Trump, los Redskins y el regreso de los estereotipos: una ofensa con consecuencias reales

Qué significa realmente la defensa de los nombres racistas en el deporte estadounidense y por qué deberíamos preocuparnos

Un gesto presidencial que reaviva una vieja polémica

En medios de gritos por recuperar el "espíritu americano auténtico", según sus propias palabras, el expresidente Donald Trump ha amenazado con intervenir en los planes para la construcción de un nuevo estadio si el equipo de la NFL de Washington no retoma su antiguo nombre: Redskins, un término considerado racialmente ofensivo hacia los pueblos originarios de Estados Unidos.

Esta afirmación, lejos de ser una simple opinión sobre política deportiva, reabre una de las heridas culturales más profundas del país. El uso de mascotas indígenas en el deporte ha sido durante décadas objeto de debate, denuncia e incluso investigación académica. Lo que está en juego no es simplemente un apodo. Es la salud mental de generaciones de nativos americanos, la perpetuación de estigmas y una visión distorsionada del pasado y presente indígena.

“No es sobre estar ofendidos, es sobre daño psicológico”

“Ser ofendido no es ni siquiera el problema principal. Es un síntoma”, explica Steph Cross, profesora de psicología y ciudadana de la Nación Comanche. Su investigación y la de muchos otros especialistas, como Stephanie Fryberg de la Universidad de Northwestern, ha demostrado que el uso de imágenes estereotipadas —como nombres y logotipos relacionados con pueblos nativos— contribuye a problemas de salud mental entre niños indígenas y comunidades enteras.

Según la Asociación Psicológica Americana (APA), estas representaciones están asociadas con mayores tasas de depresión, automutilación, abuso de sustancias y pensamientos suicidas entre poblaciones indígenas. El mismo informe recomienda desde 2001 el retiro total de estas mascotas.

La historia detrás del nombre “Redskins”

El término "Redskins" ha sido descrito durante décadas como un insulto racial. Aunque algunos argumentan que era una forma de describir la pintura corporal usada por ciertas tribus, existen múltiples referencias que indican su uso peyorativo desde el siglo XIX, incluyendo en textos oficiales y recompensas por “cuero cabelludo rojo” durante campañas genocidas.

En 2020, bajo fuerte presión social y económica —varios patrocinadores decidieron retirar su apoyo—, el equipo finalmente abandonó el nombre. En 2022 anunciaron el nuevo: Washington Commanders. Pero con Trump y parte de su base política empujando por revertir ese cambio, la batalla cultural está lejos de cerrarse.

Deporte, símbolo y poder cultural

Trump no actúa en el vacío. Según el Congreso Nacional de Indígenas Americanos, todavía existen más de 1,500 escuelas en EE.UU. con nombres o mascotas de nativos. Algunas incluso utilizan apodos como “Savages” o el término que Trump quiere reinstaurar. Aunque estados como Nueva York, Maine y Washington han prohibido oficialmente estos símbolos, la resistencia en otras partes del país continúa. La cultura se convierte aquí en un campo de batalla ideológico.

Trump, en su retórica habitual contra la llamada “cultura de la cancelación”, afirma que estos cambios fueron simples gestos políticamente correctos: “Gracias al presidente Trump, los días de corrección política se han terminado”, afirmó el vocero de su equipo.

No es “celebración”, es deshumanización

Para los académicos y líderes indígenas, esta visión resulta particularmente dañina. “Decir que se honra a los nativos americanos con estas mascotas es un engaño cultural”, enfatiza Stephanie Fryberg, quien además pertenece a las Tribus Tulalip. “Si se desea honrarlos, hay que terminar con la deshumanización en imágenes y políticas”.

Fryberg ha investigado cómo los estereotipos fortalecen los prejuicios raciales en la población no-indígena, afectando incluso a profesionales que trabajarán con comunidades nativas, como médicos y maestros. Estos prejuicios, muchas veces inconscientes, refuerzan la marginalización estructural de poblaciones que ya sufren exclusión.

El problema va más allá de los estadios: escuelas, planes de estudio y estructura social

Sarah Shear, profesora e investigadora en la Universidad de Washington, participó en un estudio que reveló que el 87% de las escuelas públicas estadounidenses enseñan sobre pueblos indígenas solo en el contexto pre-1900. Es decir, como si estos pueblos no existieran en la actualidad. Este fenómeno, conocido como “erasure” o borramiento cultural, genera un imaginario colectivo en el que los nativos americanos son parte del pasado y no del presente.

“No me sorprende que Trump defienda el regreso de los apodos antiguos”, comenta Shear. “El sistema educativo sigue reforzando ideas que romantizan, estereotipan o directamente ignoran la realidad indígena actual”.

¿Y los equipos deportivos? Entre cambios y resistencia

El equipo de fútbol americano de Washington no ha sido el único que enfrentó presión pública. En MLB, los Cleveland Indians cambiaron su nombre a “Guardians” en 2021. Sin embargo, otras franquicias importantes como los Kansas City Chiefs (NFL) o los Chicago Blackhawks (NHL) aún conservan nombres, gestos (como el “tomahawk chop”) e iconografía indígena.

Los Chiefs han prohibido el uso de tocados y pinturas faciales en el estadio, pero no renuncian al uso del nombre ni al famoso gesto de los aficionados. “No cambiar el nombre pero modificar el ritual es maquillaje cultural”, advierte Cross. “Es tapar con curitas un problema estructural”.

El fantasma del “orgullo blanco” y el nacionalismo cultural

En el fondo, la defensa del nombre Redskins es parte de una narrativa más amplia sobre identidad nacional y supremacía histórica. Cuando Trump declara que la modificación de nombres es una rendición “ante la izquierda woke”, lo que en realidad hace es posicionar el racismo bajo la bandera de la libertad de expresión.

“Es un retroceso no solo político, sino ético”, comenta Mark Macarro, presidente del Congreso Nacional de Indígenas. “Tenemos nuestras investigaciones, las pruebas, y demostramos que esto causa daño real”. Para Macarro y miles de activistas, la lucha no es simbólica: se trata de dignidad, salud y justicia.

La batalla continúa

El debate sobre los apodos y emblemas indígenas representa hoy algo más que una discusión sobre nombres. Es un reflejo de los profundos conflictos no resueltos entre Estados Unidos y los pueblos originarios. La simbología deportiva tiene un peso importante en la construcción de identidad cultural, especialmente en un país tan diversificado como Estados Unidos. Usar esa plataforma para caricaturizar a una población ya marginada es, en palabras de Fryberg, “una distracción más frente a la necesidad urgente de inversión real, respeto y cumplimiento de compromisos históricos”.

Lejos de ser una anécdota más en la extravagante crónica de Donald Trump, su defensa del nombre Redskins es una ventana hacia los valores que algunos quieren preservar: valores donde aún se permite el racismo bajo la nostalgia del pasado. Y si no lo frenamos, será más que un nombre. Será el regreso consentido de los estigmas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press