Guaykurú Ñemondé: Plumas, promesas e historia en Emboscada

Cada julio, los habitantes de un pueblo paraguayo rinden homenaje a San Francisco Solano con trajes emplumados que evocan antiguas batallas, promesas cumplidas y una identidad cultural marcada por el sincretismo religioso

Emboscada, una localidad situada a unos 32 kilómetros de Asunción, Paraguay, se transforma cada 24 de julio en el escenario vibrante y colorido de una tradición que mezcla lo religioso, lo folclórico y lo ancestral: Guaykurú Ñemondé. Esta celebración, en honor a San Francisco Solano, patrono de la ciudad, reúne a miles de devotos que se visten con trajes plumíferos para agradecer milagros y renovar promesas.

La promesa hecha plumas

La historia de Blanca Servín es la de muchos fieles de Emboscada. Ella prometió vestir a su hijo como ave durante siete años si San Francisco Solano concedía un milagro: que su hijo pudiera sobrevivir tras un complicado parto. "Los médicos dijeron que solo viviría unos días, y ya cumplirá siete años", cuenta. Su historia resuena con fuerza entre los "promeseros", como se les conoce localmente a quienes realizan las danzas con trajes emplumados como señal de gratitud.

Este rito no es solo simbólico, también implica una gran dedicación manual. Marcos Villalba, otro promesero, dedicó tres meses a elaborar su atuendo. "Mi padre y mis hermanos también han sido promeseros. Es parte de nuestra identidad familiar y cultural", afirma.

De plumas y costumbres: el atuendo sagrado

Los trajes se confeccionan con hasta 30 gallinas, pavos y gansos, según Ireneo López, coordinador de actividades en la parroquia principal de Emboscada. Las familias recogen las plumas durante meses, las limpian, las organizan por color y tamaño, y finalmente las pegan cuidadosamente sobre telas o ropa reciclada. Sulma Villalba, quien prefirió vestir a su esposo e hijos, pasó medio año obteniendo plumas y armando trajes. "Aunque ya cumplimos la promesa, seguimos haciéndolo porque ahora es tradición en casa", dice.

Imitar aves: un gesto ritual cargado de simbolismo

Poner el traje no lo es todo: los promeseros cubren sus rostros y modifican sus voces, imitando a las aves. Esto remite a prácticas ancestrales donde humanos se transformaban ritual y simbólicamente en animales como parte de ceremonias para agradecer o solicitar favores divinos o naturales.

Esta teatralización tiene raíces en el sincretismo entre creencias indígenas y católicas. Según el historiador Ana Barreto, los trajes evocan el conflicto entre los pueblos originarios Guaraní y Chacoano. Irónicamente, el nombre guaraní de la celebración, "Guaykurú Ñemondé", se traduce como "vestirse como bárbaro", y sería una parodia de los enemigos en antiguas guerras.

Un rito con fondo histórico y antropológico

Las celebraciones en Emboscada no tienen solo carácter religioso. También constituyen actos de memoria colectiva. Antes de la colonia, la zona era disputada por Guaraníes y Chacoanos. Tras la llegada española, los Guaraníes fueron evangelizados por misioneros como San Francisco Solano, mientras los Chacoanos resistieron por más tiempo.

El sincretismo cultural es palpable: los fieles honran a un santo católico con vestimentas que, sin saberlo muchos, evocan a los "enemigos" de sus ancestros. El final de la procesión —con danzas frente a la iglesia— simboliza esta unión moderna de tradiciones.

La figura de San Francisco Solano

Francisco Solano fue un fraile franciscano español del siglo XVI que evangelizó zonas de Argentina, Bolivia, Perú y Paraguay. Se destacó no solo como misionero, sino también como músico. Utilizaba la música para predicar, conectando así con los pueblos originarios sin necesidad de violencia, lo cual lo hizo popular tanto entre europeos como entre indígenas.

Fue canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII y su figura se convirtió en símbolo de esperanza para los fieles latinoamericanos. En Emboscada, es visto más como un "santo cercano" que como una figura dogmática. "Yo le pedí por la salud de mis hijos, y aquí estamos", dice Jessica López, madre de dos pequeños que también participaron esta edición.

La construcción del mito

Se cree que la primera capilla dedicada a San Francisco Solano se levantó en 1930. Con el paso del tiempo y el crecimiento demográfico, se erigió un nuevo edificio más grande. Hoy, cada año, la figura de madera del santo es escoltada entre rezos, música, tambores y colores antes de ser decorada para el día principal de la fiesta.

El 24 de julio comienza con una Misa en la capilla homónima y continúa con una larga procesión por las calles del pueblo. Los promeseros encabezan esa marcha, seguidos por centenares de residentes y turistas, hasta arribar nuevamente frente a la iglesia donde culminan con bailes y ofrendas simbólicas.

¿Fiesta o catarsis colectiva?

"Guaykurú Ñemondé" es más que un homenaje a un santo. Para sus participantes, esta celebración es un acto de fe, resistencia, memoria y tradición. En tiempos donde la modernidad y la globalización erosionan las costumbres locales, Emboscada ofrece un ejemplo vívido de cómo un pequeño pueblo puede mantener con vida sus raíces sin dejar de evolucionar.

“La cultura lo es todo, y estas celebraciones nos mantienen unidos… eso es lo que nuestros hijos deben aprender”, dice Sulma Villalba mientras se acomoda una pluma que se desprendió del traje de su hijo.

Una tradición en peligro de desaparecer

Para algunos académicos, esta fiesta enfrenta serios desafíos para su supervivencia. La urbanización progresiva, el acceso a nuevas formas de entretenimiento y la desconexión de las generaciones jóvenes con sus raíces podrían debilitar este ritual en los próximos decenios.

No obstante, otros se muestran más optimistas. "Mientras haya fe, seguirá habiendo promesas. Mientras haya promesas, habrá danzas. Y mientras haya danzas, San Francisco Solano vivirá en Emboscada", concluye Ireneo López con serenidad.

En una realidad donde a menudo la espiritualidad se diluye en lo cotidiano, eventos como este nos recuerdan la vitalidad de la cultura popular y la fuerza simbólica de los ritos colectivos. Y si bien algunos se visten de aves, todos elevan la misma plegaria: salud, paz y gratitud.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press