Trump, aranceles y un mundo bajo presión: ¿una victoria o una bomba de tiempo económica?

El regreso del proteccionismo plantea dudas sobre el impacto real en la economía estadounidense y las relaciones comerciales globales

El retorno del proteccionismo como doctrina

El presidente Donald Trump ha reconfigurado el mapa comercial mundial con su más reciente embestida arancelaria, una jugada que ha dividido a economistas, analistas geopolíticos y líderes empresariales. Desde la Unión Europea hasta Japón y países del sudeste asiático como Vietnam e Indonesia, numerosas naciones comercian ahora con Estados Unidos bajo un nuevo régimen: aceptar aranceles del 15% o arriesgarse a consecuencias más severas.

Para Trump, este tono agresivo en política comercial no es casual. Es parte de una filosofía proteccionista que ha defendido durante décadas. “Hemos firmado un acuerdo comercial muy grande, el más importante de todos”, celebró Trump recientemente. Pero, ¿qué tan grande es realmente el logro?

Europa, Japón y una avalancha de concesiones

La reciente firma de un acuerdo entre EE. UU. y la Unión Europea redujo el riesgo de una guerra comercial total. El arreglo incluye la aceptación por parte del bloque europeo de tarifas del 15% sobre la mayoría de sus productos exportados a Estados Unidos, junto con promesas de compras de 750 mil millones de dólares en productos energéticos estadounidenses y $600 mil millones en inversiones adicionales hasta 2028.

Sin embargo, los detalles del acuerdo siguen siendo vagos. Mientras que la Casa Blanca presume las cifras, las capitales europeas han ofrecido descripciones mucho más reservadas. Y este patrón se repite con otros aliados.

Japón también accedió a las tarifas del 15% y a una inversión en EE. UU. de 550 mil millones de dólares, aunque los detalles comunicados por Tokio difieren de los de Washington. Esta tendencia a los acuerdos asimétricos se ha extendido a Vietnam, Indonesia, Filipinas e incluso al Reino Unido.

La lógica detrás de una política arancelaria agresiva

Trump lleva años argumentando que el libre comercio ha debilitado a Estados Unidos, permitiendo a países con mano de obra barata inundar el mercado doméstico con productos a precios bajos, afectando la industria local. Ahora en el poder nuevamente, su administración cree que aranceles elevados son la solución para recuperar empleos, fortalecer la economía nacional e incentivar la inversión extranjera directa.

Howard Lutnick, Secretario de Comercio, ironizó en X (antes Twitter): “¿Dónde están los ‘expertos’ ahora?”, señalando el ascenso del mercado bursátil como un guiño al éxito de la nueva política.

Pero los economistas no aplauden…

Lejos del optimismo del gabinete de Trump, analistas como Mark Zandi de Moody’s Analytics advierten una tormenta silenciosa. Según sus estimaciones, la tasa arancelaria efectiva de EE. UU. ha pasado de 2.5% a 17.5% en cuestión de meses. ¿El resultado previsible? Subida de precios, menor crecimiento y un entorno complejo para la Reserva Federal.

Daniel Hornung, exasesor económico de la Casa Blanca bajo Biden, fue más directo: “Establecer un punto base del 15% en todos los socios comerciales es una presión significativa que eleva el riesgo de recesión y deja al banco central limitado para actuar”.

¿Quién paga realmente los aranceles?

Una de las narrativas favoritas de Trump es que los aranceles los pagan los países exportadores. Sin embargo, la realidad es más ambigua. Según Morgan Stanley, muchos fabricantes —en especial de automóviles japoneses y europeos— han absorvido inicialmente los aumentos para no afectar los precios minoristas. Pero ese colchón se está agotando.

“Los inventarios previos al arancel suavizaron el impacto inmediato, pero a medida que se renueven los lotes, veremos autos con precios más altos en los concesionarios”, dijo un informe reciente del banco.

Mary Lovely, del Instituto Peterson de Economía Internacional, añade otro efecto colateral: ineficiencia estructural. “Las empresas estadounidenses tendrán que rediseñar procesos y buscar insumos de nuevos países, lo que representa una carga administrativa enorme”, aseguró.

Una victoria política a corto plazo… ¿y con fecha de caducidad?

Desde el punto de vista político, Trump parece cosechar victorias. Ha logrado doblar la mano a grandes economías, y los aranceles han recaudado miles de millones para el Tesoro, ayudando a financiar los recortes de impuestos celebrados el 4 de julio.

Pero esta estrategia tiene fecha de vencimiento. Una corte federal ya declaró ilegales parte de sus medidas en mayo, lo que implica una probable pelea legal en curso. Además, hay un actor clave con el que Trump aún no ha tenido éxito: China.

China, el hueso más duro de roer

Mientras otros países han cedido ante las amenazas estadounidenses, Beijing ha jugado con cautela. Utilizando la amenaza de represalias y el control sobre minerales raros cruciales para chips y autos eléctricos, China ha evitado ceder sin un acuerdo justo. Delegaciones de ambos gobiernos negocian actualmente en Estocolmo.

China representa el desafío definitivo a la estrategia arancelaria. Hasta ahora, ha evitado un enfrentamiento total, pero el margen para maniobrar se acorta si Trump decide escalar nuevamente.

¿Reconfiguración del orden comercial internacional?

Los expertos coinciden en que estamos ante una transformación abrupta del esquema de comercio global. El modelo neoliberal, basado en cadenas de suministro eficientes y aranceles mínimos, está siendo reemplazado por una nueva era proteccionista.

  • En 1930, Estados Unidos aprobó la Ley Smoot-Hawley, que elevó los aranceles a niveles históricos y profundizó la Gran Depresión.
  • En 2024, el país se encuentra nuevamente elevando tarifas, pero con herramientas digitales, liquidez abundante y un poder geopolítico sin igual.

La pregunta no es si estas medidas producirán efectos secundarios. Lo harán. Lo que está por ver es si los beneficios superarán a los costos y si los consumidores estadounidenses, históricamente beneficiados por bienes baratos, aceptarán un entorno más caro pero aparentemente más nacionalista.

La paradoja del “America First”

Finalmente, queda por responder una pregunta de fondo: ¿Puede Estados Unidos imponer sus reglas sin consecuencias duraderas para su economía? A corto plazo, la respuesta podría parecer sí: más ingresos fiscales, acuerdos como el de la UE y cierto respaldo político.

No obstante, el riesgo de fragmentación del comercio global, la confusión normativa para las empresas y el resentimiento de aliados estratégicos son indicadores preocupantes. Ya no hay una línea clara entre la economía y la diplomacia.

Con elecciones próximas, estos acuerdos pueden convertirse en parte central del discurso electoral de Trump, pero también en blancos de fuego cruzado entre demócratas, empresarios y consumidores que ya perciben el impacto en el bolsillo.

El mundo observaba al líder estadounidense dar forma a una nueva política comercial. El verdadero desafío comienza ahora: sobrevivir a ella.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press