Reporteros al filo del abismo: La lucha por sobrevivir y contar la verdad en Gaza

Mientras los conflictos y el hambre consumen Gaza, los últimos periodistas locales enfrentan una lucha a vida o muerte para mantener informado al mundo

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Una guerra sin salida y una prensa encerrada

En el corazón de uno de los conflictos más destructivos del siglo XXI, en las ruinas de Gaza, unos pocos reporteros luchan no sólo por la verdad, sino por sus propias vidas. Con una cifra de muertes que supera las 59,000 personas, según autoridades locales de salud, la Franja de Gaza se ha convertido en un abismo insondable de sufrimiento. Sin acceso para reporteros internacionales, las agencias de noticias globales dependen críticamente de periodistas locales que trabajan entre escombros, balas y la amenaza constante de morir de hambre.

La situación ha alcanzado tal nivel de gravedad que la Sociedad de Periodistas de Agence France-Presse (AFP) lanzó una advertencia sin precedentes: “Sin una intervención inmediata, los últimos reporteros en Gaza morirán”. Y no es una metáfora. Es una realidad palpable, angustiosa y, sobre todo, evitable.

Entre la ética profesional y el instinto de supervivencia

Bashar, fotógrafo veterano de AFP desde 2010, fue directo en redes sociales: “No tengo fuerzas para seguir trabajando en los medios. Mi cuerpo está delgado y no puedo más”. Vive entre ruinas junto a su madre y familiares sobrevivientes. Un hermano suyo ya falleció por hambre. La miseria no distingue entre profesión ni coraje.

Por su parte, Ahlam, otra periodista colaboradora de AFP, relató que cada vez que sale de su refugio para cubrir una historia o entrevistar a alguien, lo hace con el temor de no regresar con vida. “No sé si regresaré viva”, confesó. Como ella, decenas de profesionales enfrentan no solo balas, sino la brutal escasez de comida y agua.

Gaza: el sitio más mortífero para la prensa en las últimas décadas

Reporteros Sin Fronteras calificó en 2023 a Gaza como uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Desde el comienzo de la ofensiva más reciente, más de 100 periodistas, en su mayoría palestinos, habían muerto hasta inicios de 2024.

Aunque el marco legal internacional habla de la protección a la prensa en conflictos armados —establecido por acuerdos como los Convenios de Ginebra—, en la práctica, estos derechos parecen ausentes sobre el terreno de Gaza. “Hemos perdido periodistas en conflictos antes, algunos han resultado heridos o presos. Pero nunca habíamos visto morir a compañeros de hambre”, afirmó la Sociedad de Periodistas de AFP.

Silencio internacional y una cobertura filtrada

Israel, que mantiene control militar sobre el acceso a Gaza, prohíbe la entrada de periodistas extranjeros salvo en casos aislados y con supervisión. Por ello, medios como AFP, Reuters y otros deben basarse en los pocos aliados locales que aún pueden ejercer la profesión, con los riesgos que eso implica.

Lauren Easton, vocera de Associated Press, expresó en un comunicado: “Estamos profundamente preocupados por nuestros equipos en Gaza y hacemos todo lo posible por apoyarlos”. Reuters, por su parte, reconoció que sus periodistas enfrentan condiciones extremas para conseguir comida y agua, lo que ha incrementado los niveles de hambre y enfermedad.

Estas agencias han procurado transferencias económicas adicionales e intentos de evacuación. Pero los bloqueos y bombardeos tornan todo esfuerzo humanitario en una batalla contra el tiempo.

Fotografiar mientras se muere de hambre

Las desgarradoras historias personales de reporteros como Bashar y Ahlam evidencian las contradicciones que azotan a la prensa local. Son trabajadores remunerados por medios internacionales, pero sus ingresos se ven socavados por la hiperinflación provocada por el conflicto. Un kilo de arroz, que antes costaba 5 shekels, se consigue —cuando hay— a hasta 40.

Bashar duerme entre escombros y fotografía entre cadáveres. Su cámara ya no retrata desde la óptica artística, sino desde la necesidad de documentar un infierno que la comunidad internacional apenas alcanza a imaginar. Y aún así, como dice en su mensaje, ya no puede continuar.

Testigos sin eco: los periodistas olvidados

El periodismo, en esencia, se erige como testigo de los hechos. Pero ¿qué ocurre cuando los testigos son silenciados por la inanición? ¿Qué pasa cuando informar se convierte en una sentencia de muerte? Lo más perturbador de esta crisis es la soledad en la que se encuentran estos reporteros. Están atrapados. No pueden salir por sus medios, y el mundo aún no ha decidido rescatarlos.

Las palabras finales del comunicado de la Asociación de Periodistas de AFP resuenan con eco moral: “Nos negamos a verlos morir”.

Límites éticos y legales de los Estados

Si bien los gobiernos tienen el deber de proteger sus fronteras, también tienen una responsabilidad moral —sólo comparable a la jurídica— de no impedir el acceso a la información en situaciones de guerra. Bloquear periodistas es bloquear verdades. Es permitir que la oscuridad impere.

Este bloqueo no sólo afecta a periodistas palestinos. La sociedad entera pierde cuando se cierra la puerta a quienes arriesgan la vida por contar lo que pasa.

El hambre como arma de guerra

Organismos como Naciones Unidas y Médicos Sin Fronteras han advertido que el hambre se está utilizando como una arma de guerra no declarada en Gaza. Según la ONG Norwegian Refugee Council, más del 80% de la población palestina enfrenta inseguridad alimentaria grave.

Cuando los periodistas mueren de hambre, no es sólo una tragedia humanitaria. Es un crimen contra la libertad de prensa.

¿Qué podemos hacer?

La comunidad internacional debe urgentemente establecer corredores humanitarios protegidos para periodistas y civiles. Organismos como Reporteros Sin Fronteras, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) y la UNESCO están llamados a presionar a gobiernos implicados en este conflicto para garantizar protocolos reales de protección.

Además, las agencias de noticias deben alzar su voz con más contundencia y claridad. Periodistas de todo el mundo también tienen el poder —y el deber moral— de amplificar esta crisis. No se trata sólo de solidaridad profesional. Se trata de defender el último bastión que impide que la verdad desaparezca del mapa.

Y sobre todo, el ciudadano común tiene una labor vital: No dejar que el dolor de Gaza se normalice. Compartir, leer, escribir y hablar de lo que ocurre puede parecer poco, pero es el principio para que otros comprendan que los periodistas, esos ojos del mundo, están a punto de cerrarse para siempre en medio del silencio más absoluto.

Porque si mueren los periodistas, muere también nuestra capacidad de saber, de comprender y de exigir justicia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press