Criptomonedas, poder político y el futuro financiero de EE. UU.: ¿regular o especular?

El Congreso impulsa nuevas leyes para legitimar a las criptomonedas mientras Trump apuesta por convertir a EE. UU. en la capital mundial del cripto. ¿Oportunidad o amenaza?

Un giro regulatorio que sacude la industria

El Congreso de Estados Unidos ha aprobado una serie de legislaciones que buscan regular con mayor claridad el mercado de las criptomonedas, marcando lo que muchos consideran un punto de inflexión para esta industria aún emergente. Entre lo más destacado se encuentra una ley que establece marcos regulatorios para los stablecoins (criptomonedas estables), un proyecto que ha sido aprobado con raro y notable consenso bipartidista en el Senado.

Este acontecimiento sucede tras una iniciativa clara del presidente Donald Trump, quien desea posicionar a Estados Unidos como la "cripto capital del mundo". El paquete legislativo también incluye una ley adicional que prohíbe expresamente al sistema de la Reserva Federal (la Fed) emitir su propia moneda digital, una señal clara de contención frente al avance estatal en este espacio.

¿Qué son los stablecoins y por qué son importantes?

Los stablecoins son criptomonedas que están diseñadas para mantener una paridad (habitualmente uno a uno) con otro activo de menor volatilidad, como el dólar estadounidense. Esta estabilidad las posiciona como una opción más adecuada para pagos y ahorro en comparación con criptomonedas volátiles como el Bitcoin o Ethereum.

Según cifras del Departamento del Tesoro, se estima que el mercado de stablecoins podría crecer hasta alcanzar los 3,7 billones de dólares hacia finales de esta década si se promulgan marcos regulativos apropiados.

El nuevo proyecto exige a los emisores de stablecoins cumplir con las leyes contra el lavado de dinero y las sanciones internacionales estadounidenses. Además, obliga a mantener reservas tangibles para respaldar estas monedas, reduciendo considerablemente el riesgo de colapsos como el que sufrió TerraUSD en 2022.

Trump y el mundo cripto: ¿conflicto de intereses?

No todo ha sido celebración. La congresista demócrata Maxine Waters ha expresado su preocupación de que estas legislaciones, más que proteger a los consumidores, estén diseñadas para legitimar los intereses financieros del propio Trump y su familia.

Según informes financieros publicados en junio de 2025, Trump obtuvo ganancias por más de 57 millones de dólares en ventas de tokens a través de la empresa World Liberty Financial, en la que su familia tiene participación directa. Esta firma incluso ha lanzado su propia stablecoin, conocida como USD1.

A pesar de que el proyecto prohíbe a miembros del Congreso —y sus familias— beneficiarse directamente de stablecoins, esta limitación curiosamente no aplica al presidente ni a su círculo cercano.

Miedo a los gigantes tecnológicos: ¿una utopía monetaria corporativa?

Una de las críticas más persistentes al proyecto es que permite a grandes corporaciones —como las de tecnología— emitir sus propias monedas digitales. La senadora Elizabeth Warren fue contundente: "Si este proyecto llega a aprobarse, Elon Musk y Mark Zuckerberg podrían emitir su propia moneda".

En 2019, Facebook ya intentó lanzar su propia criptomoneda, Libra (posteriormente Diem), pero el proyecto fue finalmente desmantelado ante las enormes preocupaciones regulatorias en EE. UU. y Europa. Hoy, con reglas más benévolas, es posible que proyectos similares regresen de la mano de empresas con recursos virtualmente ilimitados.

El otro frente: prohibición del dólar digital emitido por la Fed

En paralelo, la Cámara de Representantes también votó —con fuerte apoyo republicano— para prohibir una moneda digital emitida directamente por el gobierno a través de la Reserva Federal. El argumento central es que este tipo de moneda podría otorgar al gobierno un control excesivo sobre las transacciones privadas y representar un peligro para la libertad financiera.

Sin embargo, expertos en tecnología financiera advierten que esta negativa podría hacer que EE. UU. quede rezagado en la carrera global por establecer un estándar de Moneda Digital de Banco Central (CBDC por sus siglas en inglés), donde China y la Unión Europea ya han avanzado significativamente.

Trump, energías renovables y su cruzada contra lo “verde”

Esta tendencia desreguladora en favor de las criptomonedas contrasta frontalmente con la nueva orden firmada por Trump para frenar proyectos de energía renovable en terrenos federales. Bajo esta orden, todos los proyectos de energía eólica y solar deben ser aprobados personalmente por el secretario del Interior, lo cual ha sido recibido como un intento de entorpecer iniciativas limpias mientras el gobierno promueve combustibles fósiles con subsidios renovados.

Stephanie Bosh, vicepresidenta de la Asociación de Industrias de Energía Solar, calificó la medida como un "grave retroceso": “Agregar más capas burocráticas a los proyectos de energía limpia es exactamente lo que no necesitamos en este momento”.

Este enfoque se alinea con otras decisiones recientes, como una ley que elimina gradualmente los créditos fiscales para renovables pero aumenta los incentivos para carbón, petróleo y gas. La ironía no se escapa: mientras se impulsa una revolución monetaria digital, se apuesta por una contrarrevolución energética anclada en tecnologías del siglo XX.

Una oportunidad regulada o una distopía financiera en construcción

¿Es esta nueva ley una apertura financiera democrática o una nueva forma de concentración de poder? Si bien el mercado cripto requería regulación para proteger al consumidor y estabilizar su uso, existe el temor palpable de que este nuevo marco lo que haga sea legitimar a actores ya poderosos —como Trump o las grandes tecnológicas— para monopolizar el futuro monetario.

En palabras del presidente del Comité de Servicios Financieros, French Hill: “Los sistemas de pagos están cambiando radicalmente en todo el mundo”. Y tiene razón. Pero la pregunta sigue siendo: ¿quién controlará esos sistemas?

Lo que está en juego no es solo la innovación financiera, sino el control político, económico y tecnológico del nuevo orden monetario. Estados Unidos parece dispuesto a liderar esta transformación, aunque el costo parezca ser —de momento— la independencia energética y la neutralidad institucional.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press