¿Trump y la Coca-Cola con azúcar de caña? Detrás del nuevo episodio de política, nostalgia y economía

El expresidente afirma que Coca-Cola aceptó su sugerencia de reemplazar el jarabe de maíz por azúcar real en EE. UU., desatando debates sobre salud, economía e identidad nacional.

Donald Trump y la batalla por el sabor "original"

En otra de sus inesperadas —y audaces— intervenciones públicas, el expresidente Donald Trump ha afirmado en su plataforma Truth Social que llegó a un acuerdo con la icónica empresa Coca-Cola para que ésta reemplace el jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS, por sus siglas en inglés) por azúcar de caña en su popular bebida en Estados Unidos. "He estado hablando con Coca-Cola sobre el uso de azúcar REAL de caña en Coca-Cola en Estados Unidos, y han aceptado hacerlo", escribió jubiloso.

La compañía, sin embargo, no ha confirmado oficialmente esa transición, limitándose a agradecer el "entusiasmo" del expresidente y prometer detalles "próximamente" sobre novedades en sus productos. ¿Juego político o intención comercial genuina? Todo apunta a que estamos ante una nueva disputa con ribetes de nostalgia, proteccionismo económico y mucha estrategia de imagen.

¿Qué tan realista es el regreso del azúcar a la Coca-Cola estadounidense?

En otros países como México o Australia, Coca-Cola utiliza azúcar —de caña o de remolacha— como edulcorante principal. Por eso, el sabor del popular "Coke mexicano" embotellado en vidrio y con azúcar auténtica ha acumulado fans en EE. UU. desde hace décadas, a tal punto que se importa regularmente desde 2005.

No obstante, un cambio completo en la fórmula en Estados Unidos tendría implicaciones mayores más allá del gusto: repercusiones económicas, sociales e incluso políticas.

La economía del jarabe de maíz: un gigante industrial en jaque

Actualmente, la Coca-Cola clásica fabricada en Estados Unidos contiene jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS), un endulzante barato y abundante desarrollado en los setenta, coincidiendo con una sobreproducción de maíz en EE. UU. Esta decisión no solo tenía lógica en términos económicos sino que también fue un salvavidas para los agricultores estadounidenses.

Según datos del Corn Refiners Association, el HFCS representa aproximadamente el 40% del consumo de edulcorantes calóricos en EE. UU. Reemplazarlo por azúcar de caña importada tendría un precio: miles de empleos comprometidos en el sector agroindustrial, caída de ingresos para los agricultores y, por supuesto, incrementos en los costos de producción.

"Reemplazar el jarabe de maíz por azúcar de caña no tiene sentido desde el punto de vista económico o nutricional", declaró John Bode, CEO del Corn Refiners Association, quien también advirtió del aumento de importaciones de azúcar como consecuencia directa.

¿Mejor sabor o nostalgia comercial?

Una de las razones principales por la cual muchos fanáticos del refresco apoyan esta idea es el sabor distinto del "Mexican Coke". En catas a ciegas, numerosos consumidores aseguran preferir este último por ser más "limpio" y "menos empalagoso". Pero, más allá del paladar, está el asunto de la identidad cultural y el marketing retro que evoca esta versión original del producto.

No debemos olvidar que el azúcar de caña fue el ingrediente utilizado en la fórmula original creada por John Pemberton en 1886. El HFCS no apareció en Coca-Cola sino hasta la década de 1980, en el contexto de una búsqueda de eficiencia económica durante el mandato de Ronald Reagan, quien también favoreció políticas agrícolas proteccionistas.

Así, el regreso al azúcar podría iluminar en muchos una época "más auténtica" y alimenta perfectamente la nostalgia que Trump explota magistralmente dentro de su base electoral.

