Bangladesh, un año después: promesas rotas, tensiones crecientes e incertidumbre política

La caída de Sheikh Hasina marcó un cambio histórico, pero ¿ha cumplido el Nobel Muhammad Yunus su promesa de restaurar la democracia y la justicia?

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El inicio de una nueva era: la caída de Sheikh Hasina

En julio de 2024, una ola de protestas estudiantiles sacudió Bangladesh y terminó con la destitución de la primera ministra Sheikh Hasina, quien llevaba 15 años en el poder. Considerada autoritaria por algunos sectores, su gobierno fue acusado de corrupción, represión sistemática y uso excesivo de la fuerza contra opositores.

El movimiento estudiantil, clave en la historia política de Bangladesh desde la época previa a su independencia, volvió a cobrar protagonismo. Esta vez, forzó el ascenso al poder de Muhammad Yunus, Nobel de la Paz y fundador del banco Grameen. Yunus asumió la dirección de un gobierno interino con la promesa de reinstaurar la democracia, garantizar elecciones limpias y llevar a cabo una serie de reformas estructurales.

Un año después, el entusiasmo inicial ha dado paso a una realidad mucho más sombría.

Un panorama dominado por la incertidumbre

Bangladesh atraviesa actualmente una crisis política sin precedentes. Si bien el régimen de Hasina fue depuesto, el gobierno interino ha sido incapaz de consolidar el poder ni de generar el consenso necesario para avanzar hacia una elección formal.

Uno de los principales retos es la fragmentación política. El movimiento estudiantil derivó en la formación de un nuevo partido político que prometía romper con la dicotomía histórica entre la Liga Awami y el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP). Sin embargo, pronto fue acusado de estar demasiado cerca del gobierno interino y utilizar las instituciones estatales para perseguir rivales.

Sumado a ello, el regreso a la política de Jamaat-e-Islami, partido islamista proscrito durante el régimen de Hasina, ha reconfigurado el tablero político, aliándose con el nuevo movimiento estudiantil. Este realineamiento ha generado enfrentamientos incluso dentro de universidades y pone en riesgo la estabilidad civil.

Reformas atrapadas entre el ideal y la realidad

Uno de los mayores compromisos de Yunus fue impulsar reformas antes de convocar nuevas elecciones. Entre sus propuestas destacan:

  • Limitar la cantidad de veces que un individuo puede ejercer como primer ministro.
  • Implementar un parlamento bicameral.
  • Establecer un nuevo sistema de nombramiento para el jefe de justicia.

No obstante, estas reformas han generado profundas divisiones. Mientras el BNP exige elecciones cuanto antes, Jamaat-e-Islami prefiere prolongar el interinato para consolidar las transformaciones institucionales.

El analista Michael Kugelman, del Asia Pacific Foundation, expresó: “Estas reformas, que debían unir a la nación, se han convertido en un nuevo foco de tensión. Hay una clara división entre quienes quieren priorizar una elección tardía con reformas, y quienes exigen comicios inmediatos”.

El factor religioso: auge del islamismo político

Una de las consecuencias inesperadas del cambio de gobierno ha sido el auge de los grupos islamistas. Mientras Jamaat-e-Islami intenta perfilarse como un actor político respetable, nuevos grupos radicales están proponiendo la introducción de la ley Sharia y cambios en los derechos de las mujeres.

La minoría hindú y otros grupos religiosos se han quejado de un notable aumento en la violencia sectaria. Según el Consejo Unitario Hindú Budista Cristiano de Bangladesh, se registraron más de 200 ataques hacia minorías desde el derrocamiento de Hasina. Por su parte, Human Rights Watch ha reconocido mejoras en cuanto al fin de las ejecuciones extrajudiciales, pero denuncia pocas reformas sustantivas en las fuerzas de seguridad.

La situación repercute directamente en la percepción ciudadana sobre el gobierno de Yunus, quien prometió pluralismo y respeto a los derechos humanos.

Choques con las fuerzas armadas y la ausencia de consenso electoral

Las tensiones no se limitan al ámbito civil. El ejército, históricamente influyente en la política del país, ha manifestado su desacuerdo con la postergación de las elecciones. Mientras Yunus insiste en que deben realizarse en abril del próximo año, el alto mando militar ha presionado para que se efectúen en diciembre de 2025.

Este enfrentamiento plantea dos riesgos serios: una eventual ruptura institucional o incluso una intervención militar, posibilidad no extraña en la historia post-independencia de Bangladesh.

Una transición con apoyo internacional dividido

En política exterior, Bangladesh también ha virado. Antes aliada de la India —que apoyaba abiertamente al régimen de Hasina—, la administración Yunus se ha acercado considerablemente a China. En marzo realizó su primer viaje oficial a Pekín, obteniendo financiamiento e inversiones.

La India ha reaccionado con frialdad, negándose a extraditar a Hasina, quien presuntamente reside en territorio indio. Además, ha suspendido la emisión de visados para ciudadanos bangladesíes, afectando gravemente las relaciones bilaterales.

En contraste, la Unión Europea y las Naciones Unidas han respaldado la transición democrática promovida por Yunus. Sin embargo, la nueva administración estadounidense bajo Donald Trump retiró los fondos de USAID destinados a Bangladesh, debilitando a un gobierno que se encuentra en plena reconstrucción institucional.

Según Kugelman, “La transición democrática de Bangladesh se enfrenta ahora al ‘factor Trump’, es decir, una administración estadounidense más interesada en acuerdos comerciales que en el respaldo institucional de Estados frágiles”.

La promesa incumplida de la revolución

A un año del inicio del levantamiento estudiantil, Bangladesh sigue atrapado en un limbo político, social y económico. El gobierno interino de Yunus ha demostrado buenas intenciones, pero carece de poder institucional, legitimidad democrática y alianzas internas sólidas.

La expectativa de un renacer democrático ha chocado con la dura realidad de un país polarizado, inseguro y cada vez más alejado de un consenso político. Tal y como advierte el propio Kugelman: “Las lunas de miel posrevolucionarias rara vez duran mucho. Bangladesh no es la excepción”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press