Hambre como arma: La crisis humanitaria de Gaza y el silencio internacional
Con niveles catastróficos de desnutrición y un sistema sanitario colapsado, Gaza vive una pesadilla sin precedentes mientras el mundo observa en silencio
Una catástrofe anunciada
La situación humanitaria en Gaza ha alcanzado un nivel de desesperación que expertos llaman un "escenario de hambruna en tiempo real". Así lo declaró la Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria (IPC), el organismo internacional encargado de monitorear crisis alimentarias en todo el mundo. Según su último reporte, Gaza ha superado ya varios umbrales que definen técnicamente una hambruna. Sin embargo, aún no se ha emitido una declaración formal. ¿Por qué?
Desde hace casi dos años, el pueblo palestino en Gaza ha estado al borde del colapso alimenticio. El recrudecimiento del bloqueo israelí, la violencia armada, la destrucción de infraestructuras médicas y agrícolas, y el acceso limitado de ayuda humanitaria han configurado un panorama devastador. Aunque Israel relajó parcialmente su asfixiante bloqueo en mayo, la ayuda que llega es apenas un goteo insuficiente para asistir al millón de personas que luchan por sobrevivir.
¿Qué significa una hambruna oficial?
La hambruna no es simplemente una palabra trágica; es una clasificación técnica basada en tres criterios:
- 20% de los hogares sufren una falta extrema de alimentos.
- 30% de los niños entre 6 meses y 5 años presentan desnutrición aguda severa.
- Al menos dos personas adultas o cuatro menores de cinco años mueren diariamente por inanición o por causas relacionadas entre cada 10,000 personas.
En Gaza, según datos recientes del Programa Mundial de Alimentos (PMA), alrededor de 100,000 mujeres y niños padecen desnutrición aguda severa. Además, un tercio de la población pasa días enteros sin probar bocado. El Ministerio de Salud de Gaza informó que más de 100 personas han muerto, principalmente menores, debido a causas relacionadas con el hambre.
La voz de las víctimas: estadísticas y tragedias humanas
Las cifras no terminan de contar la historia completa. Ahmed Abu Halib y su esposa Esraa perdieron a su hija de 5 meses, Zainab, víctima de la desnutrición. Su funeral fue una escena desoladora en el hospital Nasser, donde médicos saturados y sin recursos no consiguieron salvar a la pequeña. Casos como este son comunes en Gaza, donde las causas de muerte suelen reflejar combinaciones de hambre, enfermedades y falta de atención médica.
Las barreras al auxilio humanitario
Pese a la presión internacional y promesas de colaboración, las restricciones israelíes continúan. Israel afirma que no impone límite a los camiones de ayuda que pueden entrar. No obstante, Naciones Unidas ha denunciado que la entrega y distribución están obstaculizadas tanto por trámites burocráticos, violencia en las rutas y colapso del orden interno.
En palabras del Programa Mundial de Alimentos: "Solo una escala masiva de distribución puede estabilizar esta espiral, calmar la ansiedad y restaurar la confianza dentro de las comunidades".
¿Por qué no se declara oficialmente la hambruna?
El IPC ha explicado que, aunque tiene el rol principal de evaluar situaciones de hambre, las declaraciones formales de hambruna suelen ser emitidas por los gobiernos o conjuntamente con Naciones Unidas. Sin embargo, en contextos como Gaza —donde el gobierno está dirigido por Hamas, una organización considerada terrorista por Israel y otros países— esto se complica enormemente.
Además, los criterios de evaluación tienen un retraso metodológico crítico: los datos financieros, clínicos y nutricionales requeridos son difícilmente accesibles en entornos de conflicto activo.
“Cuando se declara formalmente una hambruna, a menudo ya es demasiado tarde”, afirma el IPC. “Muchas personas ya han muerto”.
La dificultad de diagnosticar a las víctimas del hambre
Miles de muertes que ocurren ahora mismo en Gaza no pueden atribuirse directamente al hambre debido a la combinación de enfermedades, infecciones y falta de higiene. Alex de Waal, experto en hambrunas y director de la World Peace Foundation, explica: "No hay estándares médicos universales para declarar que alguien murió por hambre en lugar de una infección consecuencia del hambre".
En otras palabras, muchas víctimas no figuran en los informes como "muertos por inanición", aunque la causa raíz sea esta. Esta laguna científica complica la narrativa internacional y retrasa una respuesta eficaz.
¿Un patrón histórico repetido?
La historia nos deja lecciones inquietantes. Somalia vivió una hambruna en 2011 que mató a 260,000 personas, la mitad de ellas menores de cinco años. Y aún así, la declaración oficial llegó demasiado tarde. Lo mismo sucedió en Sudán del Sur en 2017 y nuevamente en 2020: decenas de miles murieron mientras el mundo debatía si las condiciones calificaban como "hambruna" formalmente.
Ahora, Gaza forma parte de este recuento trágico, con la diferencia de que los ojos del mundo están atentos… pero las manos permanecen atadas.
La respuesta internacional: tibia e insuficiente
En teoría, declarar una hambruna debería movilizar a la comunidad internacional. En la práctica, los presupuestos de ayuda están agotados, las prioridades se multiplican y las políticas geopolíticas contaminan la voluntad de actuar.
Jens Laerke de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) fue tajante respecto a los límites del sistema actual: "No hay una gran cuenta bancaria para responder ante estos desastres. Estamos construyendo el camión de bomberos mientras combatimos el incendio".
El bloqueo como arma de guerra
Las políticas de bloqueo y las restricciones a la ayuda humanitaria no son simples daños colaterales: se han convertido en armas de guerra. Esto ha sido así en conflictos pasados (como en Yemen y Siria), y Gaza no es la excepción.
La ejecución del bloqueo ha destruido no solo el acceso a alimentos, sino también la producción local. Gaza antes dependía parcialmente de la agricultura y la pesca, dos actividades inevitables para su seguridad alimentaria, reducidas hoy al mínimo debido a ataques, desplazamiento forzado y colapso económico.
El impacto psicológico
Además de la devastación física, el trauma psicológico es insondable. Niños que nacen y crecen en condiciones de hambre, adultos que deben decidir entre comprar medicinas o comida, y comunidades enteras que han perdido todo sentido de normalidad.
“La desnutrición prolongada reduce no solo cuerpos, sino esperanzas”, expresó un trabajador humanitario anónimo en Gaza. “Es un genocidio lento y doloroso, ejecutado con la complicidad del silencio.”
¿Y ahora qué?
La situación en Gaza exige una respuesta inmediata y sin condiciones. Se requiere:
- Un alto el fuego duradero que permita asistencia sostenida.
- Acceso humanitario irrestricto a todas las regiones.
- Reactivación del sistema de salud y apoyo nutricional internacional urgente.
- Presión diplomática real para mitigar el uso del hambre como arma.
Gaza agoniza, y una generación ya marcada por la guerra ahora enfrenta las cicatrices eternas del hambre. El tiempo para actuar no es mañana, es hoy.