La paradoja dietética de Trump y Coca-Cola

Lo irónico es que Trump, quien sigue defendiendo la idea del retorno del azúcar, se declara un adicto a la Diet Coke, la versión sin calorías del refresco y que utiliza aspartame como edulcorante. En 2017, mientras era presidente, tenía un botón rojo en su escritorio que supuestamente servía para pedir una Diet Coke al instante. Según un informe del New York Times de 2018, consumía hasta 12 latas al día.

Además, en el pasado Trump ha hecho declaraciones contradictorias sobre los refrescos de dieta, señalando en 2012 que "podrían estar relacionados con el aumento de peso" y luego llamando al producto "basura", aunque seguía bebiéndolo. Este patrón de contradicción calculada define gran parte de su estilo de comunicación.

¿Una estrategia política más?

El objetivo detrás del anuncio podría ir más allá de una sugerencia anecdótica. Trump está aprovechando una narrativa populista reforzada por su eslogan "Make America Great Again", esta vez aplicada a un producto nacional casi mítico. Fórmulas como "haz la Coca-Cola grande otra vez" apelan a la emoción, a la idea de recuperar lo perdido, de volver a una América "auténtica".

Esto no es nuevo. En 2018 hizo campaña contra Amazon y The Washington Post por razones similares: acusaciones de desestabilizar los valores estadounidenses tradicionales. Su estilo va más por crear una narrativa de conflicto entre "lo nacional" y "lo globalizado".

¿Qué dice la ciencia sobre el HFCS?

Desde el punto de vista nutricional, tanto el jarabe de maíz de alta fructosa como el azúcar de caña son azúcares simples y tienen efectos muy similares en el cuerpo. La American Heart Association advierte que el problema no radica en cuál se consume, sino en la cantidad, ya que el consumo elevado de azúcares añadidos se ha correlacionado con obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

El debate sobre si uno es "más saludable" que el otro sigue abierto, aunque la mayoría de los expertos concuerdan en que se trata de una ilusión de elección saludable: ambos azúcares son calóricamente equivalentes y su efecto metabólico es casi idéntico.

La Coca-Cola: símbolo cultural y económico

Coca-Cola no es solo una bebida: es un símbolo de identidad nacional, exportación cultural e ícono del capitalismo estadounidense. A lo largo de la historia, ha sido promocionada como "el sabor de América", incluso en contextos geopolíticos como la Guerra Fría, donde Coca-Cola y McDonald’s se convirtieron en estandartes del estilo de vida occidental.

Desde colaborar con la Segunda Guerra Mundial brindando bebida a soldados, hasta instalar sus marcas en prácticamente todos los países del globo (excepto Corea del Norte y Cuba), Coca-Cola es mucho más que un refresco: es un espejo de la globalización y de cómo América se sueña a sí misma.

Una jugada de marketing perfecta

Muchas grandes empresas han redescubierto el valor del marketing "vintage", y el azúcar no solo trae sabor, sino una carga emocional asociada con la autenticidad. Campañas recientes han mostrado cómo retornar a lo básico puede generar una poderosa conexión con consumidores que sienten que las grandes marcas se han vuelto "frías" y racionales.

De allí que reconstruir una versión nacional de Coca-Cola con azúcar podría ser percibido como un guiño a esos consumidores que buscan más que una bebida: quieren una experiencia emocional, un viaje al pasado, un símbolo de patriotismo casi comestible.

¿Volverán los 'sabor original' en masa a EE. UU.?

La incógnita sigue en el aire: Coca-Cola aún no confirma oficialmente tal cambio en su fórmula para el consumo masivo en EE. UU. Lo que sí es cierto es que una versión azucarada ya existe, y puede encontrarse en muchos supermercados en botellas originarias de México, Cuba o incluso zonas locales con producción especial.

Si lo dicho por Trump se concreta, podría marcar un giro interesante y arriesgado en la estrategia de Coca-Cola en su país de origen. Si no, quedará como otro capítulo en la narrativa hiperestética y nostálgica de Trump, que tiene a la vez algo de política, algo de show y mucho de estrategia comunicacional.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press