El conflicto sobre el Corredor Morag: ¿una tregua imposible entre Israel y Hamas?

Mientras se negocia un alto al fuego, la presencia israelí en Gaza amenaza con desbaratar el acuerdo y reavivar temores de desplazamientos masivos

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Una tregua condicionada por el control territorial

Las negociaciones para alcanzar un nuevo alto al fuego en Gaza han entrado en una fase crítica. El principal punto de fricción: el mantenimiento de fuerzas israelíes en el Corredor Morag durante los 60 días de tregua propuestos. Esta franja territorial, ubicada entre Rafah y Khan Younis, en el sur de Gaza, se ha convertido en un eje clave para los intereses estratégicos de Israel, pero también en símbolo de la sospecha palestina hacia los verdaderos objetivos del gobierno de Benjamin Netanyahu.

Según un funcionario israelí —que habló bajo condición de anonimato—, la intención de mantener una presencia militar en dicha zona no es negociable. Israel considera ese corredor como vital para evitar que los combatientes de Hamas se mezclen con la población civil, y para facilitar su plan de crear una "ciudad humanitaria" en el extremo sur de Gaza. Sin embargo, la medida ha despertado intensas críticas internas y externas por lo que muchos consideran una estrategia de limpieza étnica encubierta.

¿Qué es el Corredor Morag?

El Corredor Morag recibe su nombre de un antiguo asentamiento judío evacuado en 2005 durante la retirada unilateral de Israel de Gaza. Abarca unos 12 kilómetros de este a oeste, desde la frontera con Israel hasta el mar Mediterráneo, y tiene aproximadamente un kilómetro de ancho. Este eje central divide el sur de Gaza y ha sido utilizado para cortar accesos, separar grupos de población y limitar movimientos.

No es el único. Israel también opera en el Corredor Netzarim, que divide el norte de Gaza, y el Corredor Filadelfia, a lo largo de la frontera con Egipto. El objetivo declarado: crear zonas tampón que impidan el reabastecimiento de Hamas, dificulten su movilidad y reduzcan riesgos para las tropas israelíes.

El dilema geopolítico de una tregua

La propuesta de alto al fuego contempla una pausa de 60 días en las hostilidades, facilitar la entrega de ayuda humanitaria y la liberación gradual de rehenes en manos de Hamas. Sin embargo, Hamas ha sido enfático al exigir la retirada total de las tropas israelíes de Gaza como condición imprescindible para cualquier tipo de tregua duradera, incluido el Corredor Morag. Para el movimiento islamista, el mantener soldados israelíes dentro del enclave es inaceptable y se percibe como una ocupación encubierta.

En palabras de Michael Milshtein, ex oficial de inteligencia israelí especializado en asuntos palestinos: “Para Hamas, esto es inaceptable. Si se mantienen esas condiciones, no veo posible que se firme ningún acuerdo”.

Una estrategia de desplazamiento forzado

Desde el inicio del conflicto, más del 70% de los 2 millones de habitantes en Gaza han sido desplazados. La destrucción masiva de infraestructura, la falta de acceso a servicios básicos y las órdenes de evacuación emitidas por el ejército israelí han forzado a cientos de miles de palestinos a desplazarse de manera sucesiva hacia el sur.

Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han advertido que los planes israelíes de establecer una “zona estéril” en Rafah —donde se trasladaría a los civiles palestinos— podrían constituir una violación del derecho internacional. Concentrar a millones de personas en un área destruida y sin infraestructura sería, según estas entidades, una expulsión administrativa disfrazada de reubicación humanitaria.

Por su parte, el primer ministro Netanyahu ha insistido en que toda reubicación de población será "voluntaria". No obstante, bajo condiciones de guerra, hambre y desprotección, cuestionan los expertos, ¿realmente existe la voluntariedad?

Israel, bajo presión internacional, pero firme

Incluso ante la presión de aliados como Estados Unidos, que han exhortado a alcanzar una tregua y permitir el ingreso de ayuda, el gobierno israelí mantiene su postura. Según Kobi Michael, investigador del Institute for National Security Studies y del Centro Misgav, mantener el control del Morag permitiría a Israel “filtrar a los combatientes de Hamas entre los civiles” y evitar que se reagrupen en el sur.

