La inversión de empresas estadounidenses en China se desploma: ¿fin de una era dorada?
Tensiones geopolíticas, controles de exportación y desaceleración económica están empujando a las compañías estadounidenses a reconsiderar su presencia en China
Un panorama económico cada vez más sombrío
Las empresas estadounidenses que operan en China atraviesan uno de sus momentos más complicados en décadas. De acuerdo con una reciente encuesta publicada por el Consejo Empresarial EE.UU.-China, el año 2024 ha traído consigo una caída récord en los planes de inversión por parte de estas compañías, así como una notable pérdida de confianza en cuanto a beneficios y clima de negocios.
La encuesta, realizada entre marzo y mayo de este año, abarcó 130 empresas miembros del consejo, en su mayoría grandes multinacionales. Entre los hallazgos más reveladores, se destaca que más del 50% de las empresas no tiene planes de nueva inversión en China durante 2024. Este es el porcentaje más alto jamás registrado en estudios similares.
Tensiones geopolíticas y tarifas: un factor decisivo
El contexto no es fortuito. En los últimos años, la relación entre Estados Unidos y China se ha caracterizado por altibajos, marcados principalmente por la guerra comercial iniciada durante la presidencia de Donald Trump. Aunque recientemente hubo diálogos de alto nivel en Ginebra y Londres destinados a relajar algunas restricciones arancelarias, la incertidumbre persiste en torno a un acuerdo comercial más duradero.
“Las empresas en China son menos rentables ahora que hace unos años, pero los riesgos —tanto reputacionales como regulatorios y políticos— están aumentando”, afirmó Sean Stein, presidente del U.S.-China Business Council.
Exportaciones bajo control estadounidense
Un factor que afecta considerablemente las operaciones de las compañías estadounidenses son los controles de exportación impuestos por el gobierno de EE.UU., especialmente en sectores de alta tecnología. Estos controles, justificados bajo razones de seguridad nacional, impiden la venta de productos estratégicos como chips de alta gama —claves para aplicaciones militares y de inteligencia artificial— al gigante asiático.
El 40% de las empresas señaló que estas restricciones han tenido efectos negativos tangibles, incluyendo la pérdida de ventas, relaciones comerciales deterioradas y daño reputacional. En palabras de Kyle Sullivan, vicepresidente de servicios de asesoría del USCBC, “estos obstáculos están comprometiendo seriamente la competitividad global de muchas firmas” estadounidenses.
El caso Nvidia: chips y diplomacia tecnológica
Un ejemplo emblemático es el de Nvidia, la empresa de semiconductores con base en Silicon Valley. Si bien obtuvo recientemente autorización para vender sus chips H20 de inteligencia artificial en China, los productos más potentes de su catálogo siguen estando bajo restricciones. Aun así, su CEO Jensen Huang anunció que “la empresa reanudará ciertas ventas, bajo condiciones específicas”.
Estas medidas restrictivas abren la puerta a competidores europeos, japoneses o incluso locales que rápidamente llenan el vacío dejado por las compañías estadounidenses, lo cual agrava todavía más el impacto financiero.
Una economía china en desaceleración
China ya no es el imán de inversión extranjera que solía ser. Su economía se ha debilitado debido a una demanda interna débil y una sobrecapacidad industrial que ha erosionado la rentabilidad. La inflación, la inestabilidad regulatoria y los problemas de acceso al mercado ya no encabezan las preocupaciones de las empresas, simplemente porque han sido superadas por nuevos desafíos aún más desalentadores.
“No es que la situación en China haya mejorado en términos regulatorios o de propiedad intelectual”, explicó Stein, “sino que las dificultades desde el lado estadounidense son ahora tan grandes, que sobrepasan incluso esos problemas históricos”.
Relocalización de operaciones: tendencia creciente
Otro dato preocupante: un récord del 27% de las compañías planea trasladar sus operaciones fuera de China, subiendo significativamente desde el 19% registrado en 2023. Esta tendencia refleja una reconfiguración importante en la estrategia global de las multinacionales, cada vez más interesadas en diversificar sus cadenas de suministro para disminuir la dependencia con China.
Los efectos globales y el papel de Europa
Estados Unidos no es el único actor que está redibujando su mapa de inversiones. Según un informe de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, muchas empresas europeas están reduciendo costes y cortando inversiones frente a una competencia feroz que empuja los precios a la baja. Este fenómeno parece confirmar que China ya no es la tierra prometida de crecimiento que fue en las dos primeras décadas del siglo XXI.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también ha señalado la necesidad de un presupuesto más ambicioso para garantizar la independencia tecnológica y estratégica del bloque, en parte como respuesta a la desconexión progresiva de las cadenas productivas con China.
El riesgo de quedarse atrás
Pese a este escenario, muchas empresas estadounidenses reconocen que es imposible ser competitivas a nivel global sin tener presencia operativa o comercial en China. Este dilema las enfrenta a una encrucijada: permanecer en un entorno cada vez más hostil o salir y renunciar a uno de los mercados más grandes del planeta.
Tal como señala el informe, “casi todas las compañías estadounidenses indicaron que no pueden mantener su competitividad global sin sus operaciones actuales en China”, lo que subraya la complejidad de las decisiones que deben tomar.
Entonces, ¿el principio del fin?
No sería justo afirmar que las empresas estadounidenses están abandonando por completo China, pero sí que están migrando hacia una posición de cautela estratégica. Las nuevas inversiones se paralizan, las operaciones existentes se replantean y se exploran con más fuerza mercados alternativos como el sudeste asiático, India o América Latina.
Estamos presenciando una transformación estructural que podría tener efectos duraderos no solo en las finanzas corporativas, sino también en el equilibrio geopolítico y comercial del planeta en los próximos años.
Como dijo el analista económico Raymond Yeung, de ANZ Bank, en una entrevista al South China Morning Post: “Este proceso de desacoplamiento no será inmediato ni total, pero podría marcar el fin de una era de integración económica sin precedentes.”
¿De qué dependerá el futuro?
Todo apunta a que los próximos pasos estarán determinados por las negociaciones entre ambas potencias. Si se logra un nuevo pacto comercial más estable, las empresas podrían considerar retomar sus planes de expansión. Si no, lo más probable es que veamos una continuación del éxodo corporativo y una reconfiguración profunda de las cadenas de valor globales.
En cualquier caso, lo que antes era una relación simbiótica ahora se acerca peligrosamente a una dinámica de competencia geoestratégica.