Gaza bajo fuego y fe: Un ataque a la única iglesia católica remueve conciencia religiosa y política
Líderes cristianos visitan la Franja en un gesto de solidaridad tras un bombardeo israelí. Entre muertes, heridos y declaraciones diplomáticas, surge la pregunta: ¿puede la fe sobrevivir a la guerra sin perder su voz profética?
Por Redacción Especial
Un disparo que estremeció a la cristiandad
La Franja de Gaza, habitual epicentro de conflictos geopolíticos, vivió un episodio de horror que ha calado muy hondo, no solo en la comunidad internacional sino también en el corazón de las iglesias cristianas de Tierra Santa. El ataque israelí a la Iglesia de la Sagrada Familia, el único templo católico en Gaza, mató a tres personas e hirió a otras diez, entre ellas el párroco.
El proyectil —calificado por Israel como un “error”— ha tenido consecuencias no solo mortales, sino humanitarias, pastorales y diplomáticas. La iglesia fungía como refugio para civiles musulmanes y cristianos, algunos de ellos niños con discapacidad, en una lógica ya habitual en los espacios religiosos de Gaza: lugares de oración convertidos forzosamente en bastiones de lo último que queda de humanidad.
Un gesto inusual, una condena global
El impacto del ataque fue tal que dos de los principales líderes de la Iglesia Cristiana en Jerusalén —el Patriarca Latino Pierbattista Pizzaballa y el Patriarca Ortodoxo Griego Theophilos III— realizaron un vistoso e inusual viaje a Gaza, una zona completamente sitiada desde el inicio de la ofensiva israelí en mayo.
Según un comunicado del Patriarcado Latino, la visita fue “para expresar la solicitud pastoral compartida de las Iglesias de Tierra Santa”. Pero, en el fondo, era claramente una declaración política. La delegación trajo no solo consuelo espiritual, sino un envío de cientos de toneladas de alimentos, equipos médicos y ayuda humanitaria. También facilitaron la evacuación de heridos hacia hospitales fuera de Gaza.
La reacción del Papa León XIV —quien reiteró su llamado a un alto el fuego inmediato— y la condena de líderes políticos como Donald Trump reflejan el enojo creciente incluso en círculos tradicionalmente aliados de Israel. La pregunta que reverbera en los pasillos diplomáticos y templos sagrados es simple pero incómoda: ¿la guerra en Gaza ha cruzado un umbral moral imposible de justificar?
La Iglesia atrapada en la guerra
La Iglesia de la Sagrada Familia, además de templo religioso, ha sido uno de los pocos refugios para personas desplazadas, especialmente desde la escalada del conflicto en octubre de 2023. Según Fadel Naem, director interino del Hospital Al-Ahli, entre las víctimas se encontraba una mujer de 84 años que recibía apoyo psicosocial de Caritas dentro de una tienda de campaña en el recinto eclesial.
También se confirmó la muerte del encargado de mantenimiento de la iglesia, de 60 años. El sacerdote Gabriel Romanelli, cuyo vínculo con el Vaticano es cercano, resultó herido leve.
Las cifras son espeluznantes. Desde el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 —que dejó 1.200 muertos en Israel y el secuestro de 251 personas, de las cuales menos de la mitad siguen vivas en cautiverio—, la respuesta israelí ha sido brutal. El Ministerio de Salud de Gaza reporta más de 58.600 palestinos muertos hasta la fecha, más de la mitad mujeres y niños. El mismo ministerio, aunque operado bajo administración de Hamas, goza de credibilidad ante organismos como la ONU, que consideran sus cifras como las más fiables.
La excusa del “error” y la fatiga de la justificación
Israel señaló que el ataque a la iglesia fue producto de fragmentos de una bomba lanzada durante una operación cercana, que impactaron “por error”. El Primer Ministro Benjamin Netanyahu emitió una declaración señalando que Israel “lamenta profundamente” el incidente.
Sin embargo, el número de ataques a hospitales, escuelas, mezquitas y ahora iglesias en Gaza comienza a erosionar la credibilidad tanto de las explicaciones como de las intenciones. ¿Se puede seguir apelando al error táctico cuando la repetición se vuelve norma?
Para los líderes religiosos de Jerusalén, la respuesta es clara: la población de Gaza —de cualquier credo— “no será olvidada ni abandonada”.
Fe entre los escombros: un símbolo que desafía al olvido
El gesto de los patriarcas no fue únicamente simbólico. A través de su visita a un territorio bajo asedio, dijeron con su presencia lo que las palabras diplomáticas a menudo no pueden: que toda vida tiene dignidad, que los creyentes —musulmanes o cristianos— comparten una tragedia común, y que las instituciones religiosas aún pueden ejercer un papel profético.
“Estábamos rezando cuando todo se vino abajo”, expresó una niña que se refugiaba en el templo. Su testimonio, simple pero brutalmente honesto, condensa lo que Gaza está gritando al mundo. El templo era uno de los pocos lugares que aún quedaban de pie moralmente ante tanto derrumbe físico y ético. Hoy, ni siquiera eso queda intacto.
¿Dónde queda el ecumenismo en la guerra?
Resulta irónico, por no decir trágico, que haya sido la destrucción la que finalmente logró lo que múltiples reuniones y sinodos han intentado en el pasado: una unión ecuménica en defensa de la humanidad. Ortodoxos y católicos de Jerusalén actuando juntos, más allá de dogmas y jurisdicciones, para levantar la voz por los inocentes.
No era la primera vez que los líderes religiosos ingresaban a Gaza, pero sí en un contexto tan explosivo. Su entrada, además de abrir un corredor humanitario, funcionó como una súplica: “Basta”.
Datos que duelen y conmueven
- Más de 1.8 millones de personas han sido desplazadas en Gaza según informes de la ONU.
- Se han registrado más de 136 ataques documentados a infraestructura médica y religiosa desde octubre de 2023.
- Caritas Jerusalén ha activado un programa de asistencia psicológica y médica que, según sus cifras, alcanza a más de 15.000 personas.
- Solo una iglesia católica existe en la Franja, construida a principios del siglo XX, hoy parcialmente destruida.
Religión como resistencia o como rehen?
La historia está llena de ejemplos donde la religión ha estado al servicio del poder. Pero también hay momentos donde ha sido la llama que ha desafiado al poder. En Gaza, la fe cristiana está siendo empujada a tomar un papel claro: el de resistencia moral frente a un conflicto que ha disuelto las líneas cardinales entre defensa y agresión.
¿Pueden las iglesias seguir callando mientras sus fieles son alcanzados por los escombros de la guerra? ¿Puede el Vaticano limitarse a llamados al “diálogo” sin acciones diplomáticas más específicas?
El futuro de la minoría cristiana en Palestina
La población cristiana en Gaza es menos del 1% del total, y cada agresión contra sus espacios repercute doble: como golpe físico y como aviso existencial. Muchos ya han emigrado. Otros siguen aferrados a una tierra que consideran sagrada tanto como dolida.
“El perdón es posible. Pero el olvido no lo es”, dijo el sacerdote Gabriel Romanelli a su salida del hospital. Quedan sus palabras como epitafio y profecía, como advertencia e invitación.
Porque si las bombas pueden tocar altares, custodias y cálices, también pueden hacer arder conciencias dormidas. La iglesia –no sólo la de Gaza, sino la universal– tiene aún la última palabra. El silencio, esta vez, no sirve.