Estados Unidos vs. Canadá: La religión en la política y el choque de dos culturas

Mientras la fe impulsa discursos y decisiones en Washington, en Ottawa el silencio religioso de sus líderes dice más de lo que parece

Donald Trump y la exhibición de la fe como estrategia política

Desde que Donald Trump asumió la presidencia por primera vez, ha convertido su conexión con la religión en una parte central de su narrativa. En múltiples discursos, entrevistas y acciones simbólicas —como la famosa fotografía frente a una iglesia vandalizada sosteniendo una Biblia—, el expresidente se ha presentado como un líder encomendado por Dios para “hacer grande a América de nuevo”.

Esta postura no es casual: responde a una realidad sociopolítica estadounidense en la que los cristianos evangélicos representan aproximadamente el 25% de la población y tienen un peso importante en las urnas. De hecho, según el Pew Research Center, el 76% de los evangélicos blancos votaron por Trump en 2020.

Ejemplos abundan: Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, ha dicho que la mejor forma de entender su visión del mundo es “leyendo la Biblia”. Trump a menudo ha orquestado sesiones de oración en la Oficina Oval, invitando pastores de distintas denominaciones.

Mark Carney y el silencio religioso de Canadá

En contraposición, al norte de la frontera, el actual primer ministro canadiense, Mark Carney, mantiene una relación opuesta con el discurso religioso. Católico practicante, Carney rara vez menciona su fe en público. Durante su discurso de victoria en abril pasado, no usó ni una sola vez la palabra "Dios", concluyendo con un sencillo: “Canada forever. Vive le Canada”.

Esta diferencia responde a una cultura política profundamente secularizada. Según el Canadian General Social Survey, solo el 11% de los canadienses asiste regularmente a servicios religiosos, en contraste con el 40% en Estados Unidos. Además, los evangélicos, que en Estados Unidos tienen influencia directa en legislaciones, en Canadá representan un porcentaje marginal del electorado.

La Revolución Tranquila y la secularización de Quebec

La historia reciente de Canadá, particularmente en Quebec, explica gran parte de este contraste. Hasta la década de 1960, la Iglesia Católica dominaba múltiples aspectos de la vida pública: educación, salud y política.

Pero con la Revolución Tranquila, una serie de reformas eliminaron la influencia clerical del gobierno provincial. Las escuelas y hospitales pasaron a control estatal, y, con el tiempo, la práctica religiosa se desplomó. En menos de una generación, Quebec pasó de tener una de las tasas más altas de asistencia a misa, a una de las más bajas en Norteamérica.

Marc-Andre Simard, responsable del Chic Resto Pop (un restaurante popular ubicado en una iglesia desacralizada), recuerda cómo su comunidad pasó de centralizar sus vidas en la parroquia a reconvertir esos espacios en centros sociales: “Hay comunión, sí, pero ahora es alrededor de la comida, no de la fe”.

El contraste en la influencia política

Mientras que en Estados Unidos la religión no solo es visible sino estratégica, en Canadá se considera una potencial fuente de división. El profesor Kevin Kee, de la Universidad de Ottawa, afirma: “Declaraciones religiosas públicas pueden verse como una forma de marcar diferencias. Mejor es no decir nada.

Este sentimiento es compartido por ciudadanos como Mégane Arès-Dubé, quien se identifica como cristiana conservadora: “Me siento aislada. Nuestras creencias cristianas tradicionales se ven como anticuadas”.

Secularismo vs. laicismo: ¿diferencias filosóficas?

En Canadá, el término “secularismo” implica un profundo respeto por la diversidad religiosa, pero también una estricta separación entre Estado e iglesias. En cambio, en EE. UU., la libertad religiosa garantizada por la Constitución ha permitido que grupos como los evangélicos ganen poder a través del activismo político.

Esto se ve reflejado en debates como el aborto, donde Canadá no cuenta con ninguna ley federal que lo restrinja, mientras que más de 14 estados de EE. UU. lo prohíben totalmente, tras la anulación del caso Roe vs. Wade en 2022.

Qué opinan los líderes religiosos

El pastor Pascal Denault, de la Iglesia Bautista Reformada en Saint-Jérôme, reconoce las ventajas del secularismo canadiense: “Nos dio libertad religiosa. Antes el clero católico controlaba todo.” Sin embargo, lamenta que se haya eliminado el espacio para el debate religioso en la esfera pública: “El secularismo se ha vuelto una religión que silencia cualquier otra forma de creencia”.

Incluso cuestiona la autenticidad religiosa de Trump: “Muchos creen que él utiliza la fe como herramienta de poder.

Edificios de fe, nuevos usos sociales

La conversión de iglesias en centros comunitarios, restaurantes o viviendas es común en Montreal. En el barrio de Hochelaga-Maisonneuve, Le Chic Resto Pop sirve más de 600 comidas diarias dentro de una antigua iglesia, conservando las puertas de madera originales y los confesionarios.

Los valores persisten, pero el rito cambia”, comenta Simard, autor de un programa de integración social basado en valores humanistas inspirados en su educación católica.

La política religiosa vista desde la historia

Canadá surgió con instituciones donde las iglesias —católica y anglicana— tenían poder estructural, pero sin el desarrollo posterior de una industria religiosa como la que permitió en EE. UU. el surgimiento de múltiples denominaciones sin regulación estatal.

El historial estadounidense de “disestablishment” favoreció una competencia libre entre iglesias, que buscaban adeptos y poder político. “En el siglo XX, los grupos religiosos lucharon ferozmente por influir en Washington”, explica el profesor Darren Dochuk de la Universidad de Notre Dame.

En Canadá, la caída del poder religioso produjo el declive abrupto de la religión como operador público.

La religión y el nacionalismo: amenaza o identidad

En Estados Unidos, el concepto de "cristianismo nacionalista" ha tomado fuerza. Según una encuesta de PRRI (Public Religion Research Institute), el 29% de los estadounidenses cree que el país debería ser declarado nación cristiana. Por el contrario, en Canadá esta idea ofende el sentido multicultural tan arraigado entre sus ciudadanos.

La profesora Carmen Celestini, de la Universidad de Waterloo, sostiene que cuando los políticos canadienses muestran su fe, lo hacen visitando templos de todas las religiones, no promocionando una sola. “Ese respeto multicultural evita que tengamos un movimiento religioso politizado al estilo estadounidense”.

Trump incluso bromeó en algún momento con que Canadá se convirtiera en el “estado 51 de EE. UU.”. Este tipo de declaración provocó unidad nacional entre los canadienses y fortaleció su identidad frente al vecino del sur.

¿Camino irreversible?

A medida que las iglesias se vacían y los discursos políticos se secularizan, Canadá parece firmemente asentado en una tradición laica que valora la diversidad y la neutralidad institucional. A su vez, Estados Unidos sigue luchando con la tensión entre libertad religiosa y el uso ideológico del cristianismo.

Lo que nosotros ya vivimos, ellos lo están empezando a vivir”, afirma Simard. Su comentario quizás resuma el sentir de muchos: que las tensiones actuales en EE. UU. son una suerte de repetición histórica del proceso canadiense, aunque con tonos mucho más intensos y polarizados.

En el contraste entre Carney y Trump, entre iglesias reutilizadas para fines sociales y megatemplos en expansión, se vislumbra no solo una diferencia entre países, sino entre formas de comprender el papel de lo divino en lo público.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press