Fukushima: A 2051 cada vez más lejano – El lento y difícil camino hacia la descontaminación nuclear
TEPCO retrasa nuevamente la remoción del combustible nuclear fundido tras más de una década del desastre de Fukushima, poniendo en duda los plazos del cierre definitivo de la planta para 2051.
Un legado radioactivo que persiste en el tiempo
Más de una década después del tsunami de 2011 que desencadenó uno de los peores desastres nucleares de la historia en la planta nuclear de Fukushima Daiichi, Japón sigue atrapado en una ardua y lenta labor de limpieza. Esta semana, Tokyo Electric Power Company Holdings (TEPCO), responsable de la gestión de la planta, anunció otro revés importante: el inicio de la extracción a gran escala de combustible nuclear fundido ha sido retrasado hasta al menos el año 2037, si no más.
El desastre original y sus consecuencias
El 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9.0 y el posterior tsunami devastaron la costa noreste de Japón. La planta de Fukushima quedó gravemente dañada, y tres de sus reactores sufrieron una fusión del núcleo. Desde entonces, se calcula que al menos 880 toneladas de material nuclear fundido han quedado mezcladas con componentes metálicos derretidos de las estructuras internas de los reactores.
El incidente no solo desató una crisis energética, sino que también provocó un desplazamiento masivo de poblaciones, el cierre permanente de la zona de exclusión y una transformación duradera en la percepción global hacia la energía nuclear. Japón apagó temporalmente todos sus reactores nucleares y cambió drásticamente su política energética.
La promesa de 2051 y su realidad actual
Desde el comienzo del proceso de desmantelamiento, el gobierno japonés y TEPCO establecieron un ambicioso horizonte: cerrar completamente la planta para el año 2051. Sin embargo, con cada paso queda más claro que este objetivo puede ser, en el mejor de los casos, optimista.
En una rueda de prensa reciente, Akira Ono, jefe de desmantelamiento de TEPCO, declaró:
“Realísticamente, somos conscientes de la dificultad para lograr ese objetivo, pero aún no descartamos la meta, ya que todavía carecemos de un cronograma claro después de que comience el retiro a gran escala”.
La tarea de preparar el Reactor No. 3 para esta extracción implicará entre 12 a 15 años de preparación, incluyendo la reducción de los niveles de radiación y la construcción de instalaciones especializadas alrededor del reactor.
Tres años de retraso en un experimento clave
A finales de 2023, TEPCO logró recuperar una pequeña muestra del combustible derretido, pero ese intento llegó tres años más tarde de lo previsto originalmente. El uso de robots de exploración ha sido necesario en las fases iniciales, pero los expertos reconocen que la tecnología actual aún está lejos de permitir una operación segura a gran escala y con plazos más ajustados.
En este punto, algunos científicos e ingenieros advierten que el proceso completo podría llevar más de 100 años si no se producen avances tecnológicos significativos o cambios de estrategia.
Infraestructura fallida y desafíos tecnológicos
Las dificultades no residen solo en el combustible fundido. TEPCO también enfrenta retos serios en la gestión del agua contaminada, el tratamiento de residuos nucleares sólidos y la reconstrucción de sistemas de contención adecuados. Desde 2011, se han almacenado más de 1.3 millones de toneladas de agua tratada pero todavía ligeramente radiactiva, parte de la cual se comenzó a liberar al océano Pacífico en 2023, a pesar de las fuertes protestas de países cercanos como China, Corea del Sur y grupos ambientalistas.
TEPCO y expertos japoneses defienden esta acción señalando que el agua cumple con los estándares internacionales establecidos por el Organismo Internacional de Energía Atómica. Aun así, la pérdida de confianza pública y la percepción negativa global son barreras que persisten para el progreso de cualquier iniciativa vinculada a Fukushima.
Los costos y el impacto social y económico
El costo estimado del proceso completo de desmantelamiento se sitúa entre 80.000 y 100.000 millones de dólares, una cantidad colosal para un país con una población envejecida y una creciente deuda pública. Además, unas 150.000 personas fueron evacuadas tras el desastre, muchas de las cuales nunca han regresado. Algunas zonas aún tienen niveles de radiación peligrosos, imposibilitando la vida cotidiana o la agricultura.
A medida que transcurren los años, crece la incertidumbre sobre la sostenibilidad de estos esfuerzos y el papel del Estado japonés frente a los afectados. La lentitud en el pago de compensaciones, la poca participación ciudadanos en las decisiones y las repetidas crisis de credibilidad de TEPCO han dejado una huella de desconfianza difícil de borrar.
Comparaciones internacionales: ¿estamos mejor preparados hoy?
El desastre de Chernóbil en 1986 sigue siendo la vara con la que se mide cualquier accidente nuclear. Allí, aún hoy se construyen estructuras para contener el reactor destruido, y la zona de exclusión de 30 km sigue intacta. Con Fukushima, el enfoque ha sido diferente: Japón ha insistido en la recuperación de terrenos y la reactivación parcial de la zona afectada.
Sin embargo, según expertos como David Lochbaum, exdirector del programa de seguridad nuclear de la Unión de Científicos Preocupados (UCS), este puede ser un error costoso:
“Insistir en un retorno rápido sin evaluar correctamente los riesgos sigue poniendo en peligro la salud de los ciudadanos y desalienta una discusión honesta sobre los límites de gestión de este desastre”.
¿Hay futuro para la energía nuclear en Japón?
Tras el desastre, el número de centrales nucleares operativas en Japón cayó drásticamente. Durante años, el país funcionó prácticamente sin energía nuclear, compensando con una mayor dependencia en carbón, gas natural y energías renovables. Sin embargo, los altos costos energéticos y la guerra en Ucrania han incentivado un nuevo debate sobre la necesidad de reactivar parte de la red nuclear.
El gobierno de Fumio Kishida aprobó en 2022 la extensión de vida útil de las antiguas plantas nucleares más allá del límite previo de 40 años, desatando polémica entre críticos que consideran que se repite el mismo ciclo de errores previos.
¿Una utopía tecnológica o un callejón sin salida?
La única manera plausible de alcanzar algún día el cierre completo de Fukushima parece requerir avances revolucionarios en tecnología de manipulación remota, descontaminación y almacenamiento de residuos nucleares. Hasta ahora, estos desarrollos han sido más lentos de lo necesario para cumplir con los plazos prometidos.
Mientras tanto, Fukushima continuará siendo un símbolo incómodo de los fallos humanos, una lección constante sobre los límites de la planificación tecnológica frente a la naturaleza y un debate abierto sobre si el destino de ciertas tecnologías debe definirse por el costo de sus fallas.
Hasta nuevo aviso, Fukushima no será un capítulo cerrado, sino una carga intergeneracional.