El ajedrez geopolítico entre Rusia y Corea del Norte: ¿una nueva Guerra Fría en Asia?

El reciente viaje de Serguéi Lavrov a Corea del Norte y su discurso desafiante revelan una escalada preocupante en la región Asia-Pacífico donde resurgen alianzas que desafían el equilibrio global

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Una visita con claros mensajes estratégicos

El reciente viaje del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a Corea del Norte ha levantado una polvareda geopolítica que no puede ser ignorada. Esta visita de tres días, que incluyó reuniones con su homóloga norcoreana, Choe Son Hui, representa mucho más que un intercambio diplomático. En el contexto actual de alianzas cambiantes y tensiones bélicas, esta cumbre refuerza la alianza entre dos países cada vez más marginados por Occidente.

"Advertimos contra cualquier intento de formar alianzas militares dirigidas contra Rusia y Corea del Norte", dijo Lavrov en tono severo durante su conferencia de prensa, declaraciones recogidas por la agencia estatal rusa Tass.

Las advertencias no se limitaron solo a Washington, sino también a Seúl y Tokio, quienes en los últimos años han fortalecido sus vínculos militares como respuesta al desarrollo nuclear norcoreano y la guerra en Ucrania. La escena actual en la península coreana cada vez se asemeja más a una partida de ajedrez con consecuencias potencialmente devastadoras.

La relación ruso-norcoreana: un pacto simbiótico

Desde que comenzó la guerra en Ucrania en febrero de 2022, la cooperación entre Pyongyang y Moscú ha evolucionado de manera significativa. Corea del Norte, carente de recursos económicos pero rica en tropas y armamento rudimentario, ha apoyado abiertamente a Rusia ofreciendo municiones y, según diversas fuentes, incluso soldados en la línea fronteriza con Ucrania.

En retribución, Moscú ha abierto el grifo de la ayuda técnica y militar para Corea del Norte. Esta simbiosis ha despertado alarmas en las principales capitales del mundo, donde existe el temor creciente de que Rusia transfiera tecnología sensible —posiblemente incluso relacionada con misiles— a uno de los estados más aislados y militarizados del planeta.

"Respetamos el derecho de Corea del Norte a desarrollar su programa nuclear. Las tecnologías que utiliza son el fruto del esfuerzo de sus propios científicos", declaró Lavrov, refrendando tácitamente las aspiraciones nucleares del régimen de Kim Jong-un. Esa frase resonó como un misil verbal contra las sanciones y esfuerzos diplomáticos liderados por Naciones Unidas para frenar el programa armamentístico norcoreano.

Una alianza contra el aislamiento

La alianza entre Moscú y Pyongyang no solo es política y militar; también es simbólica. Para ambos países, cada vez más confinados en círculos externos por sanciones y condenas internacionales, el acercamiento mutuo representa un antídoto contra el aislamiento impuesto por Occidente.

La canciller Choe expresó su respaldo "incondicional" a la ofensiva rusa en Ucrania, lo cual refuerza la imagen de una "alianza invencible" que, al menos retóricamente, busca desafiar el orden internacional actual.

Tal cooperación no es gratuita: Rusia ya ha mostrado su disposición para colaborar en áreas como turismo y transporte aéreo. Wonsan, la ciudad de la reunión diplomática, es la meca turística en ciernes del régimen norcoreano, inaugurada recientemente como parte del llamado proyecto Wonsan-Kalma. Lavrov incluso lanzó la idea de fomentar el turismo ruso en ese lugar, un gesto que, aunque irónico dado el hermetismo norcoreano, muestra la intención de institucionalizar esta colaboración a largo plazo.

Los fantasmas de la Guerra Fría en Asia

El alineamiento actual revive ecos de la Guerra Fría. En aquel entonces, la península de Corea ya fue un campo de batalla ideológico y militar. Aunque los tiempos han cambiado, la narrativa de "bloques antagónicos" resurge ahora con fuerza.

Por un lado, el eje Washington-Tokio-Seúl, reactivando sus ejercicios militares conjuntos con bombarderos nucleares; por el otro, Rusia y Corea del Norte, con una cooperación militar que desafía los límites de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. En medio de esto, China, actor silencioso pero fundamental, observa con cautela.

El 21 de julio, Estados Unidos, Corea del Sur y Japón realizaron ejercicios aéreos donde participaron bombarderos B-52, en una clara demostración de fuerza hacia Pyongyang. Estos ejercicios, para Corea del Norte, no se interpretan como maniobras defensivas sino como un ensayo de invasión.

Y como reacción, tanto Lavrov como Choe afirman que la posesión de armas nucleares es una medida lógica de disuasión.

¿Hacia una nuclearización total?

Uno de los debates más candentes en las cancillerías occidentales gira en torno a la posible transferencia de tecnologías nucleares rusas al régimen norcoreano. Aunque Moscú niega tales planes, la misma existencia de una cooperación abierta en términos armamentísticos ya supone un riesgo geopolítico.

Rusia dispone de una vasta experiencia en misiles balísticos intercontinentales, y su colaboración con Corea del Norte —un país que ha probado múltiples ensayos nucleares desde 2006— puede alterar de forma radical la estabilidad regional.

Lavrov minimizó esas preocupaciones, argumentando que “la ciencia norcoreana es independiente”. Pero precisamente esa independencia es cuestionada por analistas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), quienes han documentado la evolución técnica de los misiles norcoreanos en los últimos 5 años como “anormalmente acelerada”, lo que sugiere asistencia externa.

Impulsos económicos en la sombra

Más allá del ámbito militar, existe también un componente económico. Rusia ha prometido colaborar en el desarrollo de la infraestructura turística y energética del país asiático. Aunque Pyongyang sigue completamente cerrado a turistas de Occidente, Moscú apuesta por crear un corredor ruso-norcoreano para resucitar la asfixiada economía norcoreana.

En palabras de Kim Jong-un, el proyecto en Wonsan podría recibir hasta 20,000 personas al mismo tiempo. Para un país cuya economía se tambalea desde hace décadas, cualquier inversión (aunque sea simbólica) representa una válvula crucial de oxígeno.

¿Y qué dice el resto del mundo?

Occidente se mantiene en estado de alerta. La Casa Blanca ha asegurado que responderá con más sanciones si se detecta transferencia de tecnología sensible. Japón ha reforzado su Guardia Costera en el mar de Japón, y Corea del Sur ha intensificado el monitoreo de lanzamientos desde Pyongyang, incluso mediante satélites de observación.

Pero hasta ahora, ni las sanciones ni la presión diplomática han logrado frenar la carrera armamentista norcoreana. Mucho menos su acercamiento a Moscú.

¿Se puede evitar una escalada?

Expertos consultados por The Diplomat y Carnegie Endowment advierten que el riesgo mayor no es una guerra directa sino un "accidente". Un misil fuera de curso, un dron derribado en la frontera o un error de interpretación en ejercicios militares podría convertirse en el catalizador de un conflicto que escale rápidamente.

Mientras tanto, la diplomacia multilateral parece paralizada. China, aunque crítica de algunos actos norcoreanos, no quiere perder su influencia en Pyongyang. Rusia, sin miedo a las represalias occidentales por su invasión a Ucrania, parece decidida a tomar la ofensiva también en Asia.

Y así, en este tablero repleto de piezas altamente volátiles, cada movimiento cuenta. Un solo desliz podría tener consecuencias incalculables no solo para Asia, sino para el mundo entero.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press