Epping, Siria y Beirut: Protestas, violencia y una política migratoria británica en crisis

Una mirada crítica a las crecientes tensiones en Reino Unido, Siria y Líbano, y el efecto dominó global de las políticas migratorias, conflictos sectarios y crisis humanitarias

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Inmigración y violencia: El caso del Hotel Bell en Epping

La localidad de Epping, situada en las afueras de Londres, se convirtió recientemente en el epicentro de una ola de protestas que ha dejado entrever la creciente tensión en Reino Unido sobre su política hacia los solicitantes de asilo. El detonante fue la acusación de agresión sexual contra un hombre de 38 años, un solicitante de asilo que presuntamente intentó besar a una menor de 14 años. Aunque aún se encuentra en prisión preventiva y niega los cargos, el caso ha sido el combustible perfecto para grupos antiinmigrantes y manifestantes nacionalistas.

El domingo por la noche, por segunda vez en cuatro días, más de un centenar de personas se congregaron frente al Hotel Bell, donde se alojan migrantes bajo el auspicio del gobierno británico. Las consignas “Save our kids” y “Send them home” resonaron mientras se lanzaban bengalas y proyectiles contra las unidades de policía que custodiaban el área.

El jefe de policía local, el superintendente Simon Anslow, lamentó que una protesta inicialmente pacífica derivara en actos de violencia: “Hemos visto nuevamente una protesta que comenzó en paz convertirse en una muestra de vileza sin sentido. No toleraremos esta violencia.”

Una historia repetida: desinformación, odio y criminalización del migrante

Este no es un hecho aislado. A lo largo del último año, Reino Unido ha sido testigo de múltiples disturbios con trasfondo xenófobo. En el verano pasado, la muerte de tres menores en Southport generó furia en redes sociales al esparcirse, erróneamente, que el autor era un inmigrante. Resultó ser un joven británico, hijo de migrantes ruandeses.

El patrón se repite: desinformación, criminalización del otro y una respuesta social alimentada por el miedo. Mientras tanto, las autoridades locales expresan su rechazo al uso del Hotel Bell como refugio para migrantes. Chris Whitbread, líder del Consejo del Distrito de Epping Forest, ha solicitado reiteradamente su cierre, algo que ha ganado respaldo parlamentario.

Entre los arrestados durante las manifestaciones, destacan personas que ni siquiera pertenecen a la comunidad local. Según la policía, estas personas “llegaron al lugar con la intención clara de causar disturbios”.

La política migratoria de Reino Unido: ¿fracaso estructural?

El uso de hoteles para alojar solicitantes de asilo es una estrategia provisional del Ministerio del Interior británico ante la creciente demanda de refugio, especialmente producto de conflictos en Medio Oriente, África y Europa del Este. En noviembre de 2023, se estimó que unos 50.000 solicitantes de asilo vivían en hoteles a expensas del estado, lo que generó una factura de más de 8 millones de libras al día (The Guardian).

Grupos humanitarios han advertido que tales condiciones no solo profundizan el aislamiento de los migrantes, sino que estimulan el rechazo de las comunidades receptoras. ¿Es realmente sostenible alojar a miles de personas en estas condiciones durante meses?

Siria: Guerra civil, fractura sectaria e intervención extranjera

Mientras en Reino Unido se debate la idoneidad de hoteles como refugio, en Siria arrecia un conflicto sectario de más de una década. En estos días, la provincia de Sweida ha sido escenario de violentos enfrentamientos entre milicias drusas y comunidades beduinas suníes. Aunque el régimen sirio prometía una imagen de orden, la evidencia sugiere una realidad más sombría.

Según informes, fuerzas del gobierno primero intervinieron para restaurar la paz, pero pronto tomaron partido por los beduinos, abandonando luego el terreno bajo un cuestionado acuerdo de cese al fuego. La cifra de muertos ya se cuenta por cientos, con reportes de aldeas drusas incendiadas y saqueadas.

En medio de este caos, la intervención de Israel trajo un nuevo nivel de complejidad. Bajo la premisa de proteger a los drusos —minoría respetada dentro del Estado judío—, Israel lanzó múltiples ataques contra convoyes sirios, incluso golpeando el Ministerio de Defensa en Damasco. El embajador estadounidense en Siria, Tom Barrack, condenó la incursión como “mal sincronizada”, remarcando que “agregó un capítulo confuso y peligroso a un conflicto ya de por sí volátil”.

Diplomacia y reconstrucción nacional: Una tarea titánica

El propio Barrack ha insistido en que “no hay un Plan B” aparte de apoyar la nación siria bajo su nuevo gobierno, surgido tras el derrocamiento de Bashar al-Assad. La promesa de proteger a las minorías drusas, alauitas y kurdas ha sido reiterada, pero los hechos demuestran que la confianza es escasa.

Actualmente, el gobierno de Ahmad al-Sharaa intenta consolidar un ejército nacional uniendo fuerzas con los Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por kurdos. Las negociaciones han sido difíciles, pero según Barrack, “podría haber un avance en las próximas semanas”.

Al mismo tiempo, Turquía ha ofrecido apoyo militar al nuevo gobierno sirio, con el objetivo de reducir la influencia kurda cerca de sus fronteras, lo que genera nuevas tensiones geopolíticas.

Beirut: Hezbollah, Israel y Estados Unidos en la cuerda floja

En Líbano, el escenario tampoco es esperanzador. Tras una guerra con Israel que supuestamente había cesado en noviembre, los bombardeos continúan casi a diario. Hezbollah, férreo opositor israelí, se niega a desarmarse hasta que cesen los ataques y se retire toda presencia israelí del sur del país.

Sobre este punto, Barrack ha sido claro: “No hay amenaza, no hay castigo. Estamos aquí en calidad de voluntarios intentando facilitar una solución.” La posición de la administración estadounidense ha sido flexible, distante, pero preocupada.

Ante la pregunta evidente sobre la eficacia de la política exterior estadounidense en la región, la respuesta diplomática mantiene el mismo tono: cualquier avance no será impuesto, dependerá del diálogo y colaboración entre partes.

Paralelismos reveladores: desde Epping hasta Sweida

Aunque los contextos varían —una protesta en una ciudad británica y una guerra sectaria en Siria—, el trasfondo es compartido: la crisis migratoria global, el temor al “otro”, la propagación de rumores que sustituyen hechos por emociones, y sistemas incompletos de justicia o gobernanza.

En todas estas crisis aparece un mismo fantasma: el del desarraigo, la desconfianza hacia instituciones debilitadas y la instrumentalización de las emociones populares por intereses políticos o mediáticos.

¿Estamos ante una crisis de gobernabilidad global?

El caso de Reino Unido plantea si una potencia occidental está preparada para integrar a sus nuevas poblaciones migrantes, mientras que Siria evidencia las secuelas de una reconstrucción poste-guerra mal gestionada. Líbano, por su parte, continúa atrapado entre guerras externas y luchas internas no resueltas.

En este escenario interconectado, lo que ocurre en las calles de Epping no puede entenderse sin lo que sucede en Damasco o Beirut. La globalización ya no es una tendencia: es una realidad, y las crisis, si no se abordan con visión colectiva e internacional, se replican como virus mutantes.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press