Aeroflot bajo ataque: Ciberofensiva ucraniana desata caos aéreo y alarma en la élite rusa
Un ciberataque masivo paraliza a la aerolínea estatal rusa, poniendo al descubierto vulnerabilidades críticas y tensiones geopolíticas en alza
Por primera vez en la historia reciente de la aviación civil rusa, un ciberataque coordinado ha logrado paralizar a Aeroflot, la aerolínea de bandera nacional, provocando una cascada de cancelaciones, caos en los principales aeropuertos del país y temores sobre la seguridad de los datos personales de millones de ciudadanos.
La tormenta cibernética: ¿Quién está detrás?
El lunes 29 de julio de 2025, las pantallas en el Aeropuerto Internacional Sheremétievo de Moscú comenzaron a llenarse de notificaciones de vuelos cancelados y retrasados, generando una marea de miles de pasajeros varados y confundidos. La causa: un ciberataque que inutilizó el sistema de tecnología de la información de Aeroflot, así como sus subsidiarias Rossiya y Pobeda.
Dos grupos se adjudicaron la ofensiva: Silent Crow, un colectivo de hackers ucranianos, y los Belarus Cyber-Partisans, una red activista de Bielorrusia opuesta al régimen de Aleksandr Lukashenko. En palabras de estas agrupaciones, el objetivo era tanto simbólico como estratégico: golpear al símbolo nacional de conectividad aérea de Rusia y al mismo tiempo demostrar el alcance de sus capacidades tecnológicas.
El impacto en los cielos rusos
Más de 100 vuelos fueron cancelados solamente durante las primeras horas del día, mientras que decenas más enfrentaron serios retrasos. Aunque la mayoría correspondía a rutas domésticas, también se vieron afectados vuelos internacionales a países aliados de Rusia como Bielorrusia, Armenia y Uzbekistán.
Aeroflot publicó un comunicado advirtiendo sobre “dificultades no especificadas” en sus sistemas, pero a medida que las imágenes del caos se diseminaban por redes sociales, quedó claro que el problema era mucho mayor.
Un ataque quirúrgico a la infraestructura digital
Según el canal de Telegram de Silent Crow, sus miembros habían logrado infiltrarse en la red corporativa de Aeroflot durante un año completo, copiando información confidencial, grabaciones de llamadas internas, datos de vigilancia de empleados e incluso comunicaciones interceptadas.
“Todos esos recursos ya son inaccesibles o han sido destruidos”, afirmó el grupo. “Restaurarlos podría costar decenas de millones de dólares. El daño es estratégico”.
Para ilustrar sus afirmaciones, publicaron capturas de pantalla de sistemas internos de Aeroflot. Aunque la autenticidad de estas imágenes no pudo ser verificada de manera independiente, el gobierno ruso, a través de su oficina del fiscal general, confirmó que el incidente era investigado como un ataque cibernético criminal.
La dimensión geopolítica del hackeo
Las motivaciones detrás del ciberataque no son meramente tecnológicas. En palabras de Yuliana Shametavets, coordinadora de Belarus Cyber-Partisans, la operación fue preparada durante varios meses con el fin de “infligir un golpe demoledor” a las infraestructuras simbólicas del poder ruso.
Shametavets destacó que la infiltración se logró mediante la explotación de diversas vulnerabilidades en los sistemas de seguridad informática de Aeroflot, señalando un fallo grave en la ciberdefensa de la aerolínea.
Rusia, Bielorrusia y el juego de alianzas
La acción adquiere mayor relevancia si se considera la estrecha asociación entre Rusia y Bielorrusia en el escenario geopolítico actual. El presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko, en el poder desde hace más de tres décadas, ha proporcionado apoyo directo al Kremlin tanto político como militar; incluyendo el permiso para que tropas y armas nucleares rusas se desplieguen en territorio bielorruso.
Esta dependencia mutua convierte cualquier ataque a intereses rusos en una afrenta también al capital político de Lukashenko, y viceversa, cimentando una narrativa bidireccional de tensión sostenida.
