El este del Congo entre esperanza y tensión: ¿puede realmente mantenerse la paz?

La M23, respaldada por Ruanda, y el gobierno congoleño firman una tregua en Qatar que plantea interrogantes sobre su implementación y efectos duraderos

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En una región marcada por décadas de conflicto, desplazamientos masivos y luchas geopolíticas, el este de la República Democrática del Congo (RDC) ha sido una zona difícil de pacificar. El reciente anuncio de una declaración de principios firmada en Qatar entre los rebeldes del grupo M23 —ampliamente respaldados por Ruanda— y el gobierno de la RDC plantea nuevas expectativas, pero también muchas dudas. En este análisis, exploramos el significado real de este giro diplomático, los retos que plantea y si estas promesas se traducirán en un cese sostenible de hostilidades.

Una guerra prolongada con raíces múltiples

La región oriental del Congo, especialmente las provincias de Kivu del Norte y del Sur, ha estado atrapada en una espiral de violencia alimentada por una multiplicidad de grupos armados. Se estima que operan más de 120 milicias en la zona, muchas de ellas con agendas locales, mientras que otras responden a intereses internacionales.

El grupo rebelde más prominente es el M23 (Movimiento 23 de Marzo), formado por soldados congoleños amotinados en 2012. Este grupo ha llevado a cabo ofensivas importantes en la región oriental, y, recientemente, ha capturado ciudades estratégicas como Goma y Bukavu. En los últimos años, ha sido objeto de aclaraciones por parte de Naciones Unidas sobre su respaldo militar y logístico por parte de Ruanda, algo que el gobierno ruandés ha negado repetidamente.

¿Quién apoya a quién?

El conflicto entre RDC y Ruanda trasciende la mera existencia de grupos armados. Las relaciones entre ambos países han sido tensas desde los años noventa, cuando miembros del grupo genocida hutu Interahamwe, responsables del genocidio ruandés de 1994, se refugiaron en zonas del este del Congo.

Kigali ha aprobado operaciones militares propias dentro del territorio congoleño, justificándolas como una acción defensiva contra las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), compuestas por antiguos perpetradores del genocidio.

Sin embargo, observadores como Human Rights Watch y el Grupo de Expertos del Consejo de Seguridad de la ONU han documentado apoyo directo de Ruanda al M23, incluyendo armamento pesado y despliegue de tropas.

Un acuerdo que promete, pero ¿a qué precio?

La declaración de principios firmada el sábado en Doha, Qatar, contempla un cese definitivo de hostilidades entre el M23 y el gobierno de Kinshasa. Establece también el compromiso de firmar un acuerdo integral de paz antes del 18 de agosto de este año, bajo la mediación de Estados Unidos y en sintonía con el pacto firmado previamente entre RDC y Ruanda el 27 de junio en Washington.

Sin embargo, los términos específicos del acuerdo final están aún por definirse. Se especulan varios puntos clave:

  • La retirada de M23 de los territorios que ocupa, particularmente Goma y Bukavu.
  • La liberación de prisioneros del M23, muchos de ellos condenados a muerte o cadena perpetua.
  • La reintegración social y política del M23, como ya se intentó sin éxito en 2013.
  • El compromiso de Ruanda de frenar su apoyo al M23 y reducir su presencia militar en suelo congoleño.

Críticas, escepticismo y puntos ciegos

Analistas políticos y organizaciones internacionales recibieron el anuncio con cautela. Según el International Crisis Group, “los acuerdos firmados bajo presión internacional sin participación efectiva de la sociedad civil corren alto riesgo de fallar”.

La historia reciente respalda ese escepticismo. El acuerdo de paz de 2013, firmado con auspicio regional, colapsó en menos de dos años debido a la falta de implementación de las reformas prometidas y el continuo rearme de las milicias.

La ONU afirma que el actual conflicto ha provocado el desplazamiento de más de 7 millones de personas en el Congo, lo cual representa una de las peores crisis humanitarias del planeta, solo igualada por Yemen y Siria en términos de desplazamiento interno.

La geoestrategia de los recursos minerales

La RDC es rica en minerales estratégicos como cobalto, coltán, estaño y oro. Estos recursos han exacerbado los conflictos armados, ya que las milicias compiten por su control.

El M23, en su avance reciente, ha tomado el control de zonas cruciales para la extracción de coltán y cobalto, recursos esenciales para las industrias tecnológicas de Europa, China y Estados Unidos. Bajo tales condiciones, la retirada de estos territorios es una decisión difícil, incluso dentro de un acuerdo de paz.

En palabras del experto en conflictos africanos, Jason Stearns: “sin un control efectivo del Estado y sin una economía formal que funcione, los actores armados seguirán considerando el conflicto como un modo rentable de operar”.

Posibilidades de éxito a corto y largo plazo

Aunque el acuerdo supone un avance, su éxito depende de varios factores:

  • La presión internacional, especialmente de Estados Unidos y la Unión Africana, para garantizar que las partes cumplan con lo pactado;
  • Un compromiso genuino del gobierno congoleño para abordar la marginación histórica de las comunidades tutsis, de donde proviene buena parte de la cúpula del M23;
  • La voluntad de Ruanda de replegar a sus tropas y cesar el apoyo militar a los insurgentes;
  • Programas robustos de reintegración y justicia transicional que mitiguen el deseo de venganza y el resentimiento de grupos armados reinsertados.

Llamado de Naciones Unidas e involucramiento regional

La Misión de la ONU en el Congo (MONUSCO), envuelta en controversia y reducida eficacia durante años, ha hecho llamados a que las partes avancen en dirección a un tratado final. Aunque ha perdido credibilidad entre la población, MONUSCO sigue siendo un actor logístico importante.

Entretanto, la Comunidad de África Oriental (EAC) también ha estado promoviendo el diálogo. Kenia y Angola, en particular, han mediado encuentros previos en Nairobi y Luanda.

No obstante, la posición de Uganda permanece ambigua. Aunque oficialmente apoya la paz, ha sido acusada de doble juego al mantener canales abiertos tanto con el gobierno como con ciertos grupos armados.

La guerra en cifras

  • ±7 millones de personas desplazadas internas.
  • Más de 5.5 millones requieren asistencia humanitaria urgente.
  • Más de 60% del territorio del este del Congo permanece fuera del control gubernamental efectivo.
  • El conflicto ha dejado cientos de miles de muertos desde el inicio de los años 90.

¿Una paz verdadera o la antesala de otro ciclo de violencia?

La historia del este del Congo es, en muchos sentidos, una cronología de acuerdos rotos. La firma de esta nueva declaración de principios aporta una brisa de esperanza en una región asolada por las armas y las ambiciones mineras, pero no se puede considerar una solución por sí sola.

Mientras la comunidad internacional observe con lupa cómo se implementan los próximos pasos, los millones de congoleños desplazados por el conflicto miran al horizonte esperando que esta vez las promesas de paz no se disuelvan entre acuerdos que favorecen más a los poderosos que a las víctimas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press