Mercurio, oro y crimen: La red tóxica que devora la Amazonía
Un decomiso récord en Perú desvela un comercio ilegal transnacional que liga minería, crimen organizado y ecocidio
El decomiso que encendió las alarmas
En junio de 2025, agentes aduaneros peruanos realizaron una incautación histórica: cuatro toneladas de mercurio camufladas como grava en el puerto de Callao. El contenedor procedía de México y tenía como destino final Bolivia. La maniobra fue posible gracias a la cooperación internacional, lo que permitió a los analistas de riesgo de la SUNAT (Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria) detectar la irregularidad en la documentación.
“Esta grava estaba impregnada de mercurio”, explicó Jorge Gallo Alvarado, jefe de control aduanero de la SUNAT. “Es una sustancia restringida porque es utilizada en la minería aluvial ilegal”.
Una sustancia prohibida en el corazón de la selva
El mercurio, prohibido o fuertemente regulado en muchos países, es esencial para la minería artesanal ilegal que prolifera en la Amazonía. El proceso —rudimentario pero extendido— consiste en mezclar mercurio con sedimento aurífero, formando una amalgama de oro que luego es calentada. El mercurio se volatiliza, liberando gases tóxicos al ambiente.
Según el profesor e investigador Luis Fernández, experto en mercurio de la Universidad Wake Forest, el metal incautado podría haber producido alrededor de 1.600 kilogramos de oro —con un valor estimado superior a 172 millones de dólares. “No estamos ante minería de subsistencia, sino ante un comercio de alto valor, organizado e ilegal, con graves consecuencias ambientales y de salud pública”, afirmó Fernández.
Un ciclo tóxico sin control
Gran parte del mercurio termina contaminando ríos amazónicos, donde se transforma en metilmercurio, su forma más peligrosa, y se acumula en la cadena alimenticia. En zonas como Madre de Dios, la contaminación ha sido detectada no solo en ríos y peces, sino también en leche materna y agua potable.
La exposición prolongada al metilmercurio puede generar daños cerebrales irreversibles y afectar el sistema nervioso, especialmente en niños y mujeres embarazadas de comunidades indígenas que dependen del pescado como principal fuente de proteína.
México: la mina detrás del crimen ambiental
Las autoridades peruanas aseguran que buena parte del mercurio es extraído en México, en estados como Querétaro, y luego es introducido clandestinamente por redes del crimen organizado. El precio del mercurio se ha disparado: mientras que un kilogramo cuesta alrededor de 330 dólares en México, en la Amazonía puede alcanzar hasta 1.600 dólares, multiplicando su valor hasta cinco veces en el mercado negro.
Un informe de la Environmental Investigation Agency (EIA) reveló que al menos 30 toneladas de mercurio son traficadas cada año desde México hacia Sudamérica por una única red criminal. Las cifras actuales sugieren que el flujo alcanzó las 56 toneladas en 2024, y la tendencia sigue en aumento.
El triángulo mortal: oro, mercurio y droga
El informe más reciente de la EIA describe una peligrosa convergencia entre actividades ilícitas: minería ilegal, narcotráfico y contrabando de mercurio. En este nuevo paradigma, organizaciones criminales como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) han diversificado su portafolio y ya están implicadas directamente en la producción, transporte y comercialización de mercurio.
La tríada “oro-mercurio-droga” representa una amenaza compleja, cuya disolución implica reformas profundas a nivel internacional, incluyendo el cierre definitivo de todas las minas de mercurio aún activas.
Un negocio cada vez más sofisticado
Los traficantes operan con una logística sofisticada: ocultan el mercurio en cargas legales como piedra triturada, utilizan documentación fraudulenta e incluso empresas fachada para pasar inadvertidos en los puntos aduaneros. Una vez dentro del país, el metal se introduce a campamentos de extracción ilegal, muchos ubicados en reservas protegidas o territorios indígenas. Allí, su rastro se vuelve imposible de seguir.
Colombia, Brasil y Bolivia: terreno fértil para el comercio ilícito
Además de Perú, otros países atraviesan problemas similares. En Colombia, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y el Clan del Golfo controlan diversas rutas del tráfico de mercurio. En Brasil y Bolivia, los controles son escasos y la demanda del mercado negro sigue al alza.
Colombia, de hecho, se encuentra entre los mayores emisores per cápita de mercurio del mundo, según estimaciones de la ONU, con aproximadamente 150 toneladas descargadas anualmente, muchas de ellas vinculadas a la minería ilegal.
Perú y el Convenio de Minamata: muchos compromisos, poca acción
Desde 2013, Perú forma parte del Convenio de Minamata, un acuerdo internacional para reducir el uso de mercurio y mitigar su impacto ambiental. Sin embargo, la capacidad de respuesta ha sido limitada. Las redes de contrabando son ágiles, creativas y bien financiadas, mientras que los recursos disponibles para aduanas y fiscalías son escasos.
“Estas redes evolucionan a medida que sube el precio del oro”, señala Fernández. “Las autoridades necesitan herramientas, capacitación y presupuesto para poder seguirles el ritmo”.
La urgencia de soluciones de fondo
Adam Dolezal, especialista en industrias extractivas de la EIA, sostuvo que el decomiso muestra el potencial de las aduanas cuando trabajan con recursos y coordinación internacional, pero advirtió: “Mientras sigan operando minas de mercurio, los traficantes no dejarán piedra sin remover”.
Eso implica que las soluciones no pueden quedarse en el control fronterizo. Deberán abordarse las raíces estructurales: desde la prohibición total de la producción de mercurio, hasta mecanismos que hagan viable y segura la minería formal en zonas vulnerables.
Se espera que este tema sea prioridad durante la próxima Conferencia de las Partes del Convenio de Minamata. Allí, los países tendrán una oportunidad clave para cerrar los vacíos legales que aún permiten el comercio de mercurio con fines “artesanales”.
¿Qué está en juego?
Para las comunidades indígenas afectadas, el comercio de mercurio no es una estadística lejana. Es la causa del agua contaminada que sus hijos beben, del pescado que ya no pueden comer y del aire tóxico que respiran al vivir cerca de campamentos ilegales.
En números globales, este contrabando representa una pérdida multimillonaria por evasión, destrucción ambiental y costos sanitarios. En términos humanos, es un crimen lento, invisible y muchas veces silencioso, que destruye el futuro de las generaciones amazónicas.
La pregunta que queda es: ¿tendrán los gobiernos el coraje de frenar este círculo vicioso?... o seguirán mirando hacia otro lado mientras el mercurio se cuela, gota a gota, en el corazón verde del planeta.