Trump, Ucrania y la geopolítica de la defensa: ¿una jugada maestra o un riesgo calculado?
El expresidente impulsa un ambicioso plan para armar a Kyiv vía Europa mientras disuelve el Departamento de Educación. ¿Estrategia de poder o populismo electoral?
Un giro inesperado hacia Ucrania
Donald Trump ha cambiado de narrativa ante la guerra en Ucrania. De ser una figura ambivalente respecto al conflicto, ha pasado a impulsar una agresiva política de armamento canalizada a través de Europa. Su nueva propuesta contempla que países europeos, como Alemania, Reino Unido, Suecia y Finlandia, compren armas estadounidenses —entre ellas sistemas de defensa Patriot— para enviarlas a Kyiv. "Europa va a pagar el 100% de las armas", aseguró Trump.
Este plan, anunciado durante una reunión con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, busca lograr varios objetivos:
- Aliviar financieramente a EE.UU. sin reducir el apoyo a Ucrania.
- Presionar a Vladimir Putin a negociar en un plazo de 50 días bajo amenaza de tarifas comerciales del 100%.
- Reforzar su retórica de liderazgo firme de cara a una potencial reelección.
¿Por qué sistemas Patriot?
Los misiles Patriot son una de las mejores defensas contra ataques aéreos enemigos. En un conflicto donde Rusia ha intensificado su ofensiva con drones y misiles, la necesidad de Ucrania por reforzar su cobertura antiaérea es crítica. Estos sistemas fueron claves durante la Guerra del Golfo y han sido desplegados ampliamente en Medio Oriente contra misiles balísticos y amenazas aéreas.
Trump también admitió que el envío de estos sistemas se realizará desde stock existentes y que su reposición podría demorar años. Esto aumenta la presión sobre Europa para invertir en defensa propia mientras sostiene a Ucrania.
¿Cambio real o maniobra electoral?
Durante su presidencia, Trump criticó duramente a Europa por no gastar suficiente en defensa. Ahora, los elogia por su energía y compromiso con la guerra en Ucrania. El conflicto ha transformado el escenario geopolítico, pero también el discurso de Trump, que hoy busca presentarse como un estadista dispuesto a liderar la paz —a su manera.
Citó que sus conversaciones con Putin han sido “agradables”, pero que no detienen los ataques rusos: “Mis conversaciones con él son muy agradables, y luego los misiles vuelan por la noche”.
Este aparente acercamiento a Kyiv también busca atacar una de las críticas más comunes hacia Trump: su supuesta simpatía con Putin. De hecho, en mayo calificó al líder ruso como “completamente loco”.
La amenaza arancelaria: ¿salida diplomática o presión económica?
Donald Trump ha dado un ultimátum a Rusia: 50 días para alcanzar un acuerdo de paz, de lo contrario, impondrá lo que llama “tarifas secundarias” del 100%. Aunque luego se aclaró que se refería a sanciones económicas, la intención es clara: aislar internacionalmente a Moscú.
Este tipo de sanciones secundarias afectarían a países que comercian con Rusia, particularmente en el ámbito energético. En un mundo aún dependiente del gas y petróleo ruso, la maniobra podría tener efectos colaterales en aliados europeos.
Un conflicto que se intensifica
Mientras Trump define líneas diplomáticas y comerciales, el avance ruso en Ucrania no se detiene. Las tropas del Kremlin están centradas en zonas estratégicas como Pokrovsk en Donetsk, y en la región de Sumy al norte, donde Putin busca crear una “zona tampón” para proteger las fronteras rusas.
La guerra, ahora con más de 850 días de duración, ha costado la vida a miles de civiles y ha desatado una crisis humanitaria sin precedentes. La respuesta de Trump, aunque enfocada en terminar el conflicto, se mezcla con posturas que distorsionan los roles de aliados y adversarios.
Pero eso no es todo: eliminación del Departamento de Educación
Paralelamente, el expresidente logró una victoria en la Corte Suprema para continuar con su plan de desmantelar el Departamento de Educación. Un movimiento que tiene raíces en su campaña de 2016 y que ahora se hace realidad mediante 1.400 despidos y la redistribución de funciones a agencias como el Tesoro y el Departamento de Trabajo.
Linda McMahon, la secretaria de Educación designada por Trump, afirmó que la misión del departamento es “transferir su poder a los estados”. Entre las funciones que serán reasignadas están:
- La gestión de préstamos estudiantiles federales ($1,6 billones en total).
- La aplicación de la Ley de Educación para Personas con Discapacidades (IDEA).
- Programas federales de capacitación laboral, ahora bajo el Departamento de Trabajo.
- Casos de derechos civiles, ahora a cargo del Departamento de Justicia.
Críticos como Democracy Forward aseguran que seguirán luchando legalmente para preservar la protección educativa, declarando: “Ningún tribunal ha dictado aún que esta decisión sea legal”.
Un nuevo eje de la política estadounidense
Al unir guerra, educación y comercio, Trump no solo plantea nuevas políticas, sino que está redibujando la estructura del Estado. Su razonamiento es pragmático: reducir el tamaño del gobierno federal y trasladar responsabilidades a estados y aliados.
Pero este enfoque plantea profundas preguntas:
- ¿Puede EE.UU. proteger a Ucrania y al mismo tiempo desmantelar herramientas educativas clave?
- ¿Las amenazas económicas servirán como sustituto de la diplomacia tradicional?
- ¿Qué implicaciones futuras tendrá esta redistribución de funciones federales?
¿Un renacimiento de la política estadounidense?
Desde una óptica populista, Trump está haciendo lo que muchos de sus seguidores celebran: pagar menos, intervenir menos y “poner a América primero”. Para otros, su agenda corre el riesgo de debilitar el tejido institucional del país.
El ejemplo más reciente de este enfoque es su impulso en remover tintes artificiales de alimentos industriales como helados. Aunque se lo presenta como una “victoria para la salud pública”, los expertos señalan que lo importante es atacar las causas mayores: azúcares añadidos y grasas saturadas.
“Cambiar el tipo de tinte no convierte al helado en un alimento saludable”, afirmó Deanna Hoelscher, experta en nutrición.
Así, detrás de cada iniciativa parece haber una coreografía política diseñada para ganar titulares, apoyo popular y consolidar a Trump como la figura dominante del conservadurismo estadounidense.
En resumen
Mientras lanza misiles de política exterior contra Moscú, compacta el sistema educativo estadounidense y firma cartas para actualizar las directrices dietéticas, Donald Trump demuestra que su influencia no ha desaparecido. En cambio, ha evolucionado, retomando viejas promesas con una mezcla de confrontación, desregulación y nacionalismo pragmático.
Todo apunta a que su nuevo impulso en Ucrania y su reestructuración del aparato institucional son parte de una campaña más grande: la de redefinir el ejercicio del poder presidencial.