La amenaza invisible de los lagos: el trágico caso de Jaysen Carr y la ameba devoradora de cerebros

La muerte de un niño de 12 años por una rara infección cerebral expone la falta de regulación y los peligros del agua dulce en EE.UU.

Una tragedia inesperada en Lake Murray

Lo que comenzó como un inocente día de celebración por el 4 de julio terminó en tragedia para la familia Carr. Jaysen Carr, un niño de tan solo 12 años, se convirtió en la víctima más reciente de Naegleria fowleri, una ameba que provoca infecciones cerebrales casi siempre mortales. El joven había nadado en Lake Murray, un lago popular cerca de Columbia, Carolina del Sur. A pesar de no mostrar signos inmediatos, comenzó a sentirse mal pocos días después. Falleció el 18 de julio por causa de una infección letal conocida como meningoencefalitis amebiana primaria.

Sus padres, Clarence y Lakisha Carr, nunca habían escuchado sobre esta peligrosa ameba. Fue un médico, con lágrimas en los ojos, quien les explicó la causa del deterioro neurológico que terminó con la vida de Jaysen. Lo más preocupante: Carolina del Sur, como la mayoría de estados de EE.UU., no exige la notificación obligatoria de casos relacionados con este microorganismo. Tampoco se cierra el acceso a cuerpos de agua donde se sospecha su presencia. "Mi hijo era muy inteligente; si hubiera tenido una sola advertencia, no habría entrado al agua", lamentó Clarence Carr.

Naegleria fowleri: el asesino microscópico

La ameba Naegleria fowleri habita en cuerpos de agua dulce y cálida como lagos, ríos o incluso aguas termales. Se encuentra principalmente en regiones del sur de EE.UU., Australia, Pakistán y otros lugares con climas cálidos y secos. Entra al cuerpo humano a través de la nariz, generalmente cuando una persona salta, bucea o es salpicada fuertemente con agua. Desde allí viaja por el nervio olfativo hasta el cerebro, donde destruye tejido cerebral, causando inflamación e infecciones fatales.

Según datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en EE.UU. han habido 167 casos documentados entre 1962 y 2024. De ellos, solo cuatro personas han sobrevivido. La tasa de mortalidad supera el 97%, lo que convierte a esta infección en una de las más letales conocidas. Los síntomas iniciales incluyen dolor de cabeza, fiebre, náuseas y vómitos. En poco tiempo, el paciente sufre convulsiones, alucinaciones, coma y, en la mayoría de los casos, la muerte. Este deterioro puede suceder en menos de cinco días.

¿Por qué es tan rara pero tan mortal?

Aunque la presencia de Naegleria fowleri es relativamente común en aguas cálidas, los casos registrados son sorprendentemente pocos. Los científicos creen que pueden haber múltiples razones para ello:

  • La entrada de agua debe ser forzada directamente por la nariz de forma específica. Beber agua infectada no causa la enfermedad.
  • Algunas personas podrían haber sido expuestas sin desarrollar síntomas significativos, generando anticuerpos sin informarse de la exposición.
  • Es posible que existan errores de diagnóstico o que no se lleguen a realizar pruebas que detecten la ameba en muertes por inflamaciones cerebrales.

Un estudio publicado por el Journal of Infectious Diseases reveló que un 20% de las autopsias de muertes por encefalitis desconocida podrían tener correlación con microorganismos no identificados, incluida Naegleria fowleri.

¿Qué podemos hacer para protegernos?

La única medida completamente segura para evitar la exposición es no nadar en agua dulce sin tratar en épocas calurosas. Sin embargo, esto no siempre es práctico ni deseable para las comunidades que dependen del turismo o la recreación acuática.

Las recomendaciones para disminuir el riesgo incluyen:

  • Evitar sumergir la cabeza en agua de lagos, ríos o termas.
  • Usar pinzas o clips nasales al nadar o practicar deportes acuáticos.
  • Evitar agitar el fondo del lago o remover sedimentos cuando se esté en el agua.
  • Educar a la comunidad sobre los riesgos, especialmente en épocas de altas temperaturas.

También se recomienda un uso cuidadoso del agua en el ámbito doméstico: al hacer irrigaciones nasales como las realizadas con neti pots, debe utilizarse agua estéril, hervida y enfriada o agua destilada, jamás agua del grifo sin tratamiento. En el pasado, han habido casos en los que personas adquirieron la infección por irrigarse con agua del grifo contaminada.

Otras amenazas en el agua dulce

La tragedia del joven Jaysen expone un problema más amplio: la falsa sensación de seguridad en ambientes naturales no tratados. Los lagos y ríos pueden contener una diversidad de peligros microbiológicos, especialmente en ausencia de controles sanitarios y monitoreo constante.

Bacterias como E. coli

Una boca llena de agua de lago podría contener E. coli, una bacteria común en los intestinos de humanos y animales, pero que en ciertas variantes puede causar:

  • Infecciones urinarias
  • Vómitos severos
  • Daño renal grave
  • Sepsis en casos extremos

Las letales algas verdeazules

Otra amenaza son las cianobacterias (también conocidas como algas verdeazules), que proliferan en aguas estancadas con altos niveles de nutrientes, especialmente cuando la temperatura asciende. Visualmente, pueden parecer espuma, pintura o escoria acumulada.

Algunas producen toxinas hepatotóxicas y neurotóxicas peligrosas para humanos y animales. Los síntomas incluyen:

  • Erupciones en la piel
  • Dolor abdominal
  • Náuseas, vómitos y diarreas
  • Cansancio extremo, fiebre, dolor de cabeza y hasta convulsiones

En 2023, más de 400 lagos en EE.UU. reportaron bloom de algas potencialmente tóxicas, según datos de la EPA.

Falta de regulaciones y oportunidades perdidas

El caso Carr reveló una cruda realidad: no hay protocolos federales ni estatales uniformes que obliguen al monitoreo o cierre preventivo de cuerpos de agua públicos tras la detección de patógenos como Naegleria fowleri o E. coli. Carolina del Sur, donde ocurrió esta tragedia, no exige pruebas de amebas ni la difusión pública de riesgos en lagos como Lake Murray.

La falta de prevención resalta una brecha para los responsables de la salud pública. Como bien expresó Carr: "Puedo entender que no puedan evitar que el agua natural contenga organismos, pero al menos podrían avisar, documentar, educar o hacer pruebas cuando se sepa de peligros".

¿Estamos preparados para los riesgos acuáticos del futuro?

El calentamiento global podría complicar este panorama. Las temperaturas más altas favorecen el crecimiento de organismos peligrosos como las cianobacterias y la proliferación de amebas termoestables como Naegleria fowleri. Un informe de la Environmental Protection Agency (EPA) de 2022 ya advertía que el cambio climático aumentará los riesgos microbiológicos en aguas recreativas, especialmente en el sur de EE.UU.

El caso de Jaysen Carr no debe ser olvidado. Su historia nos recuerda que incluso las actividades más cotidianas, como nadar en un lago, pueden tener consecuencias fatales si no se cuenta con la información y precauciones adecuadas.

El reto ahora es para legisladores, autoridades sanitarias y comunidades locales: ¿Esperaremos más muertes por ignorancia o daremos el paso hacia una gestión moderna de nuestras aguas recreativas?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press