La conspiración Epstein: entre la fantasía, la política y el fuego que Trump no puede apagar
De promotor del misterio a silenciador oficial: cómo Donald Trump y sus aliados alimentaron teorías sobre Epstein... y ahora buscan detenerlas
Entre rumores y “amistades” en Palm Beach
“He conocido a Jeff por 15 años. Es un tipo estupendo. Es muy divertido estar con él. Se dice incluso que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas son bastante jóvenes”, dijo Donald Trump en 2002 al New York Magazine cuando aún era solamente un magnate inmobiliario con aspiraciones políticas difusas.
Aquella frase no sólo revela el tono burlón con el que Trump hablaba de sus allegados, sino que hoy se ha convertido en parte del archivo oscuro que lo conecta con una figura que se transformaría en símbolo del abuso, la impunidad y las teorías conspirativas del siglo XXI: Jeffrey Epstein.
La caída de Epstein y la explosión de teorías
Cuando Epstein fue arrestado en 2019 por cargos de tráfico sexual de menores y posteriormente hallado muerto en su celda en Nueva York el 10 de agosto del mismo año, el mundo entró en un frenesí de sospechas, hashtags y hilos interminables de Reddit. ¿Fue suicidio? ¿Un encubrimiento? ¿Quién más estaba implicado?
La Oficina del Médico Forense de Nueva York lo clasificó como suicidio por ahorcamiento. Sin embargo, importantes figuras del espectro político y mediático conservador en EE.UU., encabezados por... el propio Trump, levantaron una ola de sospechas que alimentó una narrativa de conspiración global.
Trump y su guiño a las conspiraciones
Apenas días después de la muerte de Epstein, Trump retuiteó un posteo que vinculaba la muerte del financiero con el ex presidente Bill Clinton. Luego dijo: “Quiero una investigación completa, y es exactamente lo que estoy exigiendo”, agregando que él nunca visitó la isla privada de Epstein y cuestionando si Clinton lo había hecho.
En 2020, durante una entrevista con Axios, Trump mantuvo abierta la posibilidad de asesinato, diciendo: “Su ‘novia’ murió en la cárcel. ¿Fue suicidio? ¿Lo mataron? La gente aún está tratando de resolverlo”. Un comentario que cayó como gasolina en el fuego de las redes sociales.
Maxwell, “la novia” y el vergonzoso “le deseo lo mejor”
En julio de 2020, Donald Trump fue consultado sobre Ghislaine Maxwell, la mano derecha de Epstein y reclutadora de menores. Su respuesta fue: “Le deseo lo mejor”. Una frase que desconcertó tanto a derechistas como a progresistas. Maxwell fue condenada en 2021 a 20 años de prisión.
Ese breve comentario fue interpretado por muchos como una señal, un símbolo, un mensaje encubierto. Como sucede en el mundo de la conspiranoia, cada vacilación pública puede transformarse en indicio de algo “más grande”.
De influencers a directores del FBI
En un giro sin precedentes, durante su segundo mandato, Trump ha colocado en puestos clave del aparato judicial y de inteligencia a figuras que hace apenas unos años alimentaban abiertamente teorías de conspiración sobre Epstein.
- Kash Patel: hoy Director del FBI, fue un promotor activo de la idea que Epstein fue asesinado para proteger a altos cargos. En 2023, criticó la tibieza del Congreso por no exigir la supuesta lista de “clientes VIP”.
- Dan Bongino: ahora subdirector del FBI. Como podcaster, definió el caso Epstein como “uno de los mayores escándalos políticos de nuestra época”.
- Pam Bondi: Fiscal General, afirmó a Fox News que “la lista de clientes está sobre mi escritorio” y que habría “decenas de miles de videos de Epstein con niños”.
Hoy, todos ellos niegan la existencia de dicha lista, afirman que fue suicidio y tratan de apagar el caos que ellos mismos sembraron. El Departamento de Justicia afirma que no hay implicados ocultos, ni documentos secretos, ni una red de encubrimiento institucional.
La comunidad conspiranoica no está conforme
El problema para Trump no es sólo mediático. Hay un sector no menor de su propia base que ve con recelo este cambio. Todo el fuego retórico sobre el “Estado profundo”, “la élite global”, los “pedófilos poderosos” que supuestamente manejaban el mundo, no puede apagarse con simples comunicados formales.
Trump tuvo que publicar una larga diatriba en su red Truth Social llamando a esto “la estafa Epstein” (Jeffrey Epstein Hoax) y alejándose de quienes “aún creen” en esas teorías, incluso llamándolos “débiles” e “indeseables como seguidores”.
Pero la verdad es que él mismo alimentó ese monstruo. Y ahora no logra ponerlo de vuelta en su jaula.
¿Quién fue Jeffrey Epstein?
Financiero, personaje del jet set neoyorquino y dueño de una isla en las Islas Vírgenes administradas como un paraíso secreto. Epstein navegaba con soltura entre actores, políticos, científicos y millonarios.
Aunque comenzaron a aparecer denuncias mucho antes, fue en 2019 cuando su pasado oscuro se volvió insostenible: tráfico de menores, coerción, chantajes, fiestas privadas con adolescentes. Su “Little Saint James” se convirtió en sinónimo de sospecha mundial.
Tras su arresto, su muerte en una celda sin vigilancia activa, cámaras dañadas y guardias dormidos, se convirtió en el caldo perfecto para el crecimiento de teorías aún más alocadas.
El peligro de las pseudo conspiraciones institucionalizadas
Lo que quizás más preocupa a analistas políticos y expertos en desinformación es cómo figuras involucradas en la gestión pública han ido de teorizar en podcasts a manejar la inteligencia nacional. Cuando la teoría de conspiración pasa del delirio amateur a la política estatal, el sentido de realidad puede difuminarse peligrosamente.
“Estamos ante un fenómeno donde ciertos segmentos del poder promueven la desconfianza en el sistema, sólo para luego heredar ese sistema y descubrir que ya nadie cree en ellos tampoco”, señala Karen North, experta en comunicación digital de la Universidad del Sur de California.
¿Y los archivos secretos?
En una entrevista de 2024 con Fox News, cuando se le preguntó si liberaría los archivos de Epstein, Trump declaró vacilantemente: “Creo que sí... menos que (los archivos del 11-S). Porque hay muchas cosas falsas ahí. Pero creo que lo haría”. Nada concluyente.
Comparado a su contundencia para liberar los archivos del asesinato de Kennedy, su tibieza ante el caso de Epstein resulta inexplicable... o demasiado explicable.
Un Frankenstein político en busca de autor
Trump y sus allegados alimentaron, durante años, una narrativa de corrupción moral entre las élites, que incluyó pizza parlors, túneles secretos, QAnons y listas imposibles.
Su reapropiación de la narrativa Epstein fue exitosa políticamente por mucho tiempo. Pero como dice el dicho, quien siembra vientos cosecha tempestades. Y ahora que quieren apagar la tormenta, muchos de sus seguidores no están dispuestos a dejar de creer.
Al final, como diría Umberto Eco: “Las teorías de conspiración no son necesarias porque generalmente el mundo no es gobernado por conspiraciones, sino por la incompetencia”. Pero la tentación de creer lo contrario... siempre es más seductora.