¿Prediabetes en adolescentes? La silenciosa epidemia que amenaza a EE.UU.

Casi 1 de cada 3 adolescentes estadounidenses tienen prediabetes, pero ¿podemos confiar en los nuevos datos del CDC?

La salud adolescente en Estados Unidos enfrenta una torre de desafíos. Entre ellos, la prediabetes, una fase temprana pero crítica del desarrollo de la diabetes tipo 2, ha comenzado a llamar la atención de expertos en salud pública... y con razón. Un nuevo informe estimado del CDC (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades) sugiere que casi el 33% de los jóvenes entre 12 y 17 años presenta esta condición.

Esta cifra representa una fuerte subida respecto a la estimación de años anteriores (alrededor del 18%), lo que ha encendido alarmas no solo por el incremento en sí, sino también por el manejo opaco de la información que, según varios expertos, muestra deficiencias en transparencia, metodología y divulgación adecuada por parte del CDC.

¿Qué es la prediabetes y por qué debería preocuparnos?

La prediabetes es una condición caracterizada por niveles de azúcar en sangre ligeramente superiores a lo normal, pero no lo suficientemente altos como para considerar que la persona ya tiene diabetes tipo 2. Sin embargo, representa una señal de alerta. Si no se toman medidas, se puede desencadenar la diabetes tipo 2, además de aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y otros problemas metabólicos.

En adolescentes, esta condición es especialmente preocupante porque el sistema metabólico aún está en delicado desarrollo. A medida que se consolidan hábitos poco saludables —como el sedentarismo, el alto consumo de azúcares refinados y ultraprocesados— el riesgo de que esta población evolucione hacia enfermedades crónicas se dispara.

Los números detrás de la alarma

Según el nuevo análisis del CDC con base en la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES, por sus siglas en inglés), alrededor de 8.4 millones de adolescentes en EE.UU. presentan actualmente prediabetes, lo que equivale a aproximadamente un tercio del total. Esta estimación supera con creces los estudios anteriores que hablaban de un 18% y hasta un 28% si se hubieran utilizado los nuevos métodos con datos antiguos.

Pero aquí radica una de las principales críticas: el CDC no ha publicado los datos en un documento revisado por pares ni ha compartido el análisis completo de cómo se llegó a esta nueva metodología. Tan solo hay un resumen de 600 palabras en línea, algo que expertos consideran insuficiente.

¿Cambio metodológico o maquillaje estadístico?

Melissa Dibble, portavoz del CDC, defendió el nuevo enfoque diciendo que se utilizaron “las últimas ciencias y tecnologías” y que el método fue actualizado como parte del proceso de evolución científica. Sin embargo, expertos como el Dr. Steven Kahn, investigador de diabetes en la Universidad de Washington, respondieron con escepticismo: “porque no hay datos sin procesar disponibles, ninguno de nosotros puede mirar los números y entender de dónde provienen realmente”.

Christopher Gardner, investigador en nutrición y diabetes en Stanford, fue más allá: “Con tantas organizaciones siendo diezmadas por despidos, hasta que no haya transparencia, voy a dudar de cualquier actualización de datos”.

Obesidad infantil: el elefante en la habitación

El aumento de casos de prediabetes está directamente vinculado a otro problema en expansión: la obesidad infantil. Según datos de los CDC publicados en 2022, más del 22% de los adolescentes estadounidenses tienen obesidad. El exceso de grasa corporal, especialmente en el abdomen, es uno de los principales factores que provocan resistencia a la insulina y, por ende, aumentan el riesgo de prediabetes.

La endocrinóloga Dr. Samar Hafida, representante de la Asociación Estadounidense de Diabetes, reconoció que aunque los datos del CDC no fueron del todo transparentes, las cifras reflejan “lo que estamos viendo en las consultas”. Cada vez más jóvenes presentan obesidad y niveles elevados de glucosa. En sus palabras: “Podría ser que el número esté ligeramente inflado, pero no lo descartaría”.

La pubertad: ¿factor temporal o agravante?

La doctora Dana Dabelea, investigadora en la Universidad de Colorado, mencionó que durante la pubertad los adolescentes pueden experimentar aumentos temporales de glucosa en sangre por cambios hormonales. Esto podría dar lugar a algunas cifras 'infladas', pero, como señala Dabelea, “los datos concretos apuntan a un aumento legítimo de la obesidad y la prediabetes”.

Un sistema de salud que no está preparado

La Asociación Estadounidense de Diabetes recomienda programas de tamizaje para detectar prediabetes en niños a partir de los 10 años si tienen sobrepeso u obesidad o si presentan algún otro factor de riesgo, como historia familiar de diabetes o pertenencia a ciertos grupos étnicos como latinos, afroamericanos, nativos americanos o asiáticos americanos.

Pero el sistema actual ni siquiera tiene la capacidad de atender adecuadamente a los millones de adultos que ya viven con diabetes, lo cual representa más de 38 millones de personas en EE.UU. según el CDC. ¿Está listo este mismo sistema para enfrentar una segunda ola de diabetes impulsada por adolescentes?

¿Qué hacer?: Alimentación, ejercicio y políticas públicas

La doctora Hafida lo resume bien: “Esto es un llamado a la acción”. La prevención es clave y debe comenzar en casa, en la escuela y en los entornos digitales. Algunas recomendaciones urgentes son:

  • Fomentar la alimentación saludable, reduciendo el consumo de bebidas azucaradas, snacks procesados y comida rápida.
  • Incentivar el ejercicio: mínimo 60 minutos al día de actividad física para niños y adolescentes.
  • Monitorear el sueño: menos de 7 horas de descanso contribuyen a desequilibrios metabólicos.
  • Programas escolares de nutrición, basados en evidencia científica, para reemplazar menús ricos en grasa y azúcar.
  • Campañas nacionales para concienciar a padres y adolescentes sobre los riesgos de la prediabetes.

Además, debe haber un replanteamiento de políticas públicas. Si bien el enfoque en la libertad individual es común en la política de salud estadounidense, la evidencia del impacto de los entornos en las decisiones de estilo de vida es fuerte. Desde acceso a alimentos saludables hasta espacios seguros para recreación, el entorno construye o destruye la salud pública.

¿Y el papel de las agencias de salud?

Gran parte de la controversia tiene que ver con la falta de claridad que rodea a estos nuevos datos. En lugar de ser publicados en un documento detallado y revisado por pares, como era la norma con anteriores estudios del CDC, esta nueva información apareció como un simple post en su sitio web.

Esto ocurre en un contexto donde el CDC ha sufrido recortes de personal y reestructuraciones, especialmente bajo la administración Trump. Parte de la crítica de científicos, como Steven Kahn, radica en que no es posible validar, revisar, ni entender cabalmente de dónde y cómo se obtuvieron los datos sin acceso completo a ellos. En un tiempo en que los datos científicos pueden ser manipulados políticamente, esto se vuelve más preocupante.

Más allá de los números: humanizando la epidemia

Más allá de cifras y porcentajes, cada adolescente diagnosticado con prediabetes representa una historia: un joven con futuro comprometido, una familia enfrentando decisiones difíciles sobre salud, y un sistema escolar o médico que muchas veces no tiene ni el conocimiento ni los recursos para intervenir adecuadamente.

Este es un llamado no solo a los padres o doctores, sino también a legisladores, educadores y líderes comunitarios. Cada acción preventiva tomada ahora podría evitar futuras amputaciones, ceguera, enfermedad renal o infartos. La diabetes no aparece de la noche a la mañana, y si una tercera parte de nuestros adolescentes ya muestra señales, el momento es ahora. No podemos esperar a que sea demasiado tarde.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press