Un verano marcado por amenazas aéreas
El 2025 ha sido un año turbulento para los cielos rusos. Las constantes amenazas de drones ucranianos han interferido en múltiples ocasiones con la operación regular de vuelos. En los últimos dos meses, varios aeropuertos del sur de Rusia sufrieron interrupciones por alertas de seguridad derivadas de drones cercanos.
Desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, la ciberseguridad se ha convertido en una nueva línea de batalla, tanto en lo militar como en el transporte y las comunicaciones.
El costo de un hackeo: impacto económico y de reputación
Más allá del caos inmediato en los aeropuertos y la molestia de los viajeros, el ataque a Aeroflot representa un duro revés económico. Según estimaciones iniciales, el costo de restaurar los sistemas podría superar los 50 millones de dólares, sin contar las pérdidas por cancelaciones, compensaciones a pasajeros y efectos secundarios en la red aérea.
Además, está en juego la confianza del público. Silent Crow insinuó que pronto podrían liberarse bases de datos que contienen información sobre millones de pasajeros que hayan volado alguna vez con Aeroflot.
“Los datos personales de todos los rusos que alguna vez volaron con Aeroflot ahora también se han ido de viaje –aunque sin equipaje, y con destino desconocido”, remató irónicamente el grupo en su publicación.
Respuesta oficial del Kremlin y advertencias futuras
Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, calificó el incidente como “bastante alarmante” y agregó que la amenaza de los hackers es un peligro constante para cualquier gran empresa que brinde servicios al público. “Es una amenaza que no se puede ignorar”, mencionó en conferencia de prensa.
Esto podría acelerar los planes de modernización cibernética en el sector público ruso, una tarea que ha sido constantemente pospuesta debido a prioridades militares y el aislamiento económico tras las sanciones internacionales.
La nueva era de la guerra cibernética
El ataque a Aeroflot marca un punto de inflexión, no solo por su alcance técnico, sino también por su simbolismo. Lo que comenzó como una modalidad de sabotaje alternativo —menos letal y menos visible que una bomba— se está convirtiendo en una herramienta estratégica de primer nivel en los conflictos internacionales modernos.
En palabras de Thomas Rid, autor del libro “Cyber War Will Not Take Place”, la diferenciación entre guerra y sabotaje ya no es tan clara: “Los ataques informáticos bien dirigidos pueden tener consecuencias equivalentes —o superiores— a la destrucción física”.
China, Irán, Corea del Norte, Estados Unidos y Rusia forman parte del reducido grupo de países con estructuras dedicadas al ciberespionaje ofensivo. Pero este caso demuestra cómo incluso grupos no estatales pueden ejecutar ofensivas de alcance internacional.
¿Qué sigue para Aeroflot?
Queda por verse cómo actuará Aeroflot en los próximos días. Recuperar la confianza de los pasajeros será una tarea titánica, sobre todo en un país donde el control estatal y la censura informativa dificultan el acceso a detalles. Pero también pone en evidencia que la infraestructura digital crítica sigue siendo el “talón de Aquiles” de las potencias, incluso aquellas que presumen poderío tecnológico como Rusia.
Además, este ataque llega en un contexto de creciente presión hacia las empresas del estado ruso, las cuales son vistas no solo como instrumentos económicos sino como extensiones de la política exterior del Kremlin.
Una advertencia que trasciende fronteras
El ataque a Aeroflot no solo es un caso nacional: tiene implicaciones globales. Las aerolíneas, por su carácter transnacional y su dependencia digital, son blancos ideales para demostrar poder y causar desestabilización. La cooperación internacional en ciberseguridad será clave en los próximos años, no solo entre gobiernos sino también entre empresas.
Tal vez estemos viendo no solo un incidente aislado, sino el primer capítulo de una nueva fase bélica donde los teclados —y no los cañones— se convierten en las armas principales del campo de batalla moderno.