¿Es justo deportar migrantes a terceros países? El polémico plan de EE.UU. y su impacto en África
Sudán del Sur acepta deportaciones de terceros países, mientras EE.UU. corteja a otras naciones africanas. Derechos humanos, intereses económicos y tensiones diplomáticas se cruzan en este espinoso debate global
El nuevo enfoque de deportaciones de EE.UU. y su expansión a África
Durante la presidencia de Donald Trump, la política migratoria de Estados Unidos experimentó un giro hacia acuerdos menos convencionales. Uno de los más controvertidos es el intento de enviar migrantes no a sus países de origen, sino a terceros países. Esta medida, que se ha implementado principalmente con países latinoamericanos como Costa Rica, El Salvador y Panamá, ahora busca extenderse a África. Sudán del Sur ha sido el primer Estado africano en aceptar deportados de terceros países bajo este tipo de convenios. Rwanda ha confirmado negociaciones con Washington, y otras naciones —como Liberia y Guinea-Bissau— han discutido la posibilidad, aunque sin compromisos claros. Nigeria, por su parte, ha expresado su rechazo rotundo.Una política controvertida: razones y resistencias
Los defensores del enfoque argumentan que estas deportaciones servirían para disminuir la presión migratoria que recae sobre EE.UU. y disuadirían ingresos ilegales. Según Tom Homan, el “zar de la frontera” de Trump, si un migrante representa una amenaza, “no caminará por nuestras calles. Encontraremos un tercer país seguro para enviarlo”. Pero organismos defensores de derechos humanos apuntan a otro problema: muchos deportados no tienen lazos con los países receptores y son enviados a contextos donde corren riesgo. Sudán del Sur, por ejemplo, aceptó recientemente a ocho deportados con antecedentes penales. Solo uno de ellos era ciudadano sursudanés. Edmund Yakani, líder de la sociedad civil sursudanesa, criticó la medida diciendo: “Sudán del Sur no es un basurero de criminales”. La falta de transparencia del acuerdo ha alimentado sospechas sobre los verdaderos motivos detrás de su aceptación por parte del gobierno africano.¿Qué gana África a cambio?
Aunque muchos gobiernos africanos no hacen públicas sus negociaciones, expertos sospechan que alterar sus políticas migratorias puede ser un intento de ganar favores diplomáticos y económicos de Washington. La analista de seguridad Beverly Ochieng sugiere que la aceptación de migrantes deportados puede ayudar a estos países “a evitar la pérdida de acceso a la economía estadounidense o a iniciativas bilaterales de desarrollo”. En los últimos meses, EE.UU. ha impuesto restricciones de visas y ha reducido ayuda exterior a varios países del continente. En este contexto, aceptar deportados podría verse como una forma de suavizar relaciones y evitar más represalias.Sudán del Sur: ¿alianza estratégica o vulnerabilidad política?
Sudán del Sur, una nación que aún enfrenta enormes dificultades económicas y conflictos internos, podría haber hecho este acuerdo por necesidad más que por convicción. Alan Boswell, del International Crisis Group, mencionó que Yuba podría estar intentando “evitar vetos de visas, más sanciones o simplemente ganar favores del gobierno de EE.UU.”. La crítica por aceptar a migrantes desconocidos o con antecedentes es compartida por sectores del propio gobierno sursudanés y organizaciones sociales. Además, el ministerio de exteriores no ha ofrecido detalles sobre el acuerdo, lo que incrementa el desconcierto dentro del país.Rwanda, el siguiente en la lista
En paralelo, el gobierno de Rwanda ha confirmado conversaciones con Washington para participar en este modelo de deportaciones. No es la primera vez que Rwanda entra en conflicto por una política de este estilo. En 2022, firmó un acuerdo con el Reino Unido para recibir migrantes rechazados por Londres. Aunque el acuerdo sigue vigente, fue declarado ilegal por la Corte Suprema británica en 2023. Los reparos internacionales sobre el historial de derechos humanos de Rwanda son graves. Diversas ONG han denunciado muertes bajo custodia y persecución de críticos políticos. Aún así, la administración Trump considera viable un pacto con Kigali.Negociación en la sombra: reunión con líderes de África Occidental
La Casa Blanca reunió recientemente a cinco líderes de África Occidental (Liberia, Senegal, Guinea-Bissau, Mauritania y Gabón) para tratar el tema migratorio. Aunque oficialmente no se exigió a cada país aceptar deportados, sí se envió un mensaje claro: EE.UU. quiere que sus socios ayuden a resolver su crisis migratoria. El presidente Joseph Boakai de Liberia lo expresó abiertamente: “No están forzando a nadie, pero quieren que sepamos que esta es una preocupación que tienen”. Los países africanos enfrentan ahora una disyuntiva compleja, donde las presiones internacionales colisionan con sus realidades internas.Nigeria se planta
En contraposición a los acercamientos diplomáticos, Nigeria ha sido tajante. El ministro de Exteriores, Yussuf Tuggar, afirmó que el país no aceptará deportados de terceros países. “Tenemos suficientes problemas propios”, dijo. Nigeria, que es uno de los países más grandes e influyentes de África, podría marcar la pauta para otros Estados renuentes a involucrarse en estas políticas. Si más países se niegan, EE.UU. verá limitado su alcance en un continente que antes solía manejar con poder blando y ayuda financiera.¿El comienzo de una nueva diplomacia migratoria?
Lo que está en juego va más allá del número de deportados o de los acuerdos bilaterales. Estamos ante una expansión del concepto de “tercer país seguro” que puede modificar las relaciones internacionales. Este enfoque funcionalista de las deportaciones convierte una necesidad interna —control migratorio— en moneda de cambio político-diplomática. Vale recordar que la política de deportaciones a terceros países inició con fuerza bajo la administración de Trump, pero se ha explorado en otros países también. Alemania ha considerado acuerdos similares con naciones como Túnez y Marruecos, aunque con mucho más escrutinio legal. El precedente del Reino Unido es revelador: su acuerdo con Rwanda fue duramente criticado y finalmente frenado por la justicia. Allí se demostró que trasladar migrantes a un país “seguro” no es solamente una cuestión de geografía o diplomacia, sino de derechos fundamentales.Implicaciones éticas y legales
Este tipo de política plantea interrogantes profundos:- ¿Puede considerarse "seguro" un país con violencia estructural o dudoso historial de derechos humanos?
- ¿Qué responsabilidad tiene el país que deporta si la persona sufre abusos o muere?
- ¿Cómo se garantiza que los migrantes tengan acceso a procesos legales justos en el país receptor?
Perspectivas futuras
La expansión de esta política a África podría sentar un peligroso precedente si se consolida sin transparencia, sin respeto a los derechos humanos y sin evaluaciones individuales de cada caso. Además, empobrece la relación entre EE.UU. y los países africanos, que corre el riesgo de transformarse en una diplomacia transaccional de “tú me aceptas deportados y yo levanto tus sanciones”. En palabras de human rights Watch: “La externalización de las obligaciones migratorias no debe convertirse en una fuga de responsabilidades”. La migración global seguirá siendo uno de los principales desafíos del siglo XXI. Cómo decidamos enfrentarla —desde la ley, la diplomacia y la ética— definirá el lugar que ocuparemos en el futuro como sociedades verdaderamente comprometidas con los derechos humanos. Este artículo fue redactado con información de Associated Press