El otro rostro del oro líquido: la lucha por la supervivencia del argán en Marruecos

Cómo el auge del aceite de argán amenaza los bosques milenarios, empobrece a las comunidades rurales y reconfigura una cultura ancestral

El aceite de argán, conocido como el 'oro líquido' de Marruecos, se ha convertido en un codiciado ingrediente estrella de la industria cosmética global. Se le atribuyen propiedades milagrosas para la piel y el cabello, y aparece como un símbolo de autenticidad y bienestar en frascos de lujo alrededor del mundo. Sin embargo, detrás de esta historia de éxito comercial hay otra narrativa: la de un ecosistema amenazado, una herencia cultural en peligro y una economía local que lucha por sobrevivir frente a la explotación y el cambio climático.

El árbol de argán: guardián milenario contra el desierto

El Argania spinosa, árbol endémico de Marruecos, ha sido durante siglos un pilar ecológico y económico del suroeste del país. Resiste condiciones extremas—altas temperaturas, escasez de agua y suelos pobres—que lo convierten en una pieza clave contra la desertificación. Su sistema de raíces profundas, de hasta 35 metros, mantiene el suelo firme y su copa espinosa ofrece refugio para especies locales y ganado.

Regiones como Essaouira y Agadir albergan los árboles de argán más antiguos, y desde 1998 la UNESCO ha declarado la Reserva de la Biosfera del Argán. Este reconocimiento no solo valida su valor ecológico, sino también su importancia cultural. Hasta hoy, mujeres bereberes transforman sus frutos en aceite mediante procesos manuales que se transmiten de generación en generación.

De tradición rural a cosmético de lujo

El aceite de argán ha sido usado tradicionalmente no solo como alimento—mezclado con miel o vertido sobre tajines—sino también como medicina natural para tratar eccemas, varicela, y como hidratante para la piel. Su riqueza en vitamina E, antioxidantes y ácidos grasos esenciales lo catapultó a la fama global a comienzos del siglo XXI.

Empresas multinacionales como L’Oréal, Unilever y Estée Lauder comenzaron a incorporar el aceite en champús, cremas y sérums. Hoy en día, una botella de un litro puede venderse por hasta 60 dólares, comparado con los 2.50 dólares de hace tres décadas. La industria lo considera el aceite vegetal más caro del mercado.

El precio del éxito: sobreexplotación y deforestación

Pero este incremento de la demanda ha tenido consecuencias devastadoras para los bosques de argán. Según la investigadora Zoubida Charrouf de la Universidad Mohammed V de Rabat, desde el año 2000 el área cubierta por árboles de argán se redujo en un 40%, lo que constituye una catástrofe ecológica para Marruecos.

  • Sobreexplotación: La recolección intensiva para satisfacer la demanda ha alterado los ritmos naturales del ecosistema.
  • Sequía y cambio climático: Las lluvias son cada vez más escasas y los frutos maduran fuera de temporada.
  • Ganadería y agricultura comercial: El reemplazo de terrenos forestales por cultivos de exportación como tomates y cítricos ha acelerado la pérdida.
  • Sobrepastoreo: Cabras y camellos consumen frutas y ramas jóvenes, impidiendo la regeneración de los árboles.

Trabajo femenino, empoderamiento y precariedad

Uno de los rostros más visibles de la industria del argán son las mujeres rurales que lo procesan. En cooperativas como Ajddigue, en las afueras de Essaouira, mujeres como Fatma Mnir y Rabiaa Reshmayn pasan jornadas enteras moliendo, prensando y embotellando aceite.

A pesar de ser esenciales para la cadena de producción, muchas ganan apenas 3 dólares por cada kilo de semillas, el equivalente a dos días de trabajo. La presidenta de la Unión de Cooperativas Femeninas del Argán, Jamila Id Bourrous, comentó: “La mayoría de las mujeres no ganan más que el salario mínimo marroquí”.

El sistema de cooperativas nació para empoderar, pero hoy muchas han cerrado debido a la competencia desleal, la sequía y la presión por bajar los precios. Un solo actor, la empresa Olvea, concentra el 70% del mercado de exportación. “Cuando tienes dinero para hacer mejor lo que hacíamos desde nuestra pobreza, no es competencia, es desplazamiento”, afirmó Khadija Saye, fundadora de otra cooperativa.

Un patrimonio en desaparición

Más allá de la economía, la desaparición de los bosques representa la pérdida de un patrimonio cultural y una forma de vida. Hafida El Hantati, propietaria de una cooperativa, lamenta: “Si perdemos este árbol, perdemos todo lo que nos define y todo lo que tenemos”.

Las colectas al amanecer, las celebraciones bajo los árboles, las técnicas ancestrales de extracción… Todo ello se desvanece ante los ojos de una generación que, como dice El Hantati, será probablemente la última en vivir esta tradición.

Soluciones: entre la esperanza y la urgencia

El gobierno marroquí inició en 2018 un ambicioso proyecto de reforestación con técnicas de intercropping, plantando árboles de argán junto con plantas como alcaparras para retener la humedad del suelo. Se ha destinado un área de 100 kilómetros cuadrados en terrenos privados para aliviar la presión sobre los bosques comunes.

Sin embargo, la peor sequía en 40 años ha retrasado la producción de frutos. Además, los centros de almacenamiento construidos para facilitar la independencia comercial de las cooperativas no han funcionado como se esperaba, aunque una nueva versión mejorada está proyectada para 2026.

La cadena de valor también es un enorme desafío. “Entre la mujer que recolecta y el consumidor hay hasta cuatro intermediarios”, explica Id Bourrous. Estos actores se quedan con gran parte del margen, haciendo casi imposible que las cooperativas negocien precios justos.

¿Consumir con conciencia?

Frente a este escenario, surge la pregunta: ¿cómo pueden los consumidores actuar de manera responsable? Algunas recomendaciones incluyen:

  • Comprar productos certificados de comercio justo o con denominación de origen protegida.
  • Apoyar marcas que trabajen directamente con cooperativas marroquíes.
  • Informarse sobre la trazabilidad del aceite usado en cosméticos.
  • Divulgar la situación para aumentar la presión sobre las grandes marcas.

Un equilibrio delicado

El dilema que enfrenta Marruecos con el aceite de argán no es único: representa una tensión cada vez más común entre comercio global y sostenibilidad local. Como consumidores globales, nuestras decisiones, aunque pequeñas, tienen el poder de moldear cadenas productivas enteras.

El futuro del argán —y con él, el de miles de mujeres y un ecosistema único— dependerá de que encontremos un nuevo equilibrio entre beneficio, tradición y conservación. Entre el oro que brilla en las góndolas y las raíces hundidas en tierra seca, hay una historia esperando ser rescatada.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press