El caso Andre Hill: asesinatos policiales, racismo sistémico y la larga lucha por justicia en EE. UU.
A casi cuatro años del asesinato de Andre Hill, la condena del exoficial Adam Coy es un paso, pero no el final, en la búsqueda de justicia racial
Un caso que marcó un punto de quiebre en la conciencia pública
El 22 de diciembre de 2020, Andre Hill, un hombre afroamericano de 47 años, fue asesinado a tiros por un oficial de policía mientras salía del garaje de la casa de un amigo en Columbus, Ohio. Hill portaba un teléfono celular en su mano izquierda y unas llaves, y fue abatido con cuatro disparos por el exagente Adam Coy en un encuentro que duró segundos pero cuyas consecuencias persisten hasta el día de hoy.
Las imágenes de cámara corporal muestran que Hill no representaba una amenaza directa. Sin embargo, el oficial Coy afirmó suponer que llevaba un arma de fuego, en realidad inexistente. Este episodio se convirtió en una tragedia más en una larga lista de muertes de ciudadanos afroamericanos a manos de policías, reviviendo el debate nacional sobre el racismo sistémico, el uso excesivo de la fuerza y la urgente necesidad de reforma policial en EE. UU.
Una condena histórica pero tardía
Este lunes, el exoficial Coy recibió una sentencia obligatoria de 15 años a cadena perpetua por la muerte de Hill. Durante el juicio, Coy se defendió diciendo: “Siento que mis acciones fueron justificadas. Reaccioné de la misma forma que en cientos de escenarios de entrenamiento. Saqué el arma y disparé para detener una amenaza y protegerme a mí y a mi compañero”.
No obstante, los fiscales argumentaron que Hill estaba siguiendo instrucciones policiales y que jamás representó un peligro. La sentencia marca una victoria judicial en un país donde históricamente las condenas a policías por asesinatos en servicio son excepcionales. De hecho, un estudio del Bowling Green State University encontró que entre 2005 y 2021, solo 110 oficiales fueron arrestados por homicidio en servicio, de los cuales solo 42 fueron condenados.
¿Quién era Andre Hill?
Durante la audiencia de impacto a víctimas, la familia de Andre lo recordó como un hombre amable, generoso y carismático. Sus nietos lo llamaban “Big Daddy”. Las lágrimas y los testimonios de sus hermanas y exesposa pintaron el retrato de un ser humano que fue arbitrariamente silenciado.
“Nunca conoció a un extraño,” confesaron sus familiares, refiriéndose al carácter amigable de Hill. Estos elementos no solo suman a la empatía por la víctima, sino que subrayan lo absurdo y desproporcionado con que la violencia policial puede ser empleada.
La respuesta de la comunidad y el impacto institucional
Días después del asesinato, las tensiones raciales volvían a agitar a una nación que apenas se estaba recomponiendo del caso George Floyd en mayo de ese mismo año. Las protestas no tardaron en llegar, y el descontento social propició decisiones institucionales importantes: Adam Coy fue despedido inmediatamente y el alcalde exigió la renuncia del jefe de policía de Columbus.
En 2021, la ciudad de Columbus cerró un acuerdo civil con la familia de Hill por 10 millones de dólares, una de las indemnizaciones más altas por abuso policial en la historia del estado de Ohio. Ese mismo año, se promulgó una ordenanza que exige a los oficiales proveer atención médica inmediata a personas heridas bajo custodia policial.
Un patrón demasiado familiar
El caso de Hill no es un hecho aislado. Entre 2013 y 2023, The Washington Post registró que más de 1,000 personas mueren cada año por disparos de la policía en Estados Unidos. Afroamericanos representan aproximadamente el 13% de la población, pero constituyen más del 25% de las víctimas fatales de la policía.
Tal desproporción ha llevado a organizaciones como Black Lives Matter a denunciar con insistencia las prácticas discriminatorias y letales de la policía estadounidense, muchas veces amparadas por una cultura de impunidad.
Historial problemático: ¿por qué Adam Coy seguía en servicio?
Una de las preguntas recurrentes tras el asesinato de Hill fue cómo alguien como Adam Coy —con un largo historial de quejas ciudadanas— podía seguir portando un uniforme.
Desde 2001, Coy acumuló docenas de denuncias por uso excesivo de fuerza y comentarios inapropiados, aunque la mayoría fueron eventualmente “descartadas” por departamentos internos que pocas veces hallan culpabilidad en sus miembros. Este patrón institucional perpetúa la violencia y socava la confianza pública en las fuerzas del orden.
La falta de responsabilidad interna es tal que un informe del Department of Justice de EE.UU. (2015) advirtió que “las investigaciones por mal comportamiento interno suelen verse empañadas por conflictos de interés, presiones gremiales y falta de transparencia”.
El racismo estructural bajo la lupa
Casos como este obligan a mirar más allá de las figuras individuales. La muerte de Andre Hill expone una estructura profundamente arraigada de racismo, privilegio e impunidad. No es sólo la decisión de apretar el gatillo lo que está en cuestionamiento, sino el sistema que permite y normaliza ese tipo de decisiones.
Académicos como Michelle Alexander, autora de The New Jim Crow, insisten en que el sistema penal estadounidense funciona como una “nueva forma de control racial”. Según su análisis, el encarcelamiento y la brutalidad policial son formas modernas de mantenimiento del poder blanco sobre las minorías.
¿Una nueva ola de justicia o solo justicia excepcional?
La sentencia contra Coy es significativa, pero también excepcional. Que un policía blanco sea condenado por matar a un hombre negro en EE.UU. sigue siendo la excepción, no la regla. Y mientras existan miles de casos donde la impunidad continúa siendo la norma, es difícil hablar de progreso real.
Como dijo en su momento el reverendo Al Sharpton: “Una sentencia no equivale a justicia. Justicia es cuando podemos vivir sin miedo, sin prejuicio y sin tener que morir simplemente por ser quienes somos”.
El asesinato de Andre Hill continúa siendo una llamada de atención a una sociedad que aún no ha saldado su deuda histórica con millones de ciudadanos afroamericanos. Exige no solo condenas, sino reformas profundas, cambios institucionales y voluntad política para romper con siglos de opresión sistemática.
Los próximos pasos: reformas o retroceso
Desde el asesinato de Hill, se han propuesto varias iniciativas a nivel local y federal:
- La Ley George Floyd de Justicia en la Policía, aprobada en la Cámara pero estancada en el Senado, busca prohibir ciertas tácticas como llaves de estrangulamiento y eliminar la llamada inmunidad calificada.
- Municipalidades como Columbus están reevaluando la formación, supervisión y cultura de sus cuerpos policiales.
- Movimientos ciudadanos han intensificado el escrutinio sobre departamentos de policía y han impulsado nuevas auditorías públicas.
Aunque simbólicamente el caso Hill implica un avance, la pregunta sigue siendo si la sociedad estadounidense está lista para enfrentar el racismo sistémico de manera estructural, o si continuará enterrando cada caso bajo la promesa vacía de que “esto no volverá a pasar”.