Tulsi Gabbard, ¿guardiana de la inteligencia o peón político de Trump?

La excongresista demócrata, ahora directora de inteligencia, reaviva teorías controvertidas sobre Obama y Rusia en un momento de alta tensión política

Del Congreso a la cúpula de la inteligencia

Tulsi Gabbard ha recorrido un largo camino desde su etapa en el Congreso como demócrata por Hawái hasta su rol actual como directora nacional de inteligencia (DNI, por sus siglas en inglés) en la administración de Donald Trump. La exaspirante presidencial sorprendió al país cuando apareció en la sala de prensa de la Casa Blanca para presentar lo que calificó como "pruebas irrefutables" de un presunto complot orquestado por Barack Obama y sus asesores. Gabbard afirma que el expresidente demócrata intentó, junto con su equipo, sabotear la candidatura y posterior presidencia de Donald Trump.

Según Gabbard, esta supuesta conspiración buscaba "subvertir la voluntad del pueblo estadounidense" durante las elecciones de 2016. La mayoría de sus afirmaciones han sido catalogadas como sin fundamento por expertos, pero su exposición ha provocado una tormenta de reacciones políticas y mediáticas.

La narrativa del 'golpe': ¿una operación de contrainteligencia o una jugada política?

La acusación de Gabbard apunta a un tema largamente debatido: la interferencia rusa en las elecciones de 2016. El consenso de la comunidad de inteligencia de EE. UU., la investigación del fiscal especial Robert Mueller y el informe bipartidista del Comité de Inteligencia del Senado en 2020 coincidieron en que Rusia interfirió con el objetivo de favorecer a Trump.

Sin embargo, Gabbard y varios aliados de Trump insisten en que hubo irregularidades en cómo se construyó esa narrativa. Señalan el uso de un polémico dossier que contenía alegaciones, muchas sin verificar, sobre los vínculos del entonces candidato Trump con Rusia. Aunque este dossier fue mencionado en un anexo del informe de inteligencia en 2017, no fue la base del inicio de la investigación del FBI, iniciada en julio de 2016.

Gabbard sostiene que su investigación busca despolitizar los servicios de inteligencia y evitar que sean "armas" contra un presidente electo. Pero sus palabras y, especialmente, el contexto mediático en el que fueron pronunciadas (acompañada por su esposo camarógrafo y celebrada por Trump en redes sociales), han levantado serias dudas sobre su motivación y posible uso del cargo para reforzar agendas políticas.

El respaldo de Trump y el espectáculo en torno a Gabbard

Donald Trump no ha ocultado su satisfacción con el papel actual de Gabbard. Después de su presentación, fijó su video en la parte superior de su feed de Truth Social. Durante el mismo evento, se refirió a ella como "la persona más candente de la sala". Estas declaraciones refuerzan la percepción de que Gabbard ha sido recompensada por su lealtad.

Además, esta ofensiva mediática ha sido interpretada por analistas como una forma de desviar la atención de otros temas incómodos, como las investigaciones y asociaciones del propio Trump con Jeffrey Epstein. Reflotar el tema de Rusia —un tema que durante años alimentó titulares y divisiones partidistas— pudiera servir como cortina de humo eficaz.

¿Desinformación o transparencia?

El informe recién publicado por la oficina de Gabbard, elaborado por personal republicano del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes durante la primera administración Trump, no niega la interferencia rusa, pero critica algunos aspectos metodológicos de la evaluación original de la comunidad de inteligencia. A pesar de esto, Gabbard ha ido más allá haciendo afirmaciones sin base documentada sobre una supuesta conspiración directa de Obama y Clinton.

El portavoz del expresidente Obama, Patrick Rodenbush, calificó estas acusaciones como “ridículas y un intento débil de distracción”. Otros legisladores demócratas han sido más contundentes. El senador Mark Warner dijo que las acciones de Gabbard podrían dañar la cooperación internacional en materia de inteligencia. El congresista Jim Himes, por su parte, criticó que ella no haya ofrecido ninguna justificación válida para ignorar el consenso de múltiples investigaciones independientes.

