueldo. Vivir aquí se ha vuelto insostenible”.
La ciudad se reinventa: el surgimiento de servicios paralelos
Mientras se intensifica la huelga, algunos residentes han buscado soluciones alternativas. “Ya Fav Trashman”, seudónimo de Terrill Haigler, un ex trabajador de saneamiento, ha comenzado a ofrecer servicios privados de recogida con ayuda de jóvenes locales contratados por jornada.
“Apoyamos al 100% al Distrito 33, pero los residentes también tienen derecho a vivir en condiciones sanitarias básicas”, explicó Haigler mientras conducía su camión hacia Pat’s King of Steaks. “Hay madres con hijos, y ancianos que no pueden esperar una semana con bolsas de basura fermentando en la puerta”.
De la solidaridad al caos: tensión en las calles
La solidaridad con los trabajadores huelguistas es real. Sin embargo, también lo es la frustración. Las calles de Filadelfia se han transformado: los olores invaden el aire, las ratas comienzan a proliferar y el peligro de problemas de salud pública se hace latente.
Peor aún, algunos ciudadanos están aprovechando la situación para realizar vertidos ilegales. Desde colchones hasta pollo en descomposición y aceite de cocina están siendo arrojados en calles y terrenos baldíos. Recientemente, los responsables de uno de estos vertidos ilegales en el noreste de la ciudad fueron arrestados y enfrentan multas de hasta $5,000 dólares, según confirmó Carlton Williams, director de la Oficina de Iniciativas Limpias y Verdes del municipio.
Historia que se repite: el precedente de 1986
Los filadelfianos mayores recuerdan con horror el paro de 1986, cuando una huelga similar dejó más de 45,000 toneladas de basura en las calles durante tres semanas.
No sólo se multiplicaron las plagas urbanas, sino que se instalaron focos infecciosos y hubo una fuerte erosión de la imagen de la administración. Ahora, la ciudadanía teme revivir una pesadilla semejante, especialmente con un fin de semana festivo en puerta.
¿Un problema de justicia social?
No se trata solo de basura. Detrás de la huelga se esconde una conversación más profunda sobre justicia social. Filadelfia es una ciudad con clara tendencia a la gentrificación, donde barrios históricamente obreros han visto desplazadas a sus comunidades por desarrollos más exclusivos.
Según el Informe de Vivienda Asequible de Filadelfia 2023, el alquiler promedio de un apartamento de una habitación se encuentra actualmente en $1,490 dólares mensuales, lo que representa más del 44% del ingreso mensual de un trabajador que gana $40,000 brutos al año —sin contar impuestos.
“Esto es una lucha entre quienes hacen que la ciudad funcione y quienes se benefician sin reconocer esa contribución”, expresó una manifestante frente al Ayuntamiento.
Servicios esenciales sin funcionar
Además del problema de la basura, otras áreas críticas están siendo afectadas. Aunque algunos trabajadores de centros de emergencia han sido reincorporados por mandatos judiciales, la mayoría de las bibliotecas permanecen cerradas. Esto ha dejado sin acceso a miles de niños durante las vacaciones de verano, especialmente en zonas con menores recursos.
Los 60 puntos de recolección de basura habilitados por la ciudad están colapsados, y el personal allí presente —en su mayoría parte de la huelga— ha pedido a los vecinos no cruzar las líneas de piquete.
Resignación e inacción gubernamental
El proceso de negociación ha sido lento. Hasta la fecha, las partes se han reunido esporádicamente, y no se vislumbra una solución inmediata. Mientras tanto, a pesar de la presión, la alcaldesa Parker mantiene su oferta salarial original.
“Cree que este es un asunto de presupuesto, pero es uno de dignidad humana”, criticó una docente municipal también afiliada al Distrito 33.
La solidaridad se expande, pero no calma la situación
El apoyo público a los trabajadores en huelga también ha llegado desde diversos frentes. LL Cool J y Jazmine Sullivan decidieron cancelar su participación en las celebraciones del 4 de julio de la ciudad en solidaridad con el paro.
No obstante, comienzan a aflorar divisiones entre vecinos. Algunas personas, especialmente aquellas que enfrentan problemas de salud, están exigiendo soluciones inmediatas fuera de los cauces sindicales.
“Apoyo el paro, pero no puedo vivir entre ratas”, dijo una madre mientras empujaba el cochecito de su hijo por una acera llena de basura acumulada.
¿Y ahora qué?
El futuro es incierto. Mientras que el ayuntamiento busca contener la crisis sin modificar su postura financiera, los trabajadores mantienen su protesta como medida de presión.
El verdadero dilema para Filadelfia y su administración no está solamente en la oferta salarial, sino en cómo revalorizar el trabajo esencial. Si no se resuelve con justicia, la ciudad no sólo olerá mal por la basura: el clima social también comenzará a pudrirse.
Por ahora, los ciudadanos están atrapados entre dos realidades: su simpatía por los trabajadores esenciales y la urgencia sanitaria de no vivir entre basura.
Y ambos lados —alcaldía y empleados— saben que esta crisis podría definir el rumbo político y social de Filadelfia por años.