La otra guerra en México: científicos y madres buscan a los desaparecidos bajo tierra
Tecnología, ciencia forense y sabiduría popular se unen en un esfuerzo sin precedentes para encontrar a más de 130,000 personas desaparecidas en manos del crimen organizado.
Una crisis fuera de control
Desde hace casi dos décadas, México ha sido sacudido por una tragedia silenciosa pero devastadora: la desaparición forzada de personas a manos del crimen organizado. Con más de 130,000 personas oficialmente desaparecidas, el país vive una de las crisis humanitarias más graves de América Latina, y probablemente del mundo.
La estrategia militarizada del ex presidente Felipe Calderón en 2006, conocida como la "guerra contra el narco", buscó decapitar las cúpulas de los cárteles. Sin embargo, esa táctica desató un fenómeno de fragmentación del crimen organizado y una explosión de violencia sin precedentes. Entre las secuelas más dolorosas está esta cifra monstruosa de desaparecidos.
Un país que busca en la tierra
La mayoría de las víctimas no son halladas nunca. Y si lo son, es gracias a la labor incansable de las familias de las víctimas: madres, hermanas, hijos que buscan fosas clandestinas con herramientas rudimentarias, empujando varillas en la tierra con la esperanza —y el horror— de percibir el olor de la muerte.
Desde 2007 se han localizado más de 6,000 fosas clandestinas en todo el país. Sin embargo, muchas zonas aún guardan secretos bajo tierra que podrían tardar décadas en emerger.
Un giro científico: los cerdos que se convierten en humanos
En el corazón del estado de Jalisco, uno de los más afectados con 15,500 personas desaparecidas, un grupo de científicos trabaja en algo que parece salido de una novela de ciencia ficción: enterrar cerdos para estudiar cómo se descomponen y encontrar señales que ayuden a localizar cuerpos humanos.
"Los animales son enterrados en distintas condiciones: algunos envueltos en cobijas, otros con cal, incluso algunos se queman o se desmiembran", explica José Luis Silván, coordinador del proyecto en el CentroGeo, un instituto federal especializado en información geoespacial. La razón detrás del uso de cerdos es su similitud con el cuerpo humano, no solo a nivel genético (compartimos aproximadamente el 98% del ADN), sino también en la distribución de grasa, tamaño y estructura de la piel.
Plantas, insectos, drones y sensores
El proyecto combina una impresionante variedad de técnicas: drones térmicos, cámaras hiperespectrales, escáneres láser, análisis biológico del suelo, y mucho más. Incluso han construido una “ventana bajo tierra”: tumbas encerradas tras acrílico para observar la descomposición en tiempo real.
El objetivo es detectar patrones: cómo cambia el suelo a nivel químico, qué plantas surgen por el fósforo liberado, qué insectos aparecen y en qué momento. Un investigador explicó: “Las madres siempre nos dicen que una flor amarilla en particular brota encima de las tumbas. Hoy vemos que tenían razón”.
Una colaboración internacional y local
El proyecto nació en 2023 y es fruto de una coalición singular: la Universidad de Guadalajara, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad de Oxford y la Comisión de Búsqueda de Personas de Jalisco.
“Ningún otro país está empujando con tanta fuerza y creatividad el uso de tecnología para encontrar desaparecidos”, sostiene Derek Congram, un antropólogo forense canadiense involucrado en la iniciativa. Aun así, advierte que la tecnología tiene límites: “El 90% de los hallazgos se logran con un buen testigo y una pala”.
Cartografía criminal: el mapa del terror
Los científicos no trabajan en el vacío. Utilizan datos sobre rutas del narcotráfico, comportamientos delictivos y testimonios de víctimas para identificar los lugares más probables en los que pueda haber fosas.
Descubrieron que muchas desapariciones suceden cerca de las rutas entre puertos del Pacífico, laboratorios y la frontera con EE.UU. También descubrieron que es frecuente que los cuerpos se hallen en el mismo municipio donde desaparecieron.
Estos datos, cruzados con información de los sensores, permiten afinar cada vez más la detección.
El conocimiento de las madres
Quizás lo más revelador del proyecto es cómo incorpora el conocimiento popular de las madres buscadoras. En visitas al terreno, ellas pudieron identificar correctamente varias tumbas por la disposición del terreno, los árboles y el tipo de plantas presentes, incluso sin ninguna señal tecnológica.
“El conocimiento va en ambas direcciones”, afirma Silván. Esta combinación entre alta tecnología y sabiduría emocional, fruto de años de búsqueda, genera una sinergia poderosa.
Los límites del Estado
El acceso a estos métodos, sin embargo, sigue siendo limitado. Aunque la Comisión de Búsqueda de Jalisco ha incorporado drones térmicos y cámaras multiespectrales en búsquedas reales, no está claro si otras entidades del país, muchas con menos recursos, harán lo mismo.
Héctor Flores, padre de Daniel desaparecido en 2021, mostró su frustración: “¿Por qué gastar tanto en tecnología si seguimos siendo nosotros quienes encontramos? Ya somos expertos, aunque no queríamos serlo”.
Una deuda con la justicia
El problema de fondo, más allá de los avances técnicos, es la falta de voluntad estatal. Por años, los gobiernos han sido pasivos o cómplices. La impunidad es casi total: menos del 2% de las desapariciones se resuelven judicialmente. La justicia, en México, no llega; pero las madres y los científicos siguen avanzando.
“¿De qué sirve la ciencia si no se aplica para resolver los problemas de la gente?”, se pregunta Silván. Esta combinación desafía la lógica de los laboratorios aislados: la investigación en Jalisco es urgente, directa y práctica.
Esperanza en medio del horror
Una posible consecuencia positiva es que el modelo desarrollado en Jalisco se replique en otras regiones del país. Ya existen conversaciones con colectivos de otros estados y universidades interesadas. Si México no puede evitar que sigan desapareciendo personas, al menos puede hacer más para encontrarlas.
“No imaginé encontrarme buscando fosas. Ahora no solo busco a mi hermano, también quiero encontrar a los hijos de otras madres”, dijo Maribel Cedeño, otra de las mujeres involucradas en la búsqueda.
Tal vez esa sea la lección más dolorosa pero poderosa: cuando el Estado falla, la sociedad civil, la ciencia y el amor filial llenan el vacío. Porque en México, buscar desaparecidos se ha convertido en un acto de resistencia, de dolor y de esperanza compartida.