Choque de titanes: Trump vs. Lula y el riesgo de una guerra comercial entre EE.UU. y Brasil

Los aranceles del expresidente Trump sobre productos brasileños desatan tensiones diplomáticas, impactos económicos y controversias políticas en medio del juicio de Bolsonaro.

Una nueva escalada en la era postglobalización

En tiempos donde las relaciones diplomáticas están más ligadas que nunca a las tensiones internas y estrategias populistas, la nueva ofensiva arancelaria de Donald Trump contra Brasil reaviva los temores sobre el uso de políticas comerciales como armas políticas. La carta del expresidente estadounidense – publicitada en redes sociales – abriendo un nuevo frente contra el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, es tan insólita como peligrosa: imponer aranceles del 50% contra las importaciones brasileñas como "castigo" por el juicio criminal a su aliado, Jair Bolsonaro.

Contexto: aranceles con sabor político

Las acciones de Trump rara vez obedecen a la ortodoxia diplomática. Esta no es la primera vez que intenta usar los aranceles como herramienta multidimensional: lo hizo con México para frenar los flujos migratorios, con China por disputas tecnológicas, incluso sugirió vincularlos al combate contra el fentanilo. Pero en el caso de Brasil, se abre una dimensión nueva: presionar un proceso judicial interno para favorecer a un aliado político extranjero.

Según Trump, el juicio contra Jair Bolsonaro – acusado de intentar subvertir su derrota electoral en 2022 – es parte de una “cacería de brujas”. En ese marco, decidió castigar a Brasil aplicando medidas económicas que, según su retórica, buscan restaurar el respeto mutuo. Sin embargo, esta narrativa es ampliamente percibida en Brasil como una injerencia directa e injustificada.

Lula responde con dureza

El presidente brasileño no demoró en responder. En declaraciones emitidas por TV Record, advirtió: “Si no hay negociación, se aplicará la ley de reciprocidad. Si él (Trump) nos cobra 50%, nosotros también”. Esta legislación fue aprobada a comienzos de 2024 por el Congreso brasileño como una herramienta de defensa comercial precisamente para escenarios de represalias políticas.

Lula ordenó a su cuerpo diplomático devolver la carta si llegaba físicamente al palacio presidencial, subrayando la postura de su gobierno contra cualquier intento de presionar al Poder Judicial. La carta contenía menciones explícitas al Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil, criticas a cómo se regula la libertad de expresión y hasta incorporó argumentos sobre empresas tecnológicas, intentando dar un aire mayor a una disputa esencialmente personal y política.

¿Camino a una guerra comercial?

De concretarse, esta situación podría dar paso a una guerra arancelaria inédita entre las dos mayores democracias del continente. Según datos del Departamento de Comercio de EE.UU., el comercio bilateral entre ambos países supera los 110 mil millones USD anuales. Y paradójicamente, EE.UU. ha mantenido un superávit comercial constante con Brasil durante los últimos años. Es decir, Trump estaría perjudicando a exportadores estadounidenses más que a los brasileños.

La incertidumbre ya hizo mella entre negociadores. Un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño declaró que “las negociaciones están en el aire”. Muchos temen que Trump esté realmente apuntando contra los lazos de Brasil con el Sur Global, en especial con los BRICS, cuya última cumbre apoyó firmemente el desarrollo de una alternativa al dólar, tema sensible para cualquier presidente estadounidense.

Bolsonaro, la pieza central del conflicto

Donald Trump y Jair Bolsonaro comparten muchas similitudes: populismo, liderazgo carismático, ataques a la prensa, y una narrativa de fraude electoral tras perder las urnas. Hoy, ambos enfrentan procesos judiciales, y es esa convergencia lo que ha encendido aún más las alarmas democráticas.

Bolsonaro está acusado en Brasil de haber intentado organizar un golpe tras su derrota frente a Lula. Frente a esto, el exmandatario estadounidense actúa – explícitamente – como defensor global de su colega sudamericano. El problema es que ningún gobierno extranjero puede interferir en decisiones judiciales soberanas, como bien expresó el politólogo Carlos Melo: “Cualquier cambio sería una capitulación de Brasil. No hay cómo negociar sobre un juicio penal”.

