PEPFAR en la cuerda floja: ¿Puede el mundo permitirse perder su mejor programa contra el VIH?
Mientras Estados Unidos recorta fondos de ayuda internacional, crece el temor al resurgimiento del sida y la desestabilización de sistemas de salud clave en África
Un legado bipartidista bajo amenaza
Desde su creación en 2004, el programa PEPFAR (Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del SIDA) ha sido señalado como uno de los esfuerzos más exitosos en la historia del auxilio humanitario internacional. Lanzado por el presidente republicano George W. Bush, ha contado con respaldo bipartisan durante casi dos décadas y se le atribuye haber salvado más de 25 millones de vidas en todo el mundo, especialmente en países del África subsahariana.
Pero todo eso está en riesgo.
La administración de Donald Trump comenzó un agresivo desmantelamiento de diversos programas de ayuda exterior, en nombre de la reducción del gasto y el combate contra el fraude, y PEPFAR no ha sido totalmente inmune. Aunque recientemente fue salvado de un recorte de $400 millones gracias a la resistencia de legisladores republicanos en desacuerdo con Trump, la alarma persiste en los pasillos de clínicas, organizaciones humanitarias y gobiernos locales en países altamente dependientes de la financiación estadounidense.
¿Qué es PEPFAR y por qué ha sido tan crucial?
Lanzado en respuesta al avance sin control del sida en los años 90 y principios de los 2000, PEPFAR ha revolucionado el acceso a tratamiento. Proporciona antirretrovirales vitales a millones, apoya programas de prevención como la PrEP, ayuda con el diagnóstico temprano y refuerza los sistemas de salud en países clave.
Entre sus logros tangibles están:
- El nacimiento de 5.5 millones de bebés libres de VIH gracias a madres tratadas adecuadamente.
- Millones de vidas salvadas vía acceso a terapias que antes eran impagables.
- Programas integrales que incluyen desde tratamiento al empleo para portadores del virus.
Los países africanos, especialmente, han visto mejoras sustanciales. Por ejemplo, Eswatini (anteriormente Suazilandia), una monarquía absoluta en el sur del continente, ostenta la mayor tasa de prevalencia de VIH en el mundo con cerca del 26% de adultos infectados. El acceso a los fondos de PEPFAR ha sido clave en su estrategia de contención, prevención y tratamiento.
Las consecuencias de los recortes
Las decisiones administrativas de Trump han generado un efecto dominó. Aunque la posible eliminación de $400 millones ha sido, por ahora, contenida, los daños colaterales ya son tangibles.
Según UN AIDS, los recortes y la retirada abrupta de los fondos estadounidenses han provocado:
- Desabastecimiento de cadenas de suministro de medicamentos esenciales.
- Cierre de centros especializados (solo en Sudáfrica ya cerraron 12 clínicas financiadas por EE.UU.).
- Desempleo para más de 8.000 trabajadores de la salud del programa nacional contra el VIH en Sudáfrica.
- Suspensión de campañas de prevención y testing.
- Pérdida de acceso a tratamiento por parte de miles de pacientes, algunos de ellos en riesgo de desarrollar resistencia a los medicamentos.
“Ha sido realmente caótico para nosotros”, dijo Mbonisiwe Hlongwane, directora del programa de VIH en el hospital público Bertha Gxowa en Germiston, Sudáfrica.
La situación no solo deja a pacientes vulnerables, sino que también pone en jaque los avances globales. La ONU estima que, de persistir estos recortes, podríamos ver 4 millones de muertes adicionales por sida para 2029, incluyendo 300.000 niños.
La desinformación como arma política
El programa ha sido víctima de discursos políticos movilizados por agendas conservadoras dentro de EE.UU. El influyente grupo Heritage Foundation acusó a la administración Biden de “usar PEPFAR para promover una agenda social radical en el extranjero”, insinuando —sin evidencia— que el programa estaba fusionándose con recursos para facilitar el aborto.
Estas afirmaciones, aunque negadas por el gobierno y desmentidas por múltiples informes, han influido en la erosión del apoyo tradicional que PEPFAR tenía incluso entre los republicanos.
Auditorías y desempeño
Otro argumento utilizado por Trump ha sido el de la “corrupción generalizada”. No obstante, según el Departamento de Estado de EE.UU., el programa ha sido ampliamente auditado. Solo en el último año, hubo 80 inspecciones, revisiones y auditorías específicas, incluyendo 21 centradas exclusivamente en PEPFAR.
Lejos de corroborar la falta de transparencia, estas auditorías refuerzan la idea de un programa que ha cumplido estrictos estándares de calidad, trazabilidad y rendimiento.
Impacto sociopolítico: Eswatini como ejemplo
La monarquía de Eswatini — el único reino absoluto en África — es emblemática de cómo el programa estadounidense ha incursionado incluso en contextos políticos complejos. Gobiernos como el de el rey Mswati III, criticado por su estilo de vida lujoso y represión a disidentes, han sido receptores claves de la ayuda.
El problema en Eswatini es doble: por un lado, se enfrenta a niveles altísimos de VIH; por otro, depende casi enteramente de financiación externa. Según el Banco Mundial, más del 50% de la población vive con menos de $4 diarios. En tal contexto, la ayuda internacional no es una opción; es una línea de vida.
No obstante, con los recortes, el país se ha visto obligado incluso a aceptar deportaciones de migrantes provenientes de Vietnam, Yemen, Cuba y Jamaica por parte de EE.UU., a cambio de paquetes de asistencia y convenios diplomáticos.
La ciencia no se detiene, pero necesita respaldo
Mientras tanto, la ciencia progresó con el desarrollo de nuevos métodos de prevención más prácticos, como la inyección semestral aprobada por la FDA para evitar el contagio del VIH. Pero sin fondos para distribución masiva, estos avances podrían quedar fuera del alcance de quienes más los necesitan.
Los investigadores en Sudáfrica, por ejemplo, vieron cómo importantes ensayos clínicos sobre la vacuna contra el VIH fueron cancelados por falta de recursos estadounidenses.
La doctora Beatriz Grinsztejn, presidenta de la International AIDS Society, alertó:
“Debemos mantenernos vigilantes. El trabajo de décadas puede perderse si no garantizamos su continuidad.”
¿Hay alternativa a PEPFAR?
La respuesta corta: no, al menos a corto plazo. Ningún país occidental o institución internacional tiene la capacidad actual de rellenar el enorme vacío financiero y logístico que dejaría una retirada de PEPFAR.
La dependencia es estructural. PEPFAR no solo distribuye medicamentos, también capacita personal, fortalece sistemas informáticos, mejora laboratorios, y hasta apoya documentaciones de identidad para integración social y trazabilidad médica.
Según la ONU, su ausencia ya ha forzado a muchas organizaciones comunitarias a cerrar o reducir actividades drásticamente.
¿Esperanza de salvación?
Todos los ojos están puestos en el Congreso de EE.UU., donde aún podrían restaurarse partes del presupuesto. Pero incluso si eso ocurre, el mensaje político ya ha sembrado incertidumbre.
Se requiere más que un rescate puntual. Hacen falta garantías a largo plazo de compromiso, estabilidad y inmunidad frente a vaivenes ideológicos. La salud pública global no puede seguir bailando al son de las elecciones estadounidenses.