Entre las cenizas de Altadena: cómo el reciclaje de materiales tras incendios puede transformar comunidades
Después de la devastación por los incendios Eaton y Palisades, Altadena se reconstruye con metal, concreto y madera reciclados: una mirada profunda al renacimiento sustentable de una comunidad en crisis.
Una tragedia entre conejos de museo
Cuando el incendio Eaton arrasó Altadena, California, en enero de 2025, consumió más que hogares y bosques. Entre los daños se encontraba un peculiar patrimonio local: The Bunny Museum, con más de 60,000 objetos relacionados con conejos, fundado por Candace Frazee y su esposo. Hoy solo quedan cenizas, esculturas calcinadas y el esqueleto metálico de los entrañables conejos gigantes que daban la bienvenida a los visitantes.
Pero en medio de la devastación, surgió una oportunidad inesperada: el reciclaje masivo de los materiales arrasados por el fuego. Decenas de toneladas de concreto, acero y madera están encontrando una segunda vida útil, gracias a los esfuerzos coordinados por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU..
Acero: el rey del reciclaje
El acero extraído de viviendas destruidas se transporta a sitios temporales donde se compacta, se funde y se transforma. Puede regresar como una viga estructural, una puerta de automóvil o incluso convertirse en parte de una nueva vivienda.
Según la Global Steel Climate Council, casi 60 a 80 millones de toneladas de acero reciclado se transforman en nuevos productos anualmente en América del Norte, lo cual evita importantes emisiones de carbono. De hecho, un refrigerador reciclado puede reducir alrededor de 215 libras de CO₂ emitidas al medio ambiente.
"El acero es reciclable infinitamente", explica Adina Renee Adler, directora ejecutiva del consejo. "Es el material más reciclado del mundo". La esperanza es que este proceso brinde consuelo a quienes lo perdieron todo, sabiendo que sus materiales servirán para reconstruir otras vidas.
Concreto: una nueva base desde los escombros
El concreto, que representa el 8% de las emisiones globales de CO₂, y el 2% en EE.UU., según datos de RMI (Rocky Mountain Institute), también participa en esta cadena de renovación. Una vez pulverizado en sitios de reciclaje —como el campo de golf de Altadena adaptado para este fin—, se transforma en trozos de 3 pulgadas y se reutiliza como base para calles, muros de contención o nuevas construcciones.
Aunque el reciclaje de concreto no reduce directamente el CO₂ como el de acero, sí tiene beneficios ambientales notables. Evita la extracción de nuevos materiales primarios como grava y arena, reduce las emisiones asociadas a su transporte y, lo más importante, disminuye el volumen de desechos que llega a los vertederos.
Los árboles también pueden reencarnar
Durante los incendios, vientos huracanados derribaron árboles enteros y arrasaron la vegetación. Parte de los árboles quemados se descarta, pero otros son aprovechados. Los que se mantienen en pie pero son peligrosos, se cortan y se procesan.
Los troncos útiles se envían a aserraderos locales y se convierten en madera para construcción. "Otros se trituran para convertirse en enmienda de suelos", señala Matthew Long, gerente del contratista Environmental Chemical Corporation. La biomasa producida se vende a empresas agrícolas, cerrando así otro ciclo sustentable.
Long no es ajeno al dolor de la reconstrucción: “Interactúas diariamente con personas que lo han perdido todo y les ayudas a dar el siguiente paso”, cuenta conmovido. Su experiencia incluye desastres anteriores como los incendios en Hawái y California entre 2017 y 2018.
Reducción de emisiones y tráfico
Uno de los objetivos principales del Cuerpo de Ingenieros es reducir la huella ambiental posdesastre. Estos programas de reciclaje han recortado el número de camiones en circulación, el tiempo de recuperación y la cantidad de escombros en vertederos. De acuerdo con Col. Sonny Avichal, comandante de los operativos del incendio Eaton:
“Mucha de la materia recuperada puede utilizarse para reconstruir Altadena. Es simplemente inteligente desde el punto de vista ambiental”.
Las preocupaciones de los residentes sobre partículas en el aire han sido respondidas con sistemas de monitoreo ambiental y aspersores que controlan el polvo en los sitios de trabajo. Aun así, la tensión entre agilidad y seguridad es constante.
Un modelo que otros estados quieren replicar
La operación en Altadena no es un caso aislado. La magnitud de los incendios del siglo XXI ha obligado a rediseñar por completo las respuestas gubernamentales. California, que ha sufrido los incendios forestales más costosos del mundo (según Munich Re, superando los $150 mil millones de dólares en daños desde 2017), está sirviendo de modelo para otros estados y países.
La participación del Ejército de EE.UU. en el reciclaje posincendios —algo que suena más civil que militar— puede parecer inusual, pero es altamente efectiva. Y no es descartable que este esquema se escale para responder a otros desastres naturales: huracanes, terremotos, tornados.
Más allá de los materiales: una esperanza simbólica
Para muchos habitantes, observar cómo el acero, el concreto y los árboles de sus viviendas se transforman en nuevos cimientos es casi terapéutico. “Es fantástico; es absolutamente fantástico”, dijo emociona Frazee mientras recogía fragmentos de su museo de conejitos.
La reconstrucción no solo se da a nivel físico. Existe una catarsis en ver reutilizar los restos materiales del desastre. Algo profundamente humano: la voluntad de darle sentido a la pérdida, de hacer algo útil con lo que quedó, como sembrar esperanza en las ruinas.
Como dice el refrán: quemarse no significa desaparecer. En Altadena, la ceniza es promesa de concreto, acero y árboles nuevos.