El Pentágono frente a la resistencia indígena en Hawái: ¿quién decide sobre la tierra?
Las tensiones entre el Ejército de EE.UU. y la comunidad nativa hawaiana resurgen con el futuro del campo de entrenamiento de Pohakuloa en juego
Una tierra entre volcanes y conflictos
Desde lo alto de una meseta rocosa ubicada a más de 1,800 metros sobre el nivel del mar, el Pohakuloa Training Area se extiende entre los majestuosos volcanes Mauna Kea y Mauna Loa, en la isla más grande de Hawái. Este es el único campo de entrenamiento a gran escala en Hawái donde el Ejército de Estados Unidos puede realizar maniobras militares de fuego real para preparar a sus tropas frente a potenciales amenazas en el Indo-Pacífico —una región cada vez más estratégica frente a la creciente influencia de China—.
Pero la permanencia militar en estas tierras está lejos de ser incuestionable. A medida que se acerca el vencimiento del contrato de arrendamiento en 2029, comunidades nativas hawaianas y grupos ambientalistas alzan su voz exigiendo que estas tierras sean devueltas al estado y rehabilitadas para usos más sostenibles, sociales y culturales. Lo que está en juego es más que un contrato: es la relación histórica entre el Ejército estadounidense y el pueblo hawaiano, marcado por conflictos, daños ecológicos y tensiones coloniales no resueltas.
Un acuerdo que apremia: el Ejército acelera las negociaciones
El secretario del Ejército de EE.UU., Daniel P. Driscoll, visitó la base de Schofield Barracks este martes 22 de julio en su paso por Hawái, donde expresó su deseo de “avanzar rápidamente en las negociaciones” para extender el arrendamiento del área de entrenamiento de Pohakuloa, que expira en 2029.
“El mundo está cambiando. Sabemos que la amenaza en Indo-Pacom es más real que nunca”, declaró Driscoll en referencia al comando militar del Pacífico con base en Hawái. En este contexto, mantener capacidades de entrenamiento inmediato en la región sería, según el propio ejército, crucial para proyectar poder y velocidad de despliegue hacia Asia en eventuales conflictos altamente plausibles, como un enfrentamiento en Taiwán.
Driscoll explicó que le pidió al gobernador del estado, Josh Green, una lista de propuestas “concretas” sobre cómo el Ejército puede apoyar a la comunidad. La intención, según él, es trabajar juntos para equilibrar las necesidades de defensa nacional con las prioridades locales.
La historia de una tierra militarizada
El entrenamiento militar en tierras hawaianas no es nuevo. Desde la ocupación militar de la isla tras su anexión en 1898, la presencia del ejército ha sido una constante. El área de Pohakuloa ha sido usada por el ejército desde la década de 1950, y fue formalmente arrendada al gobierno federal en 1964. Desde entonces, han sido frecuentes las denuncias de contaminación por municiones y productos químicos, la destrucción de ecosistemas nativos, y la afectación cultural de territorios considerados sagrados.
Durante décadas, las comunidades hawaianas han documentado cómo la militarización ha fragmentado biomas valiosos, ha puesto en peligro especies endémicas y ha profanado lugares de importancia espiritual para el pueblo kanaka maoli (indígena hawaiano).
Una audiencia pública cargada de emociones
En mayo de este año, el estado de Hawái celebró una audiencia pública de varias horas para discutir la posible extensión del contrato de arrendamiento de Pohakuloa. El resultado fue un masivo rechazo por parte de ciudadanos, líderes comunitarios, grupos ecologistas y activistas soberanistas nativos.
Healani Sonoda-Pale, organizadora comunitaria del grupo Ka Lāhui Hawaiʻi —una organización soberanista nativa—, dejó en claro que “no debe haber discusiones a puerta cerrada sobre estas tierras”. Sonoda-Pale criticó las prácticas históricas del Ejército, sugirió procesos de auditoría ambiental y social, y pidió que estas decisiones se tomen con plena participación ciudadana.
La desconfianza también se cimenta en antecedentes graves, como el caso de Red Hill, en Oʻahu, donde una filtración de combustible contaminó el agua potable, afectando a miles de personas a finales de 2021. Este escándalo no solo provocó indignación popular, sino también múltiples demandas y nuevas exigencias de rendición de cuentas.
Una comunidad dividida entre seguridad y soberanía
La situación genera opiniones divididas. Algunos sectores enfatizan la importancia de mantener una fuerte presencia militar en Hawái debido a su posición estratégica, especialmente frente a crisis geopolíticas emergentes en Asia.
Pero otros muchos, sobre todo entre los nativos hawaianos, consideran que la ocupación militar no garantiza seguridad, sino que perpetúa un modelo colonial, extractivo y destructivo tanto para la tierra como para la cultura.
Las cifras muestran el alcance del conflicto:
- El Ejército controla más de 109,000 acres de terreno en Hawái (alrededor de 44,000 hectáreas).
- Al menos 2,200 civiles presentaron testimonios durante las audiencias públicas.
- Un informe de 2018 identificó más de 100 sitios contaminados dentro del área de Pohakuloa.
¿Qué dice el gobierno del estado?
El propio gobernador Josh Green reconoció tras la reunión con Driscoll que hay mucho por considerar. Subrayó que buscará la opinión de la ciudadanía y de los legisladores como parte de un enfoque “inclusivo”.
“Queremos encontrar una forma en la que el Ejército y el estado puedan colaborar para proteger a nuestra gente y nuestra tierra”, escribió en una declaración oficial. También confirmó que se comunicó con la delegación congresional de Hawái al respecto.
El entrenamiento que se proyecta más allá del Pacífico
El Ejército estadounidense ha asegurado que otras zonas en Hawái simplemente no pueden acoger entrenamientos de brigadas debido a su tamaño. El área de Pohakuloa es clave, argumentan, porque simula las condiciones que las tropas enfrentarían en Asia.
Driscoll también destacó que desde Hawái se han desplegado equipos HIMARS (High Mobility Artillery Rocket System), el mismo tipo de lanzacohetes suministrado a Ucrania para resistir la invasión rusa. En su visita a Schofield, Driscoll posó frente a dos sistemas HIMARS, destacando la preparación estratégica que realiza el Ejército desde el Pacífico.
¿Y el porvenir?
Las negociaciones para renovar el contrato de arrendamiento podrían extenderse hasta 2027 si no se acelera el proceso. Sin embargo, la resistencia comunitaria probablemente seguirá creciendo en intensidad. La decisión final no sólo será política ni militar: será cultural, histórica y civil.
El futuro de Pohakuloa representa una grieta más en el debate sobre la soberanía de Hawái, el rol de los pueblos indígenas en la toma de decisiones sobre su tierra ancestral, y el equilibrio entre la seguridad nacional y la justicia ambiental.
Hasta que se llegue a una resolución, el campo entre volcanes en la isla grande seguirá siendo campo de batalla simbólico: entre el presente estratégico de EE.UU. y el pasado —y futuro soñado— del pueblo hawaiano.