El gusano barrenador de la carne: una amenaza silenciosa que paraliza la ganadería mexicana

Chiapas enfrenta una nueva plaga del parásito que aterroriza al sector agropecuario mientras Estados Unidos cierra sus fronteras al ganado mexicano

Una vieja pesadilla resurge en el sur de México

En pleno 2025, mientras en muchas partes del mundo la innovación tecnológica domina la agricultura y la ganadería, en los ranchos del sur de México se libra una batalla que parece salida de otra época: la lucha contra el gusano barrenador del ganado (New World screwworm). Esta plaga, considerada erradicada de México en décadas pasadas gracias a rigurosos programas binacionales, ha resurgido con fuerza en el estado de Chiapas, poniendo en jaque al sector pecuario y provocando un cierre tajante de las fronteras por parte de Estados Unidos. El epicentro de esta situación es el tranquilo municipio de Cintalapa, donde rancheros como Alfredo Chávez, un técnico en ganadería con años de experiencia, han visto cómo las larvas que devoran carne viva regresan para provocar miedo, pérdidas económicas y desesperación.

¿Qué es el gusano barrenador del ganado?

El gusano barrenador del ganado (Cochliomyia hominivorax) es una larva de una mosca que deposita sus huevos en heridas abiertas de animales. Una vez que eclosiona, la larva se alimenta del tejido vivo, provocando infestaciones que pueden causar lesiones profundas, infecciones secundarias, pérdida de peso e incluso la muerte si no se tratan a tiempo. Este parásito ha sido un enemigo constante del sector agropecuario en el continente americano. En Estados Unidos fue erradicado en 1982 mediante un innovador programa de liberación de moscas estériles, una técnica que también funcionó durante años en México y Centroamérica. Sin embargo, este equilibrio se ha roto.

El regreso de una plaga temida

Desde mayo de 2025, las autoridades estadounidenses comenzaron a detectar casos aislados de ganado infectado proveniente de México. Tras un caso confirmado en Veracruz, se reactivaron las alarmas. La administración estadounidense suspendió la importación de ganado mexicano, provocando una crisis en una industria que, según datos de la SADER (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural), exporta anualmente más de 1.4 millones de reses a EE. UU. Mientras tanto, en Chiapas, los casos comenzaron a multiplicarse. Según el veterinario Alfredo Chávez, ha atendido más de una docena de animales en solo un mes, y ha escuchado reportes de “docenas de ranchos” afectados en la región. No solo las vacas están en peligro. Las moscas barrenadoras también afectan a ovejas, cerdos, perros y gatos. Una mínima herida es suficiente para que las moscas pongan sus huevos.

Sin apoyo, con gasolina y cal

La situación es desesperante. Los medicamentos importados para tratar la infección han prácticamente duplicado su precio, y los tratamientos no son simples: requieren varias aplicaciones, seguimiento riguroso y condiciones higiénicas que muchos ranchos no pueden garantizar. Ante esto, algunos ganaderos han optado por medidas caseras, como rociar gasolina o cal en las heridas para sacar las larvas. Aunque estas soluciones son riesgosas, para muchos es la única opción. “Lo hemos enfrentado solos”, lamentó Chávez en declaraciones a medios locales.

¿Dónde está el gobierno?

Uno de los reclamos más comunes entre rancheros de Chiapas es la ausencia de apoyos concretos por parte del gobierno federal y estatal. Si bien se ha anunciado la creación de una planta de producción de moscas estériles en Chiapas con apoyo estadounidense, este proyecto no entrará en operación hasta 2026. Edi Valencia Santos, encargado de uno de los ranchos afectados, recordó cómo en los años 80 se esparcían moscas estériles desde pequeños aviones. Y aunque se ha hablado de retomar ese programa, por ahora no ha llegado ninguna ayuda material, ni medicamentos ni brigadas de atención.

Una amenaza internacional

El verdadero peligro del gusano barrenador no es solamente regional. Si llegara a cruzar hacia Texas, como temen las autoridades de EE. UU., podría desencadenar una epidemia que costaría miles de millones de dólares. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), el brote de los años 60 y 70 causó pérdidas anuales de más de $100 millones de dólares en ganado. De ahí el interés por prevenir una expansión. Esto explica por qué, a pesar de que la mayoría de casos actuales se registran en lugares como Chiapas o Veracruz, el impacto ha sido nacional: hoy toda exportación de ganado bovino de México hacia EE. UU. está suspendida, afectando a miles de rancheros.

Un combate estéril (por ahora)

La técnica más efectiva contra el gusano barrenador ha sido la liberación de moscas estériles, un método desarrollado en el siglo XX por científicos estadounidenses. Consiste en esterilizar con radiación miles de moscas macho y liberarlas en las zonas infectadas. Estas compiten por las hembras con los machos fértiles, pero no producen descendencia, lo que eventualmente reduce la población. Este programa, conocido como el Screwworm Eradication Program, fue exitoso en eliminar al parásito desde el sur de EE. UU. hasta Panamá. En 1991, con la colaboración de México, se consolidó una “barrera biológica” en la frontera entre Panamá y Colombia. Ahora, se intenta replicar ese éxito localmente, pero el tiempo juega en contra.

La urgencia de una solución binacional

La cooperación entre México y Estados Unidos ha sido clave en el pasado para combatir el gusano barrenador, y lo será nuevamente si se quiere prevenir una catástrofe ganadera. Ya se han iniciado contactos entre técnicos de la USDA y la SADER mexicana para acelerar el proceso de producción de moscas estériles. Sin embargo, se requerirá inversión urgente y acción coordinada. El principal riesgo es que, sin una respuesta oportuna, el gusano barrenador pueda expandirse al norte de México y eventualmente a Texas, reiniciando una pesadilla que se creía olvidada.

La dimensión humana: los rancheros al límite

Más allá de las cifras, están las vidas de miles de productores rurales. La ganadería no es solo una fuente económica en regiones como Chiapas; es una forma de vida. Cada vaca que enferma representa no solo pérdidas monetarias, sino también un golpe al patrimonio familiar. “He tenido cinco animales infectados, y el tratamiento no solo es caro, sino lento”, comentó Edi Valencia. “Nos están dejando solos” —una frase que muchos ganaderos han repetido. La crianza de ganado en los municipios del sur alcanza a más de 40% de la población económicamente activa rural, y pérdidas estimadas por la inactividad comercial podrían alcanzar los $500 millones de pesos en lo que va del año.

¿Y el futuro?

El caso del gusano barrenador es un recordatorio de que la salud animal también es una cuestión de soberanía económica, un tema de seguridad alimentaria, e incluso un asunto de relaciones diplomáticas. Revivir y reforzar programas binacionales de vigilancia, con brigadas sanitarias capacitando localmente a productores, es esencial. Pero no basta. Se necesita voluntad política, recursos e inmediatez. Chiapas ha sido el “paciente cero” de una nueva amenaza que puede escalar rápidamente. Si no se actúa hoy, mañana puede ser demasiado tarde.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press