Desde su posición, esto facilitaría ofensivas más centradas en el norte, permitiendo operaciones militares sin tantas bajas colaterales. Pero este enfoque presenta serios riesgos estratégicos: perpetúa la ocupación, destruye cualquier posibilidad de restablecer la confianza con los actores palestinos y puede significar el colapso definitivo de las negociaciones.

La diplomacia estancada en Siria también influye

En paralelo, la situación diplomática en Siria ofrece un ejemplo claro de las dificultades que implican los reordenamientos posconflicto. La reciente ronda de conversaciones en Damasco entre la administración central siria y las Fuerzas Democráticas Sirias (de mayoría kurda) fracasó en llegar a un acuerdo sobre la integración militar y control de recursos.

El conflicto demuestra que la consolidación de fuerzas y fronteras en zonas de guerra no es tarea sencilla ni inmediata, aún bajo acuerdos respaldados por actores internacionales. En Gaza, donde reina la desconfianza mutua y los horrores de los bombardeos siguen frescos, el escenario es incluso más volátil.

Estados Unidos, actor con influencia parcial

Durante su visita reciente a Washington, Netanyahu abordó diversos temas, incluida la negociación de tregua con Hamas, en reuniones con altos funcionarios estadounidenses. Aunque el presidente estadounidense Joe Biden ha abogado por la contención y el restablecimiento del orden humanitario, la Casa Blanca ha sido reacia a presionar públicamente a Israel.

Esto deja entrever un axioma conocido: Estados Unidos posee influencia, pero no poder de decisión. Cualquier solución deberá surgir del equilibrio entre necesidades de seguridad israelíes y el derecho a la vida digna del pueblo palestino, sin imposiciones forzadas.

La presión sobre Gaza: ¿extinción o reconfiguración?

El plan israelí, al mantener presencia militar en corredores clave, parecería asentarse sobre una estrategia de presionar a Hamas hasta su derrota en el norte, mientras obliga al resto de la población a concentrarse en espacios reducidos del sur. Esto, en teoría, evitaría bajas civiles mayores… o al menos, así lo presentan sus defensores.

Sin embargo, la historia reciente de ocupaciones prolongadas y conflictos asimétricos (Afganistán, Irak, Siria) sugiere que la imposición militar rara vez asegura estabilidad política o paz duradera. Los riesgos de alimentar más resentimientos y preparar el terreno para una próxima generación de combatientes son altísimos.

¿Estamos al borde de una nueva Nakba?

Para muchos palestinos, lo que ocurre en los corredores de Gaza —y particularmente en Morag— recuerda los episodios de desplazamiento forzado de 1948, durante la llamada Nakba ("catástrofe", en árabe). En aquel entonces, más de 700.000 palestinos fueron expulsados o huyeron de sus hogares durante la guerra de independencia israelí. El temor a repetir esa historia nunca ha estado tan presente como ahora.

Las imágenes de Rafah prácticamente vacía, y las decenas de miles de personas desplazadas sin agua ni refugio, evocan ese momento oscuro en la memoria colectiva palestina. En ese sentido, la insistencia de Israel en conservar el poder sobre Morag, así sea solo por 60 días, es vista como una "declaración de intenciones" más profunda e inaceptable para sus oponentes.

Un alto al fuego en riesgo por una sola línea

En definitiva, el Corredor Morag se ha convertido en el punto de quiebre potencial de las negociaciones. Un corredor de 12 kilómetros podría determinar el destino de millones de personas y marcar el futuro inmediato del conflicto palestino-israelí.

La pregunta sigue siendo: ¿es posible llegar a una paz duradera manteniendo ocupaciones militares en zonas clave? O, ¿seguimos atrapados en un bucle de desconfianza, fuego cruzado y tragedias humanitarias?

En palabras del académico palestino Rashid Khalidi: “Ningún acuerdo duradero será posible mientras Gaza esté bajo control militar. Un Estado no puede reclamar democracia en casa y ejercer violencia de forma impune fuera de sus fronteras”.

Mientras tanto, la población civil sigue pagando el precio de cada decisión geopolítica.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press