Trump, Netanyahu y la guerra en Gaza: ¿Diplomacia o teatro político?
La visita del primer ministro israelí a Washington revela los límites de la influencia estadounidense en el conflicto de Gaza y pone a prueba la ambición de Trump de ser recordado como ‘el gran pacificador’.
El contexto político y diplomático de una visita compleja
La reciente visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a Washington no solo fue una sesión de fotos diplomática, sino también un intento estratégico —aunque fallido— por parte del expresidente estadounidense Donald Trump de lograr un alto al fuego en Gaza que reforzaría su narrativa como «el gran negociador». Trump procura erigirse nuevamente como figura central en la política internacional, especialmente ahora que ha sido nominado al Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, pese a las intensas reuniones privadas, la esperada tregua de 60 días entre Israel y Hamás no se concretó, un golpe a las aspiraciones de Trump justo cuando intenta recuperar protagonismo internacional de cara a las elecciones presidenciales de 2024.
Un Nobel codiciado, pero un alto al fuego esquivo
Pese a haber sido nominado nuevamente al Nobel de la Paz —en esta ocasión gracias a un gesto público de Netanyahu—, la realidad geopolítica entorpeció cualquier avance sustancial. El conflicto en Gaza ya ha durado más de 21 meses, dejando miles de víctimas y generando una profunda crisis humanitaria. Trump busca con urgencia una victoria diplomática que le permita revivir el impulso de su carrera política.
“Él se enorgullece de ser un hacedor de acuerdos, así que este es otro caso de prueba,” señaló Rachel Brandenburg, directora en Washington del Israel Policy Forum.
¿Hay margen para la paz?
El secretario de Estado Marco Rubio aseguró recientemente que “estamos más cerca que nunca de una tregua”. No obstante, reconoció que aún quedan importantes obstáculos. Hamás exige la retirada israelí de Gaza a cambio de liberar rehenes, algo que Netanyahu no está dispuesto a aceptar sin garantías firmes que garanticen el desarme total del grupo militante.
Netanyahu propuso una tregua temporal de 60 días para negociar la liberación de rehenes, pero dejó claro que “si no se logra a través de negociaciones, lo conseguiremos por la fuerza”. Su postura encuentra eco en sus aliados de derecha dentro del gobierno israelí, quienes amenazan abandonar la coalición si no se alcanza la «victoria total» sobre Hamás.
Relación Trump-Netanyahu: del desencuentro al reencuentro
La relación entre ambos líderes ha tenido altibajos. En 2020, Trump criticó duramente a Netanyahu por su reacción durante el ataque estadounidense que resultó en la muerte del general iraní Qassem Soleimani. Además, lo acusó de haberse «dejado sorprender» por los ataques de Hamás en octubre de 2023. Sin embargo, la reciente ofensiva conjunta contra instalaciones nucleares iraníes parece haber revivido la alianza, al menos simbólicamente.
Durante la visita a Washington, Netanyahu no escatimó en elogios. En un video publicado tras las reuniones, afirmó (en inglés): “Su liderazgo [Trump] ha creado un punto de inflexión histórico que puede conducir a un futuro de paz y prosperidad.”
El balance de Netanyahu en el tablero regional
Netanyahu todavía goza de apoyo interno, especialmente tras los ataques exitosos contra instalaciones iraníes. Pero enfrenta una creciente presión pública por el continuo conflicto en Gaza, que no ha logrado liberar a los rehenes ni frenar las bajas entre soldados israelíes. Además, debe maniobrar cuidadosamente para no alienar a sus socios ultraortodoxos y nacionalistas dentro del gobierno.
La promesa de una “victoria total” sobre Hamás sigue siendo un eslogan sin una estrategia clara. El dilema es nítido: si Netanyahu acepta una tregua sin erradicar a Hamás, podría perder apoyo político. Si no lo hace, corre el riesgo de distanciarse de Estados Unidos y sabotear las ambiciones diplomáticas de Trump.
Los premios no compran la paz
La nominación de Trump al Nobel de la Paz ha sido presentada por Netanyahu como una señal de respeto mutuo y alineamiento ideológico. Sin embargo, detrás del show político se oculta una verdad menos glamurosa: el conflicto en Gaza sigue sin solución, y el papel de Estados Unidos como mediador ha perdido efectividad ante la postura inflexible de ambas partes.
Mientras tanto, el expresidente estadounidense apuesta por réditos simbólicos como combustible para su narrativa electoral, en lugar de logros sustanciales que mejoren la situación humanitaria en Gaza o aporten estabilidad a Oriente Medio.
Las dificultades estructurales del plan de paz
Un auténtico alto al fuego requiere de más que carisma o promesas. Según un informe de Human Rights Watch, la situación en Gaza continúa deteriorándose. Más de 30,000 palestinos han muerto desde el inicio del conflicto —muchos de ellos civiles—, mientras ciudades enteras sufren cortes de agua, electricidad y atención médica.
Incluso si se pactara una tregua, cualquier acuerdo necesitaría mecanismos internacionales de verificación, algo que ninguno de los dos líderes ha propuesto concretamente. Más aún: la mayoría de los esfuerzos de paz anteriores han sido saboteados por atentados, presiones internas o desconfianza mutua.
Una guerra por imágenes y titulares
El gesto de Netanyahu al presentar públicamente la carta de nominación al Nobel está claramente dirigido a fortalecer una narrativa: la de dos líderes fuertes, aliados en una cruzada contra el radicalismo islámico. Pero ¿realmente se trata de buscar la paz o de posicionamiento político?
Trump necesita victorias simbólicas para reforzar su imagen de estadista, y Netanyahu necesita a Trump para seguir contando con el respaldo estadounidense. La guerra en Gaza, lejos de resolverse, se convierte en escenario de estrategia electoral y diplomacia pública.
¿Y los rehenes?
Uno de los mayores puntos de presión interna para Netanyahu es el destino incierto de más de 100 rehenes israelíes aún en manos de Hamás. Organizaciones de familiares han multiplicado sus protestas exigiendo un acuerdo que priorice la liberación, pero el gobierno israelí mantiene líneas rojas que impiden la negociación directa sin condiciones.
“Netanyahu sabe que si regresa con las manos vacías, pagará un costo político. Pero también sabe que soltar demasiado puede costarle su coalición,” afirma la analista política israelí Aliza Rubin.
La política exterior como teatro de campaña
En definitiva, esta visita encarna la intersección entre geopolítica y campaña electoral. Trump necesita eventos que proyecten liderazgo internacional, y Netanyahu necesita sobrevivir políticamente. Ambos están librando una guerra más allá de Gaza: una guerra por relevancia política en tiempos de incertidumbre y desgaste institucional.
La pregunta de fondo sigue sin respuesta: ¿pueden dos líderes que priorizan el cálculo político ofrecer una solución duradera a un conflicto tan complejo como el de Gaza? Por ahora, sus acciones indican que, más que negociar la paz, están negociando su permanencia en el poder.