¿Justicia o abuso? La brutal detención de William McNeil Jr. reabre el debate sobre la violencia policial en EE.UU.

Un arresto en Jacksonville, Florida, ha puesto nuevamente en el centro de atención la preocupación por el uso excesivo de la fuerza y el racismo sistémico en las fuerzas del orden estadounidenses.

Una escena indignante: ¿uso legítimo de la fuerza o brutalidad sin justificación?

El arresto violento de William McNeil Jr., un joven afroamericano de 22 años en Jacksonville, Florida, ha vuelto a encender una llama que nunca se ha apagado del todo en Estados Unidos: la brutalidad policial contra personas negras. El video, grabado desde un teléfono celular el pasado 19 de febrero de 2025, muestra cómo varios oficiales rompen la ventana del coche de McNeil, lo golpean repetidamente, lo arrastran fuera del vehículo y lo lanzan al suelo. Todo esto sucede mientras McNeil, con sus manos en alto, pregunta simplemente: “¿Cuál es su razón?”.

La Policía de Jacksonville alegó inicialmente que McNeil se negó a salir del auto después de varias instrucciones verbales. Según su reporte, McNeil fue detenido por presuntamente no tener encendidas las luces delanteras durante el día—a pesar de que fuera del horario nocturno. Para los abogados del joven, entre ellos el reconocido Ben Crump, se trata de un claro caso de racismo estructural y abuso de poder: “Lo que sucedió con William McNeil Jr. es un recordatorio inquietante de que incluso los derechos más básicos —como preguntar por qué te detienen— pueden ser respondidos con violencia para los afroamericanos”.

Lo que muestran y no muestran las cámaras

En un intento de defensa institucional, el Sheriff de Jacksonville, T.K. Waters, pidió no apresurarse a emitir juicios. Sus declaraciones señalan que “hay mucho más en la historia que lo que muestra el video viral”. Incluso se difundieron imágenes desde las cámaras corporales de los oficiales que respaldarían la versión policial: McNeil habría mantenido su puerta cerrada por tres minutos tras abrirla inicialmente mientras hablaba con los oficiales.

Pero la pregunta es inevitable: ¿puede eso justificar la violencia ejercida sobre un hombre que visiblemente no estaba armado, que tenía las manos arriba y que estaba haciendo preguntas razonables sobre el procedimiento?

Una historia que se repite: estadísticas y casos similares

El caso de McNeil no es aislado. Según datos del Mapping Police Violence, en 2023 hubo más de 1,200 muertes a manos de la policía en EE.UU., la mayoría de ellas involucrando a personas afroamericanas. Lo alarmante es que el 31% de las víctimas eran personas negras, pese a representar solo el 13% de la población.

Los nombres de George Floyd, Breonna Taylor, Philando Castile y Eric Garner resuenan como una letanía incesante de rostros caídos a causa de la violencia policial. Todos ellos fueron detonantes de movimientos sociales masivos como el Black Lives Matter, que han generado organismos de rendición de cuentas dentro y fuera de las fuerzas policiales. Sin embargo, los indicadores de cambio real son lentos y poco contundentes.

¿Desobediencia civil o defensa propia?

Una de las grandes controversias en este tipo de casos es la interpretación del concepto de resistencia. Para los organismos de seguridad, cerrarse dentro de un auto puede ser interpretado como un acto de desobediencia. Para los civilistas y defensores de derechos humanos, es un derecho legítimo a cuestionar una actuación policial que puede no tener justificación alguna.

La Constitución de los Estados Unidos garantiza los derechos a no ser objeto de registros arbitrarios y a recibir un debido proceso. La Cuarta Enmienda establece que los ciudadanos tienen derecho a la protección contra detenciones o registros sin causa probable. Sin embargo, en la práctica, esto parece aplicarse con desigualdad.

El rol de la tecnología y la opinión pública

La viralización del video fue clave para que el caso de McNeil llegara al escrutinio público. Tal como lo expresó el mismo Sheriff, “una cámara no puede capturar todo”, pero sí puede capturar lo suficiente para poner en duda los relatos oficiales.

En 2020, más del 90% de los adultos afroamericanos en EE.UU. afirmaban que la brutalidad policial era un problema importante, según un estudio del Pew Research Center. Además, el 79% del total de ciudadanos creía que las fuerzas del orden deben rendir cuentas más severamente por actos de violencia.

Redes como X (antes Twitter), Instagram y TikTok están permitiendo que estos casos trasciendan jurisdicciones locales rápidamente, acelerando la presión social y mediática para que haya justicia. En menos de 48 horas, el video de McNeil fue compartido más de 2 millones de veces y ha generado movilizaciones en Jacksonville y otras ciudades.

El símbolo de una lucha perpetua

Activistas, académicos y líderes comunitarios han definido a McNeil como el nuevo símbolo de una lucha que sigue vigente. Su aparición junto a su familia en la iglesia St. Paul de Jacksonville no fue solo una rueda de prensa: fue un acto político, un gesto de resistencia pacífica y una llamada a la acción.

No queremos más mártires. Queremos terminar con esto ya”, dijo con indignación su madre, visiblemente afectada, ante los medios. Por su parte, el abogado Crump instó al Departamento de Justicia a abrir una investigación federal y a revisar los antecedentes disciplinarios de los oficiales involucrados.

¿Y ahora qué?

Los próximos días serán cruciales: mientras la policía local intenta controlar la narrativa y justificar sus acciones, la presión pública aumenta. El caso podría terminar en un juicio que, además de evaluar la culpabilidad de unos pocos oficiales, volverá a poner contra las cuerdas a todo un sistema acusado de inercia estructural e impunidad.

Organizaciones como la NAACP y Amnistía Internacional ya han solicitado una intervención urgente. Las redes sociales continúan haciendo eco del hashtag #JusticeForWilliam, que ha alcanzado el primer puesto en tendencias durante 72 horas consecutivas en EE.UU.

Mientras tanto, William McNeil Jr., como tantos otros antes que él, se convierte en un reflejo de dos Américas: una que sufre, resiste y exige justicia, y otra que, respaldada por uniformes y placas, parece insistir en que el control se impone por la fuerza, incluso cuando no hay crimen alguno.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press