¿Recortes o retrocesos? El nuevo rumbo del gasto público bajo Trump sacude a EE.UU.
La eliminación de fondos para difusión pública y ayuda extranjera revela una estrategia que prioriza la política sobre la seguridad global y nacional
Por qué los recortes de Trump no solo trajeron austeridad, sino también controversia, riesgos y profundas consecuencias geopolíticas.
Un giro histórico en la gestión presupuestaria
Donald Trump ha logrado lo que ningún presidente estadounidense había hecho en décadas: aprobar con éxito una solicitud de rescisión presupuestaria por casi 9.000 millones de dólares. Este hito, alcanzado en julio de 2025, permitió al Congreso recortar fondos ya aprobados anteriormente. Entre los programas afectados destacan la Corporación de Difusión Pública (CPB) y diversas líneas de ayuda extranjera humanitaria.
La medida —promovida por Russ Vought, director de la Oficina de Administración y Presupuesto— marca un cambio doctrinal significativo. Representa el uso de un mecanismo poco común para eliminar programas que el Ejecutivo considera contrarios a su visión ideológica, en vez de negociar su eliminación en procesos presupuestarios regulares.
La razón detrás del golpe a la Corporación de Difusión Pública
La CPB, que recibe tradicionalmente alrededor de $500 millones anuales, se quedó sin 1.100 millones de dólares correspondientes a los próximos dos años fiscales. Esta institución financia más de 1,500 estaciones de televisión y radio públicas, muchas de ellas en zonas rurales.
Para el gobierno, estos medios representan un gasto “innecesario” y, según sus voceros, están políticamente sesgados. Sin embargo, para sus defensores, su ausencia podría comprometer servicios vitales como sistemas de alerta de emergencias. La senadora republicana Lisa Murkowski (Alaska) señaló:
“No es solo tu fuente de noticias. Es tu sistema de alerta por tsunamis, de deslizamientos, de actividad volcánica”.
Menos de 24 horas después de sus declaraciones, un sismo de magnitud 7.3 sacudió la costa de Alaska, obligando a estaciones públicas —que ahora enfrentan recortes— a emitir alertas de evacuación.
El desmantelamiento de la ayuda exterior: ¿ahorro o abandono?
El otro gran bloque de recortes —$8.000 millones— corresponde a programas de asistencia internacional. Entre los programas eliminados destacan:
- $800 millones en refugio y reunificación familiar para refugiados.
- $496 millones en alimentos, agua y atención sanitaria en países afectados por conflictos o desastres naturales.
- $4.150 millones para desarrollo económico e institucional en países en vías de desarrollo.
Críticos como el senador demócrata Brian Schatz (Hawái) alertaron:
“La gente está muriendo ahora mismo, no a pesar de nosotros, sino por nosotros. Estamos causando muertes.”
El temor de muchos es que el vaciado de estos programas debilitará la posición de EE.UU. frente a naciones competidoras como China, que aumentan su influencia mediante préstamos y ayuda humanitaria.
Una historia que se repite: ¿Trump contra la diplomacia y las instituciones independientes?
Los recortes no ocurrieron en el vacío. Vienen acompañados de una oleada de despidos masivos en organismos cruciales como el Departamento de Estado (más de 1.300 empleados en julio 2025), así como la controversial destitución de la fiscal federal Maurene Comey, reconocida por perseguir redes de tráfico sexual como el caso Jeffrey Epstein.
Si a eso sumamos la marginación de programas con décadas de respaldo bipartidista, como el PEPFAR (Plan de Emergencia para el Alivio del Sida) —el cual fue retirado de la lista de recortes tras presiones internas—, vemos un patrón. Trump parece ejecutar una purga institucional de las áreas que entorpecen su visión unilateralista y nacionalista.
¿Austeridad o estrategia ideológica?
Los partidarios del plan aseguran que este es un paso hacia la “cordura fiscal.” El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson (R-La.), declaró:
“Necesitamos recuperar la sensatez fiscal, y este es un paso importante.”
Sin embargo, el argumento de la austeridad pierde fuerza cuando se contrasta con el enorme aumento de la deuda pública proyectado en otras áreas. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, las recientes reformas fiscales promovidas por Trump aumentarán la deuda en $3.3 billones en la próxima década.
Entonces, ¿por qué estos recortes? Todo parece indicar que no se trata tanto de ahorrar, sino de reafirmar prioridades ideológicas: reducir el papel del gobierno, castigar medios críticos y desmantelar estructuras internacionales que el trumpismo considera irrelevantes o amenazantes.
Reacciones en cadena y consecuencias a largo plazo
La eliminación de fondos a difusoras públicas amenaza con crear desiertos informativos en áreas rurales, donde las estaciones locales podrían cerrar. Esto, en contextos de emergencia climática o catástrofes naturales, podría significar más peligros para los ciudadanos.
En el extranjero, la desaparición de programas de asistencia puede provocar mayor inestabilidad en regiones vulnerables y aumentar la influencia de actores como China, Rusia e Irán, que aprovechan los vacíos estratégicos para extender su poder blando.
De hecho, según un informe publicado por el think tank Center for Global Development, cada dólar invertido en ayuda internacional genera beneficios económicos y diplomáticos múltiples para Estados Unidos.
La puerta abierta al abuso: ¿pérdida del control legislativo?
Finalmente, este tipo de recortes autoritarios levanta la preocupación de que el Poder Legislativo está cediendo demasiado terreno al Ejecutivo. Debido al mecanismo de rescisión, el Congreso solo necesita mayoría simple para aprobar recortes, lo que permite a un solo partido imponer su voluntad sin consenso.
El senador republicano Roger Wicker, aunque votó a favor, advirtió:
“No hagamos de esto una costumbre.”
Su crítica resuena en un Congreso cada vez más polarizado, donde las decisiones fundamentales para millones se toman a contrarreloj y con escasa deliberación.
Lo que viene: más recortes en el horizonte
Russ Vought ya adelantó que viene otro paquete de rescisiones. El precedente ha sido fijado, y los próximos meses podrían ver el desmantelamiento de más programas históricos en nombre de una visión que privilegia el aislamiento, la propaganda política y el control centralizado.
Como advirtió Maurene Comey en su carta de despido:
“El miedo es la herramienta de un tirano.”
Y bajo este nuevo paradigma, el miedo quizás empieza a sentirse tanto en los pasillos del poder como en los campos de refugiados olvidados por la diplomacia estadounidense.