China y su batalla económica: ‘Anti-involución’, sobrecapacidad y el punto de quiebre industrial

La promesa del desarrollo de alta calidad choca con guerras de precios, competencia anárquica y exportaciones en picada

El concepto de "involución" y cómo se convirtió en política económica

En tiempos recientes, un término ha ganado notoriedad en el discurso económico y político de China: "involución" o “neijuan” (内卷). Originalmente popularizado en redes sociales por jóvenes frustrados ante la competencia feroz en la vida académica y laboral, el concepto se ha trasladado al ámbito industrial para describir cómo empresas compiten de manera destructiva en mercados saturados y con baja demanda.

“Involucionar”, en este contexto, implica luchar por una tajada cada vez más pequeña de un pastel económico limitado, a menudo a través de guerra de precios, reducción de calidad y sobreproducción. Según un artículo reciente publicado en la revista Qiushi—portavoz teórico del Partido Comunista Chino—estos comportamientos van en contra del objetivo nacional de lograr un «desarrollo económico de alta calidad».

Precios en caída y presión internacional: las consecuencias de la competencia desenfrenada

La realidad es contundente: el Índice de Precios al Productor (IPP) de China ha caído de forma sostenida durante casi tres años consecutivos, reflejo de la prolongada deflación industrial. Esta crisis de precios bajos ha desencadenado efectos colaterales en la economía global: desde el endurecimiento de relaciones comerciales con EE.UU. y la Unión Europea, hasta la implementación de nuevas barreras arancelarias en economías emergentes como México, India e Indonesia.

La industria de los vehículos eléctricos (EV) ha sido una de las más golpeadas y resaltadas por expertos como ejemplo de esta dinámica dañina. Desde inicios de 2021, fabricantes chinos han impuesto recortes consecutivos de precios en sus modelos para mantenerse competitivos dentro y fuera del país. El caso reciente de BYD lanzando otra ronda de descuentos en mayo de 2025 acentuó el conflicto, provocando llamados del gobierno y asociaciones a establecer condiciones de “competencia justa y sostenible”.

¿Soluciones en marcha o simple retórica?

La respuesta institucional no se ha hecho esperar. El Partido Comunista Chino, a través de su medio insignia People’s Daily, publicó el pasado 29 de junio un artículo en primera plana denunciando las guerras de precios como “competencia desordenada” y dañina para la economía nacional. A esto se sumó el propio Xi Jinping, quien durante una reunión de alto nivel hizo hincapié en la necesidad urgente de regular adecuadamente la competencia industrial y frenar la sobreinversión incentivada por gobiernos locales.

Uno de los movimientos más concretos fue el acuerdo entre los 10 principales fabricantes de vidrio para paneles solares, quienes anunciarán un recorte del 30% en la producción tras el cierre de algunos hornos. El recorte, anunciado el 30 de junio, fue recibido positivamente por los mercados: la empresa Changzhou Almaden Co. subió 50% en bolsa este mes, mientras que otras empresas de acero y energía solar también presentaron ganancias acumuladas de hasta un 70%.

¿Qué sectores están al borde del colapso?

Los sectores más expuestos a estos efectos de involución son:

  • Paneles solares: Exceso de oferta y competencia feroz entre más de 100 fabricantes.
  • Vehículos eléctricos: Guerras de precios continuas durante 3 años.
  • Industria del acero y cemento: Tradicionalmente afectadas por sobrecapacidad crónica.
  • Componentes de tecnología avanzada: Incluye baterías y chips de automoción.

Según datos de la Bolsa de Shanghái, dos fondos cotizados (ETFs) vinculados a la industria solar y del acero han ganado un 10% en las últimas semanas, superando al Índice Compuesto de Shanghái, que avanzó un 3.2%.

El freno político: gobiernos provinciales vs. consolidación de industrias

Una de las mayores barreras al cambio estructural que necesita China radica en su propia constitución política: a nivel provincial, los gobiernos tienen intereses creados en mantener operativas sus industrias locales, incluso cuando estas operan con pérdidas.

La investigadora Alicia García-Herrero, de Natixis, lo resume así: “El mayor reto no es técnico ni económico, sino político: se trata de aceptar que algunas fábricas deben desaparecer para el bienestar sistémico”.

Mientras tanto, la estrategia propuesta es que la industria pase por un proceso de consolidación forzada, a través de fusiones, adquisiciones y quiebras controladas. Todo esto requerirá tiempo, voluntad política y un equilibrio fino entre protección del empleo y eficiencia económica.

El rol de los consumidores y la demanda interna

Otra pieza clave del rompecabezas es la débil demanda interna. Con un consumo doméstico aún inhibido por factores estructurales (altas tasas de ahorro, incertidumbre laboral, burbuja inmobiliaria), los fabricantes chinos deben seguir mirando al mercado externo para mantener altos niveles de producción. Sin embargo, la caída de precios y la acumulación de inventarios hacen inviable sostener esta estrategia a largo plazo.

Además, las repetidas rondas de descuentos y promociones para captar compradores han menguado la confianza del consumidor, quien retrasa aún más sus compras esperando mejores ofertas.

¿Luz al final del túnel?

El banco suizo UBS se mantiene moderadamente optimista: “Aunque es difícil imaginar una transformación instantánea de un entorno hipercompetitivo a uno ordenado, sí es posible anticipar una tregua temporal en la guerra de precios, particularmente en el sector automotriz”.

Por su parte, múltiples asociaciones industriales, desde la del cemento hasta la de baterías de autos eléctricos, han emitido comunicados llamando a una pausa competitiva, en un intento conjunto por estabilizar el entorno industrial.

Un camino largo con implicaciones globales

China se encuentra ante un punto de quiebre económico. Redefinir el modelo de competencia industrial no solo es vital para su sostenibilidad interna, sino también para su rol como motor industrial del mundo. La presión popular, el estancamiento de beneficios, el descontento social y el creciente proteccionismo global son ingredientes de una receta que ya no admite más improvisación ni crecimiento vía sobrecapacidad.

Será clave observar cómo evoluciona la implementación de políticas anti-involución en los próximos meses y si esta intención gubernamental se traduce en mecanismos efectivos capaces de redibujar un nuevo orden empresarial dentro del gigante asiático.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press