Sabotaje silencioso: cómo Rusia exporta fuego e inestabilidad a Europa

La nueva amenaza: una red de jóvenes reclutas sin experiencia, fuego en almacenes y una campaña secreta del Kremlin que se expande como incendio en pasto seco

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En marzo de 2024, una oscura nube de humo se alzó sobre el este de Londres. Un incendio devastador destruyó la mitad de un almacén que suministraba equipos a Ucrania. Desde lo alto de un camión en reposo, un conductor escuchó el crujido del fuego y corrió con un extintor, solo para darse cuenta de que era inútil. Lo que parecía un simple incendio se convirtió en una pista dentro de una campaña subterránea que atraviesa Europa: sabotaje orquestado, dicen las autoridades británicas, desde Moscú.

Una estrategia que escala y se profesionaliza a la inversa

El incendio en Londres orquestado por Dylan Earl, junto con otros reclutas jóvenes, es solo uno de más de 70 incidentes vinculados a la inteligencia rusa desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022. En 2023, se documentaron al menos 12 casos de sabotaje grave o incendio provocado; en 2022, no se había registrado ninguno.

Según cuatro funcionarios europeos de inteligencia entrevistados por medios internacionales, este patrón de sabotaje se está volviendo más violento con el tiempo. “Cuando inicias una campaña así, comienza a generar su propia dinámica”, señaló uno de los funcionarios, que pidió anonimato.

Reclutados por Telegram, entrenados por Google y armados con gasolina

El perfil de los saboteadores sorprende: jóvenes sin antecedentes delictivos, algunos ucranianos, otros británicos, seducidos por pagos de pocos miles de dólares y doctrinas compartidas a través de canales de Telegram, muchos asociados al grupo Wagner. A raíz de la expulsión masiva de espías rusos tras el intento de asesinato de Sergey Skripal en Reino Unido en 2018, Moscú modificó su modus operandi, acogiendo una estrategia flexible y negable, basada en intermediarios sin experiencia.

En las pruebas del juicio, salieron a la luz mensajes entre Earl (21 años) y quien los fiscales identifican como su contacto ruso, apodado “Privet Bot”. Usando Google Translate y manuales de espionaje caseros (el reclutador le recomendó ver la serie “The Americans”, sobre agentes encubiertos del KGB), construyeron un plan que terminó con llamas devorando suministros críticos para Ucrania.

Cuando el idealismo juvenil se convierte en terrorismo

Earl afirmaba tener conexiones —nunca comprobadas— con el IRA y con “asesinos, secuestradores, soldados y narcotraficantes”, prometiendo ser el “mejor espía” para su reclutador. Su entusiasmo se tradujo en peligrosos planes: proponer colocar clavos en dispositivos explosivos o incendiar negocios de refugiados rusos opositores como Evgeny Chichvarkin, cuyas empresas ayudaban a suministrar insumos a Ucrania.

A pesar de que el contacto ruso lo reprendió por actuar sin permiso (“No se podrá pagar por este incendio”), también lo elogió con una frase escalofriante: “Eres nuestro puñal en Europa y te afilaremos cuidadosamente”.

¿Y si el fuego se hubiera propagado más? El riesgo civil creciente

El incendio pudo haber terminado en tragedia. A solo unos metros dormía un camionero ucraniano, y a corta distancia vivían familias que tuvieron que ser evacuadas de emergencia. Más de 60 bomberos respondieron al llamado esa noche. Una madre con su hijo de dos años testificó: “Empecé a golpear puertas y gritar ‘¡hay fuego, salgan!’ a todo pulmón”.

Este patrón se repite en toda Europa: un adolescente ucraniano fue detenido por intentar colocar una bomba en una tienda IKEA cerca de Vilna, Lituania. En otro caso, explosivos fueron enviados en paquetes a aviones de carga en Europa del Este. En todos, el común denominador es la escalada de violencia, sin entrenamiento, sin freno y con potencial catastrófico.

Un puzle de operaciones encubiertas con múltiples piezas

Según la analista finlandesa Lotta Hakala, aunque la estrategia rusa intenta mantener “control operativo estricto”, este puede fallar cuando intermediarios improvisan. En muchos casos, el reclutador sugiere —casi incita— acciones ligeramente más peligrosas que las anteriores. Cada paso se alimenta del anterior: un incendio, luego un sabotaje, después una potencial explosión.

El académico Kevin Riehle, experto en inteligencia en Brunel University, indicó que detrás del reclutamiento está la inteligencia militar rusa usando a Wagner como pantalla. La estrategia se presenta como una lucha ideológica, una guerra de mensajes patrióticos que terminan envueltos en gasolina y fuego.

Más allá del juicio: el caso MH17 y el frente judicial

Al calor de estos juicios surge otra noticia monumental: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) se apresta a emitir su primera decisión sobre los crímenes cometidos por Rusia durante el conflicto que se remonta a 2014. Los casos presentados por Ucrania y los Países Bajos incluyen el derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, que mató a 298 personas, 196 de ellas holandesas.

Pese a que Rusia fue expulsada del Consejo de Europa en 2022, el TEDH aún puede procesar casos previos a esa fecha. En 2023, ya se había determinado que las regiones del este de Ucrania controladas por separatistas estaban “bajo jurisdicción rusa”.

Este tipo de procesos, si bien simbólicos, son herramientas de memoria y verdad. Como dijo Thomas Schansman, padre de uno de los fallecidos en el MH17: “Lo peor que podemos hacer es dejar de luchar. MH17 no es un caso que desaparecerá”.

¿Pueden las democracias europeas soportar esta presión prolongada?

Frente a este nuevo tipo de guerra —una combinación de propaganda, sabotaje y terror a pequeña escala— las democracias occidentales se enfrentan al desafío de neutralizar sin criminalizar. Los métodos de reclutamiento rusos actúan como una red de pesca: encuentran a jóvenes alienados, les ofrecen identidad, propósito e incluso entretenimiento (una serie en streaming como manual).

No es espionaje clásico; es una forma híbrida de insurgencia subcontratada. Ya no son agentes entrenados en Moscú, sino chispas encendidas por mensajes de Telegram, traducidos torpemente por Google y ejecutados con gasolina en bidones baratos.

El futuro inmediato: prevención o resignación

El riesgo no es solo de edificios colapsados ni líneas de suministro ucranianas destruidas. El verdadero temor, según funcionarios europeos, es que una bomba casera mal plantada mate a civiles, o que un incendio en un distrito residencial deje decenas de muertos.

En palabras de un funcionario de inteligencia: “después del primer sabotaje exitoso, cada ataque se vuelve más fácil, más audaz y más mortal”.

La pregunta ya no es si el Kremlin participa —hay suficientes evidencias condenatorias—, sino cuánto más lejos llegará esta estrategia. ¿Quién será el próximo joven captado? ¿Cuál será el próximo objetivo en Europa?

Este no es un conflicto únicamente territorial. La lucha se ha trasladado a nuestros barrios, nuestros teléfonos, nuestras mentes. Y el fuego ya no es solo una metáfora.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press