El arte escondido de transformar madera en música: Tan Chin Seng, el primer lutier profesional de Malasia

Desde Kuala Lumpur al escenario mundial: cómo un exprogramador malasio está cambiando el panorama de la lutería en Asia con dedicación y maestría

Un oficio ancestral en un rincón inesperado del mundo

En un modesto taller situado en un suburbio cerca de Kuala Lumpur, Malasia, se esconde una de las historias más fascinantes del arte sonoro contemporáneo. Allí, entre virutas de madera, barnices y herramientas antiguas, Tan Chin Seng, de 45 años, lleva más de una década dedicándose en cuerpo y alma a un oficio que parecía exclusivo del Viejo Continente: la lutería. Este término, que designa la construcción artesanal de instrumentos de cuerda como violines, violas y violonchelos, tiene raíces profundas en Europa, con nombres legendarios como Antonio Stradivari o Giuseppe Guarneri. Sin embargo, Tan ha demostrado que el legado del sonido perfecto también puede florecer en el sudeste asiático.

De la informática a la magia sonora: un giro inusual

Tan no creció con un violín en las manos ni soñaba desde niño con tallar madera. Su formación académica lo llevó a licenciarse en Ciencias de la Computación, y por un tiempo colaboró en el negocio familiar de alimentación y fue copropietario de una escuela de música. Fue precisamente en ese entorno, en 2010, donde surgió la chispa: un violín viejo necesitaba reparaciones, lo que lo llevó a China. El encuentro con el instrumento desde un punto de vista técnico marcó el inicio de un camino de descubrimiento que cambiaría su vida para siempre.

En China, conoció al lutier Han Zhao Sheng, quien aceptó tomarlo como aprendiz. Allí construyó su primer violín y supo, con certeza, que había encontrado su vocación. “Hay carpintería, diseño artístico, acústica, química, física… y al final, todo se convierte en música. Me encanta todo eso”, afirma Tan, quien encontró finalmente un lugar donde sus pasiones técnicas y creativas convergían.

Un aprendizaje que cruzó océanos

Tan no se conformó con su formación inicial. Viajó repetidamente entre Kuala Lumpur y Pekín, y más tarde se trasladó a Italia —la cuna de la lutería— para estudiar con maestros europeos. Su nivel de compromiso rayaba en la obsesión: dedicaba hasta 16 horas diarias a perfeccionar la talla de una tapa armónica o a encontrar el barniz ideal. En 2015 decidió dejarlo todo y convertirse en lutier a tiempo completo.

Deciso: donde el arte cobra forma

Su taller, llamado Deciso, está saturado de materiales nobles. Abundan bloques de arce y abeto europeo, herramientas precisas como cinceles, lijas y moldes, y frascos con barnices secretos. Allí, Tan trabaja solo o junto a sus aprendices, construyendo entre ocho y diez instrumentos por año. Cada uno exige cientos de horas de artesanía meticulosa y tiene un precio de salida de 12.000 euros (unos $14.000 USD).

La elección de materiales es tan importante como la destreza del lutier. El abeto se emplea para la tapa superior por su destacada resonancia, mientras que el fondo, los aros y el mástil suelen esculpirse en arce. Tan adquiere estas maderas en ferias europeas o en el evento anual de madera en Shanghái, y siempre se asegura de que estén secadas y envejecidas durante años para prevenir deformaciones.

Una técnica que mezcla ciencia e intuición

La construcción de un violín comienza con el tallado de la tapa y el fondo a grosores precisos. La mínima diferencia puede alterar sustancialmente la calidad del sonido. Luego viene el doblado de los aros con calor, el ensamblaje del cuerpo, la talla del característico volute o caracol y la aplicación del barniz, que no solo protege sino que también afecta el timbre final del instrumento. La mezcla es secreta, y Tan elabora la suya con ingredientes y métodos propios, al igual que los antiguos maestros italianos.

Como último paso, se tallan el puente y la barra armónica antes de montar las cuerdas. Todo debe estar perfectamente alineado para maximizar la respuesta acústica. La paciencia y la sensibilidad son virtudes imprescindibles.

Un reconocimiento que abrió puertas

Sus primeros años como lutier no fueron sencillos. En un país sin tradición luterística, muchos clientes sospechaban de la calidad de sus instrumentos frente a los modelos industriales. Todo cambió cuando ganó premios internacionales en Italia y otros países. La reputación de Tan creció, hasta convertirse en una figura respetada a nivel global; hoy, más de la mitad de sus clientes provienen de Francia, Alemania y Hong Kong.

“La calidad de su trabajo es comparable a la de cualquier luthier europeo con décadas de experiencia. Su sensibilidad al tono y su entendimiento de la acústica resultan excepcionales”, opinó en una entrevista el lutier italiano Davide Sora, uno de sus mentores.

Formando una nueva generación

El impacto de Tan no se limita a su obra personal. Hoy en día, otros dos lutiers trabajan a tiempo completo en Malasia gracias a su formación, y ha inspirado a Chan Song Jie, la primera lutier mujer del país. Aunque sigue siendo un campo muy exigente —“La pasión no basta, hay que estar un poco loco”, dice entre risas—, algunos jóvenes apuestan por dedicarse profesionalmente a este arte.

En mi taller, todos estamos algo locos. Simplemente amamos demasiado este trabajo”, asegura mientras señala con orgullo a sus discípulos concentrados en sus bancadas. En su estudio, no hay señales de marketing ni de interés comercial exagerado. Solo gente profundamente enamorada del proceso de hacer música desde la madera.

¿Puede Asia convertirse en un nuevo epicentro de la lutería?

En las últimas décadas, países como China, Corea del Sur y Japón han desarrollado redes robustas de lutería. De hecho, China es hoy el mayor productor mundial de violines —aunque mayoritariamente industriales—, y Taiwán es conocida por un floreciente mercado artesanal para músicos profesionales.

La historia de Tan Chin Seng se suma a esta ola pero desde una perspectiva diferente: la de calidad antes que cantidad, arte antes que negocio. En este sentido, su lucha y sus logros se asemejan a movimientos culturales que buscan reinterpretar las tradiciones globales desde visiones autóctonas.

Está demostrando que la excelencia no tiene nacionalidad”, comenta la musicóloga y profesora de violín Dr. Lin Hsiao-Yun, de la Universidad Nacional de Singapur. “Cuando sostienes uno de sus violines y tocas una nota, sabes que estás ante algo verdaderamente especial.”

Un legado construido a mano

Tan ha sido invitado a exponer sus violines en ferias internacionales, y algunos músicos de alto nivel han comenzado a encargarle instrumentos para conciertos y grabaciones. Uno de ellos es el violinista suizo Jérôme Kopp, quien describe su violín Deciso como “una joya viva que cambia con la música y el ambiente.”

Para un país donde la lutería era prácticamente desconocida hace apenas una década, Tan es mucho más que un constructor de instrumentos. Es el pionero de un arte silencioso pero poderoso, que transforma piezas de madera europea en extensiones del alma de un músico.

Con cada curva con su gouge de mano, cada capa de barniz aplicada con mimo, y cada consejo dado a sus discípulos, Tan escribe la partitura de un legado que desafía fronteras y prejuicios. Y aunque sus violines no llevan una etiqueta dorada de Cremona, su sonido podría hacer sonrojar a más de un Stradivarius.

En un mundo cada vez más digital y veloz, el trabajo de Tan Chin Seng nos recuerda que la belleza se toma su tiempo, y que la perfección aún puede construirse con las manos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press