Reacciones desde Brasil y el mundo

La situación ha generado algo inusual en la política brasileña: consenso. Desde medios como O Estado de S. Paulo hasta ministros opositores, muchos salieron a defender la soberanía brasileña. Incluso críticos habituales del PT reconocieron que la posición de Lula fue “correcta” y que Trump actuó de manera mafiosa y sin precedentes diplomáticos.

Gleisi Hoffmann, ministra de Relaciones Institucionales, declaró que “Trump no teme por la democracia, teme por los BRICS y el fortalecimiento del sur global”. Y razón no le falta: la agenda de Brasil en los BRICS ha cobrado fuerza, y eso incomoda los intereses de EE.UU. en mantener su dominio económico y geopolítico.

¿Regalo político para Lula?

Este acto podría terminar siendo un búmeran contra los intereses de Trump y Bolsonaro. Según el historiador André Pagliarini, “esto es un regalo político para Lula”, quien ha enfrentado acusaciones de baja popularidad y desgaste político. Ahora, logra reposicionarse como líder soberano frente a una injerencia extranjera abusiva.

Thomas Traumann, exministro brasileño, va más allá: “Trump lo puso (a Lula) de nuevo en el centro del juego”. La narrativa del presidente brasileño gana fuerza con cada respaldista estadounidense que intenta socavar su gobierno. Queda claro que, *incluso si las tensiones perjudican a ambas poblaciones económicamente*, el impacto político favorece a Lula.

Un juicio que no se detiene

Mientras tanto, Bolsonaro enfrenta un juicio que no parece detenerse. Su pasaporte ha sido confiscado, y algunos aliados (como su hijo Eduardo) han buscado refugio en EE.UU. Ante esta situación, muchos temen que Trump esté generando un clima político para justificar, eventualmente, una especie de exilio informal para Bolsonaro si es condenado.

Lula lo dejó claro: “Bolsonaro debería asumir su responsabilidad. Es él quien acepta los impuestos de Trump contra Brasil. Su hijo fue a convencerlo allá. Ahora quiere justificar una interferencia judicial”.

Guerra comercial como política electoral

Trump no es ajeno al uso de políticas económicas con fines electorales. En 2020 lo hizo con China, lo intentó con la Unión Europea e incluso atacó a Canadá, lo cual potenció el ascenso de Justin Trudeau. No está claro que estas tácticas sean efectivas en el largo plazo, pero sí alimentan su base electoral más dura, la misma que simpatiza con figuras autoritarias como Bolsonaro.

Pero hay límites legales: un tribunal de comercio de EE.UU. ya dictaminó en mayo que Trump excedió su autoridad al declarar una emergencia nacional para imponer aranceles sin pasar por el Congreso. La carta a Brasil incluirá sin lugar a dudas nuevas evidencias que usarán sus críticos legales.

¿Y la economía?

Desde abril, con los primeros aranceles impuestos a Brasil, varias empresas estadounidenses empezaron a acumular inventarios para esquivar nuevos impuestos. Si los nuevos aranceles se ejecutan en agosto, el resultado sería un incremento de precios para productos como productos agrícolas, minerales, maquinaria e incluso café.

En Brasil, podría subir temporalmente el costo de algunos productos industriales, pero los expertos estiman que el país ya diversificó suficientemente sus mercados para resistir. La pérdida real podría estar en el aspecto reputacional de Trump en América Latina, y en el fortalecimiento de ejes geopolíticos como BRICS, que ahora encuentran aún más justificación en construir un orden económico alternativo.

¿Qué se juega realmente?

Este choque es más profundo que un simple desacuerdo comercial. Se trata de una disputa entre modelos de liderazgo: el nacionalismo autoritario con tintes extralegales de Trump y Bolsonaro, y un liderazgo que, aunque cuestionado, intenta navegar dentro del marco institucional, como Lula en este caso.

Es también una prueba para América Latina: ¿hasta qué punto es capaz de mantener su autonomía frente a las injerencias extra-regionales que utilizan la economía como chantaje? Y, en última instancia, es un reflejo del nuevo mundo multipolar donde lo comercial, lo diplomático y lo judicial convergen en una misma batalla.

La tensión seguirá creciendo, pero por ahora ha quedado claro que Brasil no está dispuesto a aceptar
bullying económico a cambio de favores políticos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press