Mujeres de Srebrenica: El duelo que aún no termina, treinta años después del genocidio
Tres décadas de dolor, resistencia y justicia en la Bosnia post-guerra de las mujeres que lo perdieron todo tras la masacre de 1995
El 11 de julio de 1995, las fuerzas serbobosnias invadieron la ciudad de Srebrenica, entonces considerada 'zona segura' por las Naciones Unidas. Lo que siguió fue el asesinato sistemático de más de 8,000 hombres y niños bosnios musulmanes, en la peor masacre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, un hecho que hoy es reconocido como genocidio por tribunales internacionales.
Hoy, 30 años después, las cicatrices siguen abiertas. Las mujeres que sobrevivieron la masacre —madres, esposas, hermanas e hijas— siguen luchando contra la desmemoria, recolectando los restos de los suyos dispersos en un sinfín de fosas comunes y exigiendo que el mundo no olvide.
El legado de la pérdida
Fadila Efendic, de 74 años, ha regresado a su hogar en Srebrenica, un lugar que estuvo deshabitado durante años. En 2002 volvió para vivir cerca de la tumba de su esposo e hijo, asesinados en la masacre. “Encontré la paz aquí, cerca de mis seres queridos”, confiesa.
Fadila, como muchas otras mujeres de la comunidad bosniaca, se ha convertido en un símbolo de perseverancia. Desde 1995, se ha dedicado a buscar, identificar y enterrar cuidadosamente a los miembros de su familia y vecinos. No solo se trata de dar descanso a sus muertos, sino también de mantener viva la verdad frente a quienes intentan reescribir la historia.
Una comunidad de duelo y lucha
Saliha Osmanovic perdió a 38 miembros de su familia, incluidos sus dos hijos y su esposo. En su hogar exhibe las fotos de los desaparecidos. “Es lo único que me queda, realmente nunca se van, están conmigo en cada pensamiento”, dice. Esta exhibición de luto se repite en cientos de hogares en Srebrenica, donde las mujeres convierten sus espacios personales en pequeños altares a la memoria.
Estas mujeres han sido también testigos fundamentales en los juicios internacionales. Han viajado a La Haya, testificado en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) y han contribuido a que casi 50 criminales de guerra sean condenados a más de 700 años de prisión en total.
El horror sistemático del genocidio
El genocidio de Srebrenica no fue espontáneo ni improvisado. Fue planificado y ejecutado con precisión militar. Según los registros de la ONU y organizaciones humanitarias, las víctimas fueron separadas de sus familias, muchas veces bajo la supervisión de las mismas fuerzas que se suponía debían protegerlas: los Cascos Azules.
En los días siguientes, las matanzas ocurrieron en masa. Cadáveres fueron arrojados a fosas comunes. Para encubrir el crimen, muchas de estas fosas fueron más tarde excavadas nuevamente y los cuerpos repartidos en múltiples sitios para dificultar su identificación. Sin embargo, gracias al uso de análisis de ADN, hasta hoy se ha podido identificar a cerca del 90% de las víctimas.
El centro memorial de Potocari
En 2003, bajo la insistencia de muchas de estas mujeres, se inauguró el Centro Memorial de Srebrenica-Potocari. En él descansan los restos de más de 6,700 víctimas. Las lápidas blancas cubren las colinas como un manto, cada una con el nombre de un hombre o niño asesinado.
Kada Hotic, una de las fundadoras del centro, perdió a 58 miembros de su familia. “Escribimos la historia en piedra de mármol blanco, y eso es nuestro triunfo”, dice con voz firme, una declaración que sintetiza la resistencia silenciosa, pero poderosa, de estas mujeres.
Testimonios que estremecen
Las historias individuales son sobrecogedoras. Nura Mustavic, hoy de 79 años, aún no ha encontrado el cuerpo de uno de sus hijos. “Vivimos con la ausencia como una nueva forma de presencia”, comenta mientras observa las fotografías familiares que guarda como único testimonio tangible del pasado.
Suhra Malic, de 90 años, perdió a dos hijos y a 20 miembros de su familia. Su relato de dolor no tiene consuelo: “Parir, criarlos, verlos casarse, y luego… perderlos. Es la mayor injusticia que una madre puede soportar”.
El mismo dolor lo comparte Mejra Djogaz, cuyos tres hijos, esposo y nieto fueron asesinados. “Miro a mi alrededor y no hay nadie. Estoy sola”, señala, una frase sencilla que condensa el abismo emocional que enfrentan estas mujeres desde hace casi tres décadas.
Una tragedia que sigue oleando
El horror no terminó en 1995. Cada vez que un nuevo resto humano es exhumado e identificado, se reabre la herida. Desde 2010, aún se siguen hallando cuerpos en fosas alejadas, muchos de ellos incompletos. La ciencia forense ha sido crucial, pero también agotadora emocionalmente para quienes esperan poder cerrar el duelo con un entierro digno.
Sehida Abdurahmanovic, de 74 años, aún conserva en su casa cartas escritas a mano por su esposo antes de morir. “Sus palabras son mi conexión con su alma. Son todo lo que me queda”, dice mientras observa los objetos rescatados de esa época como si fueran reliquias sagradas.
¿Y el resto del mundo?
Por años, muchas mujeres criticaron la indiferencia de la comunidad internacional. Las fuerzas holandesas de la ONU que custodiaban la 'zona segura' fueron superadas, y su negligencia se convirtió en símbolo del fracaso diplomático global.
Desde entonces, tanto la Corte Internacional de Justicia como el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia han declarado que las matanzas constituyeron genocidio. Sin embargo, en muchos sectores de la sociedad serbia y entidades políticas de la región, aún se niega o relativiza la magnitud y la intención criminal de los hechos.
Herencia de justicia y memoria
La historia de estas mujeres no es solo una de sufrimiento, sino también de resistencia. Su lucha ha generado precedentes legales y culturales sobre cómo las víctimas pueden convertirse en defensoras de la verdad y de la justicia.
“Es nuestra responsabilidad contar la historia tal cual ocurrió”, afirma Aisa Omerovic, de 75 años. Ella perdió a 44 miembros de su familia, incluidos su esposo y sus dos hijos. Hoy vive sola, pero se mantiene firme en su misión de educar a las nuevas generaciones sobre el genocidio para evitar que la historia se repita.
Más allá del dolor: una advertencia
Srebrenica no es solo una herida del pasado. Es un espejo para el presente y una advertencia para el futuro. En un mundo donde los discursos de odio vuelven a tomar fuerza, donde la xenofobia y el nacionalismo vuelven a ocupar espacios políticos, la historia de estas mujeres es una llamada de alerta sobre lo que ocurre cuando la humanidad guarda silencio.
“Esperamos en vano que alguien toque la puerta, aunque sabemos que no volverán. Pero seguimos esperando. Porque negarnos a esperar sería traicionarlos”, dice Aisa.
Las mujeres de Srebrenica escribieron la historia con su sufrimiento, pero también con su lucha inquebrantable. Y por eso, treinta años después, sus voces siguen resonando más alto que las armas: ahora gritan memoria.