Ituri, la otra guerra olvidada: la masacre en una iglesia que sacudió al Congo
Mientras el mundo mira a otros conflictos, el horror persiste en el este del Congo con un nuevo ataque del grupo ADF que dejó más de 40 muertos
El domingo 27 de julio de 2025, el pueblo de Komanda, en la provincia de Ituri al este de la República Democrática del Congo (RDC), sufrió uno de los ataques más atroces que ha vivido en su historia reciente. Durante una vigilia nocturna en una iglesia católica, milicianos del Allied Democratic Forces (ADF), grupo rebelde vinculado al Estado Islámico, irrumpieron y abrieron fuego contra los fieles. El saldo: al menos 38 personas muertas en la iglesia y cinco más en una aldea cercana. Entre las víctimas había 19 hombres, 15 mujeres y nueve menores de edad.
¿Quiénes son los ADF y cómo surgieron?
Los ADF tienen sus raíces en Uganda, donde surgieron durante la década de los 90. Se consolidaron como una alianza de grupos musulmanes descontentos tras la caída del dictador Idi Amin y la llegada al poder de Yoweri Museveni. Ya en esa época, los ADF consideraban que el nuevo gobierno marginaba a los musulmanes.
Poco a poco, el grupo fue ganando fuerza y notoriedad hasta establecerse en la frontera entre Uganda y el Congo, desde donde comenzaron sus ataques organizados, principalmente contra civiles y aldeas sin protección. En 2019, los líderes del ADF juraron lealtad al Estado Islámico, elevando su perfil internacional como una peligrosísima célula yihadista en suelo africano.
Una oscura conexión con el Estado Islámico
Desde su fidelidad al ISIS, el ADF ha adoptado tácticas más brutales y discursos islamistas radicales. Apuntan a la creación de un califato islámico en Uganda, operativo desde el Congo, recurriendo al terror puro como medio de dominación.
Según informes de la ONU, los ADF son responsables de más de 2.000 muertes de civiles solo desde 2020. Utilizan tácticas de miedo que incluyen decapitaciones, secuestros masivos y la quema de aldeas.
Ituri: tierra fértil para el caos
La RDC, especialmente el este del país, ha sido escenario de conflictos desde hace más de dos décadas. El punto álgido se dio tras el genocidio de Ruanda en 1994, cuando milicias hutus huyeron al Congo y desestabilizaron la región.
Actualmente, los enfrentamientos en Ituri involucran a más de 120 grupos armados diferentes, según la ONU, entre los que encontramos al grupo M23 (Movimiento del 23 de marzo), milicia respaldada por Ruanda que ha estado enfrentándose al ejército congoleño desde principios del año con una ofensiva que capturó dos grandes ciudades.
Como un tablero de ajedrez: una guerra tras otra
Mientras las fuerzas congoleñas y ugandesas concentran sus esfuerzos para repeler a M23 en el sur, los ADF aprovechan esa distracción militar para sembrar el terror en otras zonas. Lo explicó bien el experto Onesphore Sematumba, analista para el International Crisis Group:
“Estas operaciones conjuntas solo han logrado dispersar al ADF, sin realmente proteger a los civiles de sus terribles represalias”
Y es que, pese a las operaciones conjuntas que iniciaron en 2021 entre Uganda y RDC, los niveles de violencia continúan en aumento. Más de 6,000 personas fueron asesinadas tan solo en 2022 en las provincias de Ituri y Kivu del Norte, muchas en atentados atribuidos al ADF.
La masacre en Komanda: un crimen absolutamente deliberado
El ataque ocurrió alrededor de la 1 a.m. del 11 de julio de 2025. Los feligreses participaban en una vigilia religiosa en la iglesia católica de Komanda cuando hombres armados irrumpieron y comenzaron a disparar indiscriminadamente.
Posterior a la masacre, los mismos asaltantes se dirigieron hacia la aldea de Machongani, ubicada a solo 12 kilómetros, quemaron varias casas y asesinaron a cinco personas más. En total, la cifra de víctimas alcanzó las 43 personas muertas.
El ejército congoleño calificó el hecho como una “masacre a gran escala” y lo atribuyó directamente a represalias por las recientes ofensivas en contra de los ADF.
El silencio y la impunidad internacional
Estos actos ocurren mientras el conflicto en Ucrania o la crisis en Gaza ocupan titulares mundiales. Las tragedias del Congo, en cambio, marchan en la oscuridad informativa, sin verdadera atención internacional, mucho menos acción.
La Misión de Estabilización de la ONU en el Congo (MONUSCO) calificó esta situación en Ituri como “extremadamente preocupante desde el punto de vista humanitario”. Con más de 6 millones de desplazados internos en todo el país, la RDC se encuentra al borde de una tragedia humanitaria de proporciones históricas. A modo de comparación, Siria tiene cerca de 7 millones de desplazados internos tras más de 12 años de guerra civil.
Una bomba social: religión, infancia y desplazamiento
Lo ocurrido en Komanda no solo es reflejo del conflicto armado, sino también de una grave crisis espiritual. Atacar una iglesia durante una vigilia, con presencia de niños, no es casual —es un símbolo de total ruptura moral.
Las iglesias han sido, históricamente, espacios de refugio en el Congo. Han acogido desplazados, propagado educación y servido como lugares de paz en medio del infierno. Que incluso estas instituciones sean blanco ya habla de una sociedad totalmente desmembrada.
Además, para los muchos niños que mueren o quedan huérfanos tras estos ataques, el futuro es un callejón sin salida: el reclutamiento forzado por grupos armados se incrementa a medida que más menores quedan desprotegidos. Según UNICEF, más de 19,000 menores en el Congo han participado en conflictos armados en la última década.
Entre M23, ADF y la apatía internacional
El enfrentamiento entre el ejército congoleño y M23 ha capturado la atención diplomática internacional, con mediaciones desde la Unión Africana hasta el Vaticano. Pero todo ello suele dejar fuera de foco a los crímenes del grupo ADF.
Mientras tanto, las víctimas siguen acumulándose. Apenas este mismo mes, el ADF fue responsable de otras 66 muertes en Ituri, solo días antes del ataque a la iglesia. Y como predijo Sematumba, con las fuerzas del Estado más ocupadas al sur, los ADF siguen golpeando sin tregua.
¿Qué puede hacerse?
No es una respuesta sencilla. La militarización no ha surtido efecto; las operaciones conjuntas con Uganda, aunque necesarias, han sido insuficientes. Algunos analistas plantean que solo una respuesta socioeconómica, sumada a la desarticulación de redes internacionales de armas y dinero, podrían contenerlo.
También se requiere una respuesta más decidida de actores internacionales con peso: Ni Estados Unidos, ni Europa, ni China han demostrado un compromiso sostenido con la paz en el Congo. Las potencias se benefician de sus recursos minerales, pero poco hacen para estabilizar la región.
Ituri no puede seguir siendo una nota a pie de página. Las vidas perdidas en Komanda no pueden caer en el olvido. La historia ha demostrado que cuando se permite que la violencia religiosa y étnica avance impunemente, el saldo siempre termina siendo catastrófico, regional y global.