60 años de Grateful Dead: Un viaje sonoro y espiritual que vuelve a casa
San Francisco celebra el legado contracultural del Grateful Dead con conciertos y eventos comunitarios en el Golden Gate Park
Un aniversario que vibra en Haight-Ashbury
Este fin de semana, San Francisco se transforma en el templo viviente del rock psicodélico con la celebración de los 60 años de Grateful Dead. La legendaria banda, símbolo de la contracultura californiana, regresa al Golden Gate Park’s Polo Field —lugar emblemático que no pisaban desde 1991—, para ofrecer tres días de conciertos a cargo de Dead & Company, banda sucesora con los miembros originales Bob Weir y Mickey Hart.
Cada jornada se anticipa con una afluencia de 60,000 personas, en un reencuentro espiritual con una comunidad que ha superado generaciones. La emoción es tangible entre los asistentes, muchos de los cuales se identifican como Deadheads: fanáticos acérrimos cuya pasión trasciende lo musical para convertirse en una forma de vida.
De las casas victorianas al Olimpo cultural
Formados en 1965, Grateful Dead encarnó desde sus inicios el espíritu liberal y anárquico de San Francisco. Vivieron en una casa victoriana en Haight-Ashbury —zona bohemia por excelencia— durante la “Summer of Love” de 1967. Su sonido, combinación de blues, folk, jazz y rock psicodélico, ofrecía un refugio sonoro para una generación marcada por los cambios sociales, el movimiento hippie y la oposición a la guerra de Vietnam.
Lo que distinguía a la banda era su propuesta única: ningún concierto era igual. Improvisaciones de 20 o 30 minutos podían surgir inesperadamente entre canciones. Como declaró alguna vez Dennis McNally, antiguo publicista y autor sobre la banda, “no solo era música, era comunidad”.
Una comunidad intergeneracional
Lo sorprendente es que el fervor no muere. Más de 50 años después, adolescentes que nacieron décadas después de la muerte de Jerry Garcia se suman al movimiento. Para muchos, no se trata de nostalgia sino de conexión auténtica. “Los valores de los Deadheads siguen vigentes”, explica McNally.
Sunshine Powers, ahora propietaria de Love on Haight, recuerda vívidamente el día que encontró su lugar en el mundo: “Tenía 13 años, bajé del autobús y me sentí en casa. Descubrí que no tenía que encajar, simplemente podía ser yo misma.” Esa libertad de identidad ha sido esencial para miles de seguidores a lo largo de los años.
Cuando una canción cambia tu vida
Thor Cromer, de 60 años, asistió a varios conciertos del grupo sin entender del todo la fascinación, hasta que un show en Landover en 1990 lo transformó por completo. “Fue como si algo mágico se inyectara directo en mi cerebro. Tuve que seguirlos”, cuenta. Vio más de 400 conciertos antes de la muerte de Garcia en 1995.
Ese impacto espiritual y emocional es parte del magnetismo del grupo. Como Aberdeen, quien tras su primer concierto en 1984 se sintió impactado, pero regresó el verano siguiente y quedó cautivado cuando durante el espectáculo llovió intensamente y luego apareció un arcoíris mientras la banda arrancaba su segunda parte con “Comes a Time”, balada rara vez interpretada.
El negocio de la nostalgia
No todo es paz y amor. El precio para asistir los tres días al festival es de 635 dólares para entradas generales, algo que ha sorprendido a quienes recuerdan cuando un boleto de concierto costaba menos que un cigarro de marihuana. Aun así, la emoción no se ha disipado.
“Este es el hogar espiritual de Grateful Dead”, explica David Aberdeen, ahora empleado de la icónica tienda de discos Amoeba Music. “No creo que haya un sitio mejor para celebrarlo.”
Una celebración por todo lo alto
Las actividades en la ciudad van más allá de los conciertos. El alcalde Daniel Lurie, que aunque no sea un seguidor acérrimo nombra “Sugar Magnolia” como su canción favorita de la banda, se mostró entusiasmado por el impulso económico que la festividad aporta a una ciudad aún golpeada tras la pandemia.
- Grahame Lesh & Friends — banda del hijo del exbajista Phil Lesh — toca durante tres noches.
- El viernes se renombra una calle en honor a Jerry Garcia, en lo que habría sido su cumpleaños número 83.
- El sábado se celebra el Jerry Day en el anfiteatro que lleva su nombre, cerca de su hogar de infancia.
El legado eterno de una banda irrepetible
Con edades entre 77 y 81 años, miembros activos como Weir y Hart se enfrentan inevitablemente al paso del tiempo. Phil Lesh, histórico bajista, falleció recientemente a los 84 años, sumándose a las pérdidas previas de Ron “Pigpen” McKernan en 1973 y el mismo Garcia en 1995. Cada nuevo show se siente más como una despedida emocionante que como un concierto normal. ¿Volverán a reunirse en otra ocasión como esta?
Y sin embargo, algo permanece intacto: la comunidad viva de Deadheads. Personas que no solo buscan música, sino un sentido de pertenencia. Como dijo Taylor Swope, quien conduce desde Brooklyn con mercancía de su tienda Little Hippie: “Encontré a mi gente. Nunca encajé en ningún lado y de repente me sentí parte de algo.”
Grateful Dead no es solo una banda. Es una forma de ver el mundo. Uno donde no importa quién eres, mientras sientas la música, compartas una sonrisa y entiendas la magia de un solo de guitarra que nunca termina igual dos veces.