‘Los Hombres de Hiroshima’: Un retrato estremecedor del poder atómico y sus consecuencias
El nuevo libro de Iain MacGregor nos invita a reflexionar sobre los verdaderos costos humanos del bombardeo nuclear sobre Hiroshima, ochenta años después del fatídico 6 de agosto de 1945
El nuevo libro del historiador británico Iain MacGregor, titulado ‘The Hiroshima Men: The Quest to Build the Atomic Bomb, and the Fateful Decision to Use It’, no es simplemente otra obra más sobre la Segunda Guerra Mundial. Es un testimonio vibrante, profundamente humano y desgarrador sobre los protagonistas —directos e indirectos— de uno de los eventos más trágicos de la historia moderna: el bombardeo atómico sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945.
Una mirada desde el epicentro de la catástrofe
Uno de los pilares narrativos del libro es John Hersey, el joven periodista de 32 años que viajó a Japón en 1946 y desafió el discurso oficial estadounidense con su reportaje histórico en The New Yorker. Su texto de 30,000 palabras no solo rompió con los convencionalismos del periodismo de la época, sino que mostró al mundo occidental algo que su gobierno no había querido admitir: las consecuencias humanas, médicas y sociales de la bomba atómica eran mucho peores de lo que se había informado.
Hersey se centró en las historias de seis sobrevivientes —mujeres, hombres, ancianos y niños— afectados no solo por la explosión inicial, sino por la radiación, cuyas secuelas conducirían a enfermedades mortales y sufrimientos prolongados. Según datos oficiales, entre 70,000 y 80,000 personas murieron instantáneamente por la explosión. Al terminar 1945, el número total de muertes estaba en torno a 140,000. Décadas después, miles más seguirían sucumbiendo a efectos tardíos como cáncer y leucemia (Hiroshima Peace Media Center).
Los protagonistas: héroes, científicos... ¿o verdugos?
El relato de MacGregor nos adentra en las vidas de algunos de los hombres clave que contribuyeron directa o indirectamente al desarrollo y uso de la bomba:
- Paul Tibbets Jr., piloto del Enola Gay, el bombardero B-29 que lanzó la bomba sobre Hiroshima y que fue bautizado así en honor a su madre.
- J. Robert Oppenheimer, el físico brillante que lideró el Proyecto Manhattan desde el laboratorio secreto de Los Álamos, en Nuevo México. Su conflicto moral quedó registrado en frases como: “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.
- Henry "Hap" Arnold, comandante de la Fuerza Aérea del Ejército de EE.UU., visionario que impulsó el uso del B-29 como arma estratégica de largo alcance.
- Senkichi Awaya, el alcalde de Hiroshima en el momento del bombardeo. Falleció junto con otros miles en lo que debía ser una jornada rutinaria de agosto.
El enfoque narrativo de MacGregor permite entender que estas figuras no solo fueron piezas de una maquinaria bélica, sino seres humanos atrapados en decisiones complejas, muchas veces bajo presión política y militar.
El infierno en la tierra
Los capítulos finales del libro son los más impactantes. MacGregor describe con detalle casi cinematográfico el paisaje devastado de Hiroshima: cuerpos carbonizados, edificios arrasados, sobrevivientes desorientados y niños vagando sin rumbo. Una línea sobresale en este mar de horror: “La piel les colgaba como harapos, y sus ojos parecían salirse de las órbitas”.
Se estima que cerca del 69% de los edificios de Hiroshima fueron destruidos y un 6% resultó gravemente dañado. El propio reloj de la ciudad se detuvo a las 8:15 a.m. —la hora exacta del impacto—, símbolo indeleble de un tiempo congelado en el horror.
¿Era inevitable la bomba?
Una de las preguntas centrales del libro —y de la historia misma— es si el uso de la bomba era realmente necesario. Estados Unidos defendió su decisión asegurando que aceleró el fin de la guerra y evitó una invasión terrestre al Japón, lo que habría costado millones de vidas.
Sin embargo, documentos históricos revelan que algunos altos mandos militares, incluyendo al general Dwight D. Eisenhower y al almirante William Leahy, se opusieron al uso de la bomba. En palabras de Eisenhower:
“Los japoneses ya estaban derrotados y listos para rendirse… no era necesario golpearlos con esa cosa horrible.”
Otros estudios, como los del Bulletin of the Atomic Scientists, han evidenciado que Japón había iniciado gestiones diplomáticas a través de la Unión Soviética antes del bombardeo.
Una reflexión para el presente
Con el 80º aniversario del bombardeo acercándose en agosto, el libro de MacGregor llega en un momento extremadamente relevante. Actualmente, existen más de 12,500 armas nucleares en el mundo, según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), y muchas naciones —incluyendo Estados Unidos, Rusia, China e India— continúan desarrollando nuevas tecnologías armamentísticas.
Este libro es más que una crónica histórica; es un llamado de atención. A través de los ojos de un alcalde sacrificado, un piloto exitoso, un científico brillante y un periodista valiente, The Hiroshima Men nos recuerda que lo imposible —la aniquilación masiva por decisión humana— no solo es posible, sino que ya ha ocurrido.
¿Qué nos queda por aprender?
En palabras del propio MacGregor:
“Espero que, al mirar directamente la experiencia de este evento aterrador y catastrófico, puedas juzgar por ti mismo si este viaje a través de las experiencias de un alcalde de ciudad, un piloto, un general del ejército y un periodista galardonado, todos íntimamente conectados con Hiroshima, valió la pena.”
La historia no puede cambiarse. Pero sí puede estudiarse, comprenderse y, en el mejor de los casos, servir como advertencia. “Los Hombres de Hiroshima” debería ser lectura obligatoria para líderes mundiales, estudiantes y ciudadanos comunes. Nos recuerda que el precio de la guerra va mucho más allá de las cifras: se mide en vida, en miedo, en piel que cae como mantos, en órdenes ejecutadas sin volver atrás y en una ciudad que, a las 8:15 de aquel lunes, quedó suspendida en el incendio eterno del primer infierno nuclear.