Gaza entre el hambre y el caos: ¿quién se beneficia de la crisis humanitaria?

El colapso del orden en la Franja de Gaza ha convertido la ayuda alimentaria en mercancía de lujo, arrebatada por mafias mientras miles mueren de hambre. ¿Es esto una crisis provocada o inevitable?

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Una tierra cercada por la tragedia

Desde el inicio de la guerra en octubre de 2023 entre Israel y Hamas, la Franja de Gaza ha sido testigo de uno de los capítulos más oscuros de su historia moderna. Lo que comenzó como una guerra relámpago ha degenerado en una catástrofe humanitaria sin precedentes en la región. Con una población de más de 2 millones de personas atrapadas entre el asedio militar israelí y el colapso de su infraestructura interna, Gaza es hoy un símbolo del fracaso internacional.

El valor del pan: cuando la comida cuesta más que la vida

En las últimas semanas, el precio de un kilo de harina ha alcanzado los 60 dólares en los mercados callejeros de Gaza. Un kilo de lentejas puede costar hasta 35 dólares. Para un territorio donde el desempleo supera el 45% y muchas familias llevan más de un año sin ingresos constantes, estos precios son inalcanzables.

Lo peor: esta ayuda —en su mayoría suministros donados por el Programa Mundial de Alimentos (WFP) o el grupo patrocinado por Israel, Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés)— debería haber sido gratuita. Sin embargo, ha sido acaparada por mafias locales y revendedores que operan con total impunidad.

Colapsó el Estado, floreció el mercado negro

Con la desaparición del control que alguna vez fue ejercido por las fuerzas policiales de Hamas en el sur de Gaza, lo que quedó fue un vacío de poder. Sobre ese vacío se levantaron tribus, bandas armadas e intermediarios del mercado negro que ahora dominan la entrega de ayuda alimentaria. Mientras tanto, la población general ha quedado a merced de la suerte, la fuerza física y la rapidez.

“Es un gran negocio”, afirma Mohammed Abu Taha, un desplazado que vive en una tienda en las afueras de Rafah con su familia. “Los más jóvenes y fuertes logran abrirse paso entre la multitud, se llevan los víveres y los venden después”.

¿Caridad o negocio? La dualidad de la ayuda humanitaria

La ayuda humanitaria se ha transformado en moneda de cambio. Los sacos con el logo del WFP o GHF son comúnmente encontrados a la venta en puestos de mercado, lejos de su objetivo original de salvar vidas.

Según la portavoz del WFP, Abeer Etifa: “Dado que es imposible distribuir ayuda de forma segura, permitiremos que la población hambrienta acceda directamente a los camiones, siempre que no haya violencia”.

Sin embargo, como han documentado varios videos virales, la realidad es que cada reparto termina en caos: estampidas, peleas e incluso disparos. No es raro que civiles armados o mercenarios de seguridad interrumpan la entrega para “organizar” la distribución… es decir, para quedarse con parte de la ayuda.

Una crisis alimentada por el bloqueo

Antes del colapso total en marzo de 2024, Gaza recibía entre 500 y 600 camiones diarios de ayuda. Tras el fin de la tregua, esa cifra se desplomó a tan solo 70 camiones por día. Aunque Israel anunció recientemente que permitirá el ingreso de hasta 180 camiones diarios, expertos advierten que eso no es suficiente.

Más aún, la falta de seguridad en la región complica la operación logística. Los convoyes de Naciones Unidas son atacados o saqueados constantemente. La situación se ha vuelto tan crítica que algunos expertos aseguran que hasta 100,000 niños y mujeres sufren malnutrición aguda severa.

La guerra del pan: quién vive, quién muere

Lo que ocurre en Gaza no es solo un problema de escasez. Es una lucha por sobrevivir. Heba Jouda, madre de dos hijos, cuenta cómo sufre para conseguir comida: “Para obtener alimentos en los sitios de GHF hay que ser fuerte y rápido. Yo soy mujer, y muchas veces me quitan los suministros en el camino de regreso”.

Esta lucha por víveres ha dejado un saldo trágico. Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, más de 1,000 palestinos han muerto desde mayo intentando conseguir comida, especialmente cerca de los sitios operados por GHF. Las causas van desde disparos israelíes a estampidas masivas.

Israel sostiene que no hay hambruna

En medio del desastre, el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, asegura que “no hay una política de hambruna en Gaza y que no existe una crisis alimentaria”. Sin embargo, los datos, testimonios y organizaciones internacionales rebaten estas afirmaciones.

El Ministerio de Salud de Gaza —si bien opera bajo la administración de Hamas— reporta que más de 59,000 palestinos han muerto desde el inicio de la guerra. Decenas han perecido en las últimas semanas por causas relacionadas al hambre.

La fragilidad del sistema de distribución

Durante la tregua humanitaria a inicios de 2024, se demostró que un suministro estable y seguro puede evitar el acaparamiento. Pero cuando esa estructura colapsó, el sistema se vino abajo. Sin control estatal o intervención internacional efectiva, la ley del más fuerte se convirtió en la norma.

GHF, patrocinada por contratistas estadounidenses y respaldada por el ejército israelí, argumenta que su sistema evita la apropiación organizada por parte de Hamas. No obstante, admite que individuos pueden obtener alimentos y revenderlos. Lo que preocupa, afirman, es una posible apropiación sistemática por parte del grupo islamista, algo que aseguran no ocurre en sus sitios.

¿Cómo se sale del abismo?

La ONU ha sido clara: solo un alto al fuego permitiría una distribución segura y masiva de víveres. Mientras eso no ocurra, incluso los acuerdos recientes para aumentar la ayuda serán poco efectivos.

El problema, sin embargo, no es únicamente militar ni logístico. Es profundamente ético y político. ¿Cómo se explica que en el siglo XXI las principales potencias del mundo sean incapaces de asegurar el envío de pan y agua a una población prisionera?

Y más: ¿cómo es posible que una red de bandas armadas logre controlar la ayuda internacional sin que ninguna fuerza intervenga? ¿Son esos grupos improvisados o parte de una estrategia política más amplia?

El abismo moral de la comunidad internacional

La comunidad internacional observa con impotencia, mientras se multiplican las muertes silenciosas. Los niños de Gaza no mueren solo por bombas, sino por la imposibilidad de conseguir un plato de comida. Las organizaciones humanitarias no solo requieren fondos, necesitan garantías de seguridad.

Israel, por su parte, insiste en que Hamas prolonga la guerra, mientras minimiza la crisis alimentaria. Pero incluso si ese argumento fuera cierto, ¿acaso niños moribundos deberían pagar por acciones de combatientes adultos?

La historia juzgará este momento. Gaza es hoy un espejo turbio donde se reflejan las contradicciones de un mundo que dice valorar la vida, pero tolera la muerte por inanición. No basta con lanzar alimentos en paracaídas. El mundo debe intervenir con justicia, claridad y músculo diplomático. Y debe hacerlo ahora.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press