Trump, Europa y el acuerdo comercial que divide a la Unión Europea
¿Negociación exitosa o claudicación diplomática? Una mirada a fondo al polémico pacto transatlántico de 2025
Por años la relación comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos ha sido un pilar geoestratégico fundamental. Sin embargo, en julio de 2025, esta relación vivió uno de sus momentos más tensos con la firma de un discutido acuerdo comercial entre ambas potencias, promovido por la administración del presidente Donald Trump. Aunque al inicio se evitó una guerra arancelaria a gran escala, el resultado final dividió profundamente a los distintos países miembros del bloque europeo.
El contexto: una amenaza de guerra comercial en ciernes
A pocas semanas del 1 de agosto, fecha límite para la conclusión de las negociaciones, EE. UU. había amenazado con imponer aranceles del 30% a importaciones desde la Unión Europea. Esto encendió las alarmas en Bruselas, particularmente entre pequeñas y medianas empresas (pymes) que podrían enfrentar consecuencias devastadoras. Maroš Šefčovič, jefe negociador de la UE, advirtió que cinco millones de empleos podrían estar en riesgo.
“Una guerra comercial puede parecer atractiva para algunos, pero tiene consecuencias serias" — Maroš Šefčovič.
El acuerdo logró frenar esa escalada, aunque solo transitoriamente, y dejó en vigor un arancel promedio de 15% para productos europeos, mientras que ciertos bienes quedaron libres de gravámenes. Sin embargo, sectores estratégicos como el acero y la industria farmacéutica quedaron sin claridad sobre tarifas futuras.
Francia: un pacto "desigual"
Francia fue la principal voz crítica dentro de la UE. El ministro de Comercio Exterior, Laurent Saint-Martin, y el comisionado de Estrategia, Clément Beaune, advirtieron que el acuerdo era "desequilibrado" y dejaba a Europa en una posición débil frente a Estados Unidos.
Saint-Martin enfatizó la ausencia de menciones al sector de servicios digitales, donde la UE tiene ventaja. “Trump se centró nada más en bienes, como si los servicios no contaran”, dijo. Francia también cuestionó la falta de respeto al sistema multilateral de comercio, basado históricamente en normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
François Bayrou, primer ministro francés, fue tajante en la red social X: “Es un día oscuro cuando los pueblos libres se resignan a la subordinación”.
Alemania: pragmatismo con reservas
El canciller alemán Friedrich Merz adoptó un enfoque constructivo. Destacó que el acuerdo aporta “previsibilidad a las empresas” y fue decisivo para evitar una crisis comercial a gran escala.
Sin embargo, reconoció las asimetrías. Con una tarifa de 15% para productos europeos y 0% para muchas importaciones estadounidenses, la industria exportadora alemana se encuentra en desventaja.
Merz no ocultó su molestia: “Será un acuerdo asimétrico, si es que llega a existir uno”.
Italia: alivio cauteloso
La primera ministra Giorgia Meloni calificó el acuerdo como un desenlace "positivo”. Italia temía los impactos sobre su valioso sector agrícola, en especial los vinos y alimentos con denominaciones de origen protegidas. Sin embargo, Meloni señaló que todavía "faltan detalles importantes por esclarecer".
“El actual borrador del acuerdo no es vinculado jurídicamente, así que hay margen para seguir luchando por nuestras prioridades”, aseveró desde una conferencia en Adís Abeba.
Hungría: ataques desde dentro
Viktor Orbán fue el más crítico y directo. En un video difundido en redes sociales, afirmó: "Donald Trump se desayunó a Ursula von der Leyen".
El primer ministro húngaro, cercano ideológicamente a Trump, culpó directamente a la Comisión Europea por "doblegarse". Según Orbán, incluso el acuerdo entre EE. UU. y Reino Unido —con un arancel del 10%— fue más favorable.
“Trump es un peso pesado. Von der Leyen es una pluma”, sentenció.
Economistas: mucho humo, pocas certezas
Más allá de la percepción política, académicos y economistas coincidieron en que el acuerdo, entregado con aparente urgencia, está plagado de vacíos técnicos y de interpretación.
- Jon Harrison (TS Lombard): “No es sorpresa que acuerdos sin años de deliberación dejen muchos flecos pendientes”.
- Jack Allen-Reynolds (Capital Economics): “Reducirá el PIB de la UE en un 0,5%, más de lo que habíamos estimado”.
- Julian Hinz (Instituto Kiel): “Es un apaciguamiento más que un acuerdo. El precio será alto para el multilateralismo comercial”.
¿Qué está en juego para la Unión Europea?
Desde el punto de vista geopolítico, este acuerdo no solo representa una cesión económica, sino también simbólica. La UE, tradicional defensora de las reglas multilaterales y del libre comercio equilibrado, ha mostrado fisuras internas a la hora de enfrentar presiones bilaterales.
Datos relevantes:
- La UE es responsable del 15.4% del comercio mundial (2023), mientras que EE. UU. representa el 13.6%.
- Las exportaciones europeas de productos industriales a EE. UU. en 2024 ascendieron a 455 mil millones de euros.
- La industria alemana es la más expuesta: el 39% de sus exportaciones tienen a EE. UU. como destino principal fuera de la UE.
Los sectores más impactados negativamente serán el automotriz, el farmacéutico y bienes de lujo. Entretanto, EE. UU. protege sectores como el acero, mientras promueve sin restricciones su industria energética y de gas natural licuado.
Visiones contrapuestas, futuro incierto
La diferencia de enfoques dentro del bloque evidencia una profunda fractura en la visión estratégica del comercio exterior de la UE. Francia clama por una respuesta firme y autónoma. Alemania busca estabilidad. Italia quiere flexibilidad. Y Hungría abiertamente se alinea con la Casa Blanca.
Lo que queda claro es que la UE no llegó con una sola voz a la mesa de negociaciones, y eso debilitó su posición frente a un líder estadounidense acostumbrado a imponer condiciones.
Mientras tanto, los esfuerzos por rescatar el antiguo orden comercial multilateral languidecen, y se asoma un periodo de acuerdos bilaterales, presión económica y diplomacia bajo amenaza arancelaria.
¿Está Europa retrocediendo en la defensa de sus principios económicos y de soberanía comercial? ¿O simplemente se adapta al nuevo realismo geoeconómico de la era Trump? La historia juzgará con el tiempo, pero el debate ya está sobre la mesa.