Una peligrosa erosión de la institucionalidad

El rol del director nacional de inteligencia es uno de los más delicados del gobierno estadounidense. Debe garantizar que los análisis de seguridad nacional estén libres de influencia política. Para muchos observadores, la conducta reciente de Gabbard mina este principio. Si bien ella sostiene que su misión es depurar la inteligencia de motivaciones partidistas, su relato suena más como una prolongación de las teorías de venganza del expresidente Trump.

La politización de los servicios secretos puede tener consecuencias graves. Ya en 2016 la desinformación jugó un papel decisivo en la decisión electoral. Las campañas de propaganda digital y noticias falsas fueron tan sofisticadas, que plataformas como Facebook y Twitter endurecieron desde entonces sus políticas.

Deslegitimar las investigaciones previas con afirmaciones no comprobadas podría terminar debilitando aún más la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Según una encuesta del Pew Research Center de marzo de 2024, apenas el 37% de los estadounidenses confía plenamente en los informes de inteligencia sin sesgo político. La cifra era del 53% en 2018.

El factor Epstein y el control del ciclo mediático

Varios analistas coinciden en que el momento elegido para esta revelación no es casual. Poco antes, nuevas filtraciones en torno al caso Epstein ponían nuevamente bajo escrutinio a figuras del alto poder político, incluido Trump. El hecho de que Gabbard saliera al escenario con este informe puede leerse como una maniobra para redirigir los focos mediáticos hacia el discurso preferido del expresidente: su propia victimización y persecución política.

La técnica no es nueva. En los últimos años, Trump ha usado episodios de alto impacto simbólico —como la desclasificación selectiva de documentos o conferencias sorpresa— para imponer su narrativa frente a escándalos u obstáculos legales. Gabbard parece ser ahora una pieza valiosa en este tablero de ajedrez.

¿Independencia o sumisión?

El tema ha provocado también división interna en las propias filas republicanas. Mientras que algunos, como el presidente del Comité de Inteligencia Rick Crawford, apoyan a Gabbard y defienden sus acciones como un intento de restaurar la confianza pública, otros se preguntan si no se está cruzando una línea peligrosa.

"La directora es libre de no compartir las conclusiones del informe de inteligencia, pero deberíamos preguntarnos por qué se hacen estas revelaciones justo ahora y sin bases sólidas que las respalden", afirmó un exfuncionario del Departamento de Seguridad Nacional que prefirió el anonimato.

La CIA, por su parte, declinó hacer comentarios sobre lo dicho por Gabbard, reforzando la idea de que hay nerviosismo en los círculos institucionales frente a lo que podría convertirse en una guerra abierta de información dentro del gobierno federal.

Alianzas geopolíticas en juego

El daño colateral de esta retórica podría ir mucho más allá. Varios expertos en política exterior advierten que socavar la credibilidad de las agencias de inteligencia no solo afecta la percepción interna, sino también pone en peligro alianzas estratégicas con otros servicios de inteligencia extranjeros.

“La compartición de inteligencia se basa en la confianza. Si nuestros aliados europeos creen que cualquier análisis podría ser manipulado por razones partidistas, podrían proteger parte de su información crítica en adelante,” dijo Fiona Hill, exexperta del Consejo de Seguridad Nacional y clave en las audiencias del primer impeachment a Trump.

El equilibrio global en tiempos de guerra en Ucrania, escaladas en Oriente Medio y el desafío permanente de China hacen que una inteligencia creíble y respetada sea más esencial que nunca. Usarla como arma política puede traducirse en vulnerabilidades reales en el terreno geopolítico.

Una nueva era de espionaje con cámaras propias

En un detalle que no pasó desapercibido, Gabbard fue acompañada a su conferencia de prensa por su esposo, quien filmaba la escena con una cámara profesional. Esta imagen refuerza la percepción de muchos críticos: más que un esfuerzo genuino por esclarecer hechos pasados, se trató de una jugada cuidadosamente coreografiada para consumo mediático.

La política moderna, particularmente desde la irrupción del fenómeno Trump, ha borrado cada vez más la línea entre espectáculo y gobierno. En esta nueva dinámica, ni siquiera los cargos más técnicos e imparciales, como el de directora de inteligencia nacional, parecen inmunes al “show”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press