El lado oscuro del fútbol americano: cáncer, CTE y las heridas que no sanan
La historia de Deion Sanders y un trágico tiroteo exponen el alto costo de jugar al fútbol americano mientras se intensifica el debate sobre salud mental y enfermedades neurodegenerativas
Una victoria contra el cáncer, pero no contra el peligro
El legendario entrenador de fútbol americano universitario Deion Sanders reveló recientemente que fue diagnosticado con un cáncer de vejiga agresivo, una noticia que conmovió a fanáticos del deporte y a la comunidad médica por igual. A los 57 años, Sanders se sometió a una operación que incluyó la reconstrucción de su vejiga con una sección de su intestino, un procedimiento complejo que, según él, fue parte de una lucha titánica. “Fue una pelea, pero lo logramos”, dijo ante la prensa.
Sanders, actual entrenador de los Colorado Buffaloes de la NCAA y miembro del Salón de la Fama de la NFL, asegura que su oncólogo considera que está curado y planea continuar con su rol como entrenador este otoño. Es un testimonio de esperanza y resistencia. Sin embargo, su historia también resalta una creciente preocupación: la exposición de los jugadores de fútbol americano a riesgos severos de salud, incluso años después de colgar los botines.
El cáncer de vejiga en números
El cáncer de vejiga es el décimo cáncer más letal en los Estados Unidos. Según la American Cancer Society, se esperan alrededor de 85,000 nuevos casos en 2025, con más de 65,000 de ellos en hombres. Aunque su tasa de incidencia ha disminuido en un 1% anual en los últimos años —en gran parte por la reducción en el número de fumadores—, sigue siendo una causa importante de mortalidad. Fumar es el factor de riesgo más significativo, seguido de la exposición a ciertos químicos industriales.
Los síntomas más comunes incluyen sangre en la orina (hematuria), dolor o ardor al orinar, necesidad frecuente de ir al baño y dolor en la parte baja de la espalda. Aunque en muchos casos estos síntomas pueden atribuirse a otros padecimientos, siempre deben evaluarse clínicamente.
Pero la historia no acaba allí: CTE y el precio invisible
Mientras Sanders celebraba una victoria personal contra el cáncer, otra historia sacudía al mundo de la NFL: el caso de Shane Tamura, exjugador de fútbol americano escolar, quien protagonizó un tiroteo mortal en un rascacielos de Nueva York que alberga las oficinas de la NFL. Antes de suicidarse, dejó una nota en la que indicaba que creía sufrir de encefalopatía traumática crónica (CTE), una enfermedad cerebral degenerativa vinculada a traumatismos craneales repetitivos.
En su misiva, Tamura acusó a la NFL de priorizar sus ganancias por encima de la salud de los jugadores y terminó su mensaje con una solicitud inquietante: “Estudien mi cerebro”.
Qué es la encefalopatía traumática crónica (CTE)
La CTE fue identificada por primera vez en un jugador retirado de la NFL en 2002 por el reconocido neuropatólogo Bennet Omalu. La enfermedad implica la acumulación anormal de la proteína tau, generando daño cerebral progresivo que afecta el comportamiento, las emociones y las funciones cognitivas.
Entre sus síntomas más predominantes se encuentran:
- Pérdida de memoria
- Depresión severa
- Irritabilidad extrema o accesos de ira
- Tendencia suicida
Al día de hoy, más de 110 de 111 cerebros de exjugadores de la NFL estudiados presentaron señales de CTE, según un estudio publicado en 2017 por la Universidad de Boston. Sin embargo, la enfermedad solo se puede diagnosticar formalmente post mortem.
Cuando la NFL reconoció el problema (muy tarde)
La NFL negó durante más de una década cualquier nexo entre los traumatismos craneales frecuentes y los trastornos neurológicos degenerativos. Fue recién en 2016 cuando un representante de la liga admitió en una audiencia ante el Congreso que existía una relación.
Esto derivó en un acuerdo judicial histórico: más de 1,4 mil millones de dólares para compensar a jugadores retirados afectados por diagnósticos relacionados con conmociones cerebrales y CTE.
Películas como Concussion (2015), protagonizada por Will Smith, ayudaron a arrojar luz sobre el tema, encendiendo el debate sobre la seguridad en los deportes de contacto y visibilizando los esfuerzos del Dr. Omalu.
Jugadores que hicieron historia... y dejaron un legado trágico
Varios íconos del fútbol americano han sido diagnosticados con CTE tras sus muertes:
- Mike Webster: Centro legendario de los Pittsburgh Steelers
- Junior Seau: Linebacker cuyo suicidio encendió las alarmas sobre CTE
- Aaron Hernandez: Condenado por asesinato, su autopsia reveló uno de los casos más graves de CTE en un jugador de su edad
- Ken Stabler y Frank Gifford: Dos Salones de la Fama también diagnosticados tras sus muertes
El dilema sobre el futuro del fútbol americano
Los casos relacionados con CTE han generado reacciones legislativas en varios estados donde incluso se han propuesto leyes para prohibir el fútbol americano de contacto en menores de edad. Las ligas han respondido con reglas más estrictas para limitar impactos en prácticas, nuevos protocolos de conmoción cerebral y mejoras en los equipos de protección.
Pero el problema sigue vigente: la violencia implícita en el deporte, especialmente en posiciones como linebacker y línea defensiva, donde los contactos violentos son continuos, hace que la prevención completa sea casi imposible.
¿Por qué seguir jugando?
La respuesta parece ser cultural y económica. El fútbol americano representa una industria de más de 18 mil millones de dólares anuales. En muchas comunidades, especialmente aquellas con menores recursos, es visto como una vía directa a la educación universitaria y al estatus social. La presión para rendir y la cultura del “aguantar el golpe” resulta aún muy dominante.
Como lo expresa el investigador Chris Nowinski, exluchador de la WWE y fundador del Concussion Legacy Foundation: “Hasta que no cambien las reglas del juego, estamos entrenando a los niños para caer años después en enfermedades neurodegenerativas”.
¿Qué esperar del futuro?
La historia de Deion Sanders es el rostro de la esperanza, pero también una advertencia. Por un lado, muestra cómo los avances médicos permiten enfrentar enfermedades como el cáncer de vejiga. Por el otro, el trágico caso de Shane Tamura revela las heridas invisibles que muchos jugadores cargan durante años.
El fútbol americano está en jaque. Ya no solo por los problemas de salud física, sino por las consecuencias mentales —a veces mortales— de lo que parece ser un deporte nacional incuestionable. Es hora de cuestionar. Es momento de reformular reglas, proteger a los jugadores y exigir mayor responsabilidad a instituciones tan poderosas como